“Una inmensa alegría”. Es lo primero que se le ocurre a Pablo cuando recuerda lo que sintió al saber que su mujer estaba embarazada. “Aunque también sentí mucho miedo, pánico, más bien, y no me preguntes por qué, era una especie de terror irracional, a pesar de que era un hijo muy deseado”, reconoce.
Y es que, aunque parece que la protagonista del acontecimiento siempre es la madre, “es un error pensar que el embarazo y el parto solo afectan a la mujer. El hombre también vive una verdadera revolución, una crisis vital que es una oportunidad excelente para el trabajo personal y el crecimiento”, asegura Meritxell Sánchez, psicóloga perinatal y cofundadora de la Asociación Española de Psicología Perinatal.
Preocupaciones, temores y alegría
Como Pablo, muchos hombres viven la gestación de su pareja sumidos en un torbellino de sentimientos fuertes y contradictorios. El entusiasmo convive, en ocasiones, con otras sensaciones menos agradables, como la de estar excluido, el temor a que el nuevo ser amenace nuestra vida tal y como era antes, incertidumbre, pánico al parto, inseguridad económica… Es posible que los futuros padres no sepan qué hacer con ellos, que les inquieten o, incluso, les avergüencen.
Las preocupaciones más frecuentes tienen que ver, por supuesto, con las responsabilidades que conlleva la paternidad. “Puede dudar si será capaz de sostener económica y emocionalmente a la madre y al bebé, si será capaz de cuidar de su hijo, etc. Esto es normal, fruto del proceso de adaptación a una nueva situación”, señala la psicóloga. Así, lo que más temía Salvador era no estar a la altura de las circunstancias.
“A veces, me sentía abrumado por lo que mi pareja esperaba de mí, era como si, de repente, ella se hubiera sumido en una nueva dimensión emocional, hipersensible y llena de altibajos, y yo tuviera que ser su tabla salvavidas, su soporte.
Muchos días me sentía sin fuerzas, solo, necesitado, pero con ella me sentía obligado a hacerme el fuerte, consolarla, animarla, asegurarle que todo iba a salir bien, cuando yo mismo estaba muerto de miedo”, confiesa Pablo. “En el grupo de preparación al parto, entablamos amistad con otras parejas y, cuando quedábamos, para mí era muy liberador poder compartir lo que sentía con otros hombres en mi misma situación. Me vino genial. Creo que, de no ser por eso, habría acabado pagando mi ansiedad con mi mujer”, afirma.
Nueva situación en la pareja
Sin duda, la inminente llegada de un tercero a la pareja obliga al hombre a adaptarse a la nueva situación. Mientras el vientre de la mujer se va hinchando semana a semana, tenemos nueve meses, nada más, para hacernos a la idea de que las cosas nunca más van a ser como eran.
Para empezar, como explica la psicoterapeuta Laura Gutman en su libro Maternidad y encuentro con la propia sombra (ed. RBA), si antes era una relación recíproca, en la que los dos se cuidaban el uno al otro, con el embarazo comienza una etapa en la que cambia el papel del hombre y se convierte en sostén de la madre-bebé. Él tiene que cuidarla a ella para que ella pueda cuidar al pequeño que lleva dentro.
“El hombre cada vez tiene más clara su función durante el embarazo y el parto, que se prolonga durante el puerperio y la crianza de los hijos: ofrecer apoyo y contención a la mujer”, reitera Sánchez. Pero no todos se sienten cómodos con este papel, ni con las emociones que los invaden durante la gestación. “Pueden tener dificultades para expresar cómo se sienten, qué dudas y miedos experimentan”, apunta Sánchez. También, hay veces en que sus preocupaciones se interpretan como una falta de compromiso, por lo que es importante mantener una buena comunicación entre la pareja”, advierte. Por otra parte, tampoco todos los futuros padres se implican de forma directa, ni son infrecuentes los casos de escapismo y falta de entendimiento.
'Mi marido actuaba sin inmutarse, igual que antes de que estuviera embarazada, me trataba como si estar en estado fuera algo así como tener un empacho… y eso que era nuestro primer hijo. Pero lo que más rabia me daba era que achacaba todas mis protestas o peticiones a las hormonas”, se queja Eva.
Cambios hormonales
Sin embargo, como han demostrado estudios recientes, no es la mujer la única que sufre cambios hormonales durante la gestación. Los hombres experimentan un aumento de los estrógenos y una disminución de la testosterona, un viejo truco de la naturaleza para que el macho se haga un poco más “femenino” y, además de irse a cazar y competir con otros machos, se ocupe de cuidar el nido y a su pareja.
Otro problema muy común es que el hombre se sienta fuera del vínculo tan fuerte que se da entre madre e hijo o, incluso, que sienta ciertos celos. “Al principio del embarazo, Alejandro estaba entusiasmado y me cuidaba mucho, pero poco a poco, empezó a reclamarme más atención que nunca. Quería que estuviera con él todo el rato que no estábamos trabajando, que lo mimara más que nunca, hasta se enfadaba si quedaba con mis amigas y él nunca había sido así, ni lo es ahora, que nuestro hijo tiene dos años. A veces, se portaba como un niño chico muy demandante más que como un hombre adulto”, nos cuenta María.
No podemos olvidar que el embarazo es una experiencia muy intensa que remueve muchas emociones, tanto a la madre como al padre. Entre otras cosas, puede hacer que renazca el niño interior y, así, de golpe y porrazo, nos obliga a enfrentarnos a las carencias o satisfacciones que tuvimos de pequeños. Si fuimos bebés muy queridos, es probable que sea más fácil vivir el embarazo. Si el nuestro fue un parto muy difícil o si nos abandonaron, el embarazo hace que afloren sentimientos muy traumáticos. Es lo que le pasó a Mariano: su padre se había ido de casa cuando él había sido un bebé y su mayor miedo era seguir sus pasos y no tener “lo que había que tener” para criar a su propio hijo.
“Cuando entramos en el tercer trimestre, de pronto, cambió, se volvió reservado, irritable, estaba muy cansado, hasta se quejaba de dolor de espalda… ¡justo cuando yo estaba más cansada y más me dolía todo el cuerpo! Nunca se me olvidará que el día que salí de cuentas, yo casi no podía ni andar de la barriga que tenía y él se fue a que le dieran un masaje”, nos cuenta su pareja, Iris.
En el caso de Mariano y en otros muchos, ese niño interior que renace con el embarazo necesita cuidados… pero no siempre los encuentra en su compañera, porque ella está volcada en el crecimiento del feto. Por eso, muchas veces es aconsejable buscar formas de mimarse sin exigir a la pareja que haga de nuestra madre. Podemos, por ejemplo, ir a darnos un masaje, comprarnos un capricho, darnos un homenaje con nuestra comida favorita…
Buena comunicación con la futura mamá
Además de contar con un lugar donde deshogar o compartir sus preocupaciones, ya sea un grupo de hombres en la misma situación, un buen amigo o un especialista, en esta etapa es también fundamental la comunicación con la pareja. El hombre la necesita para poder vivir esta experiencia a través del cuerpo de su compañera.
“Pasara lo que pasara, todas las noches le daba un masaje con aceite de almendras en el vientre a mi mujer. A ella le gustaba y, además, le servía para prevenir las estrías. Y para mí era un momento sagrado que aprovechaba para olvidarme de todo y hablarle a mi hijo, aunque fuera solo mentalmente, para imaginármelo, para hacerme a la idea, día tras día, de que estaba ahí. Por muy agotado que yo estuviera por llegar tarde del trabajo, no hubo ni un solo día que nos saltáramos ese ritual”, nos confía Pablo.
El suyo puede ser un buen truco. Lo que está claro es que la solución a la ansiedad por no entender lo que está pasando en el útero de la mujer pasa por implicarse todo lo posible. Asistir a la preparación al parto, a las visitas al ginecólogo, ver las ecografías, leer sobre el tema, pasear con la madre y, sobre todo, hablar mucho con ella, hablar, hablar y hablar será indispensable para allanar el camino prepararse para lo que llega: desenredar y negociar puntos de vista distintos, pensar planes para parto y para después…