Ser Padres

Mi hija adolescente ya se maquilla, ¿es demasiado pronto?

Salen con las amigas y parecen protagonistas de una peli futurista: mechones de colores en el pelo, rayas negras en los ojos... ¿No son muy niñas todavía?

Advertimos cómo crecen nuestras hijas y sus fatigas por hacerlo rápido y por parecer mayores de lo que realmente son. Y nos hace gracia, pero ¿qué ocurre cuando llegan a la pubertad? Que nuestro arsenal de cremas, pinceles y cosméticos resulta asaltado por unas ya no tan infantiles manos, y la niña de mamá se unta y se reunta con los colores más rabiosos de la temporada hasta parecer un pastel.

A veces la memoria nos traiciona

¿De verdad nos parece tan extraño? ¿Dónde guardamos las fotos de nuestros pasados 14 años? Aquellos pantalones de campana, botas elásticas de tacón, eyelines de colores y las minifaldas que sacaban de quicio a la abuela... ¿No será que nos falla la memoria?

Hace unos años Madonna fue un ídolo; luego vinieron las Spice Girls y las top model; ahora son las bloggers y youtubers quienes ocupan el estrellato de las más deseadas, envidiadas y, por supuesto, imitadas.

Mientras su personalidad se desarrolla, las adolescentes se prueban una y otra imagen como si fueran vestidos, tratando de encontrarse a sí mismas. Y, cómo no, se disfrazan con los ropajes más variopintos y echan mano del maquillaje para parecerse al personaje del que se sienten prendadas.

Para mayor complicación, se encuentran en una etapa de transición en la que su cuerpo también está aprendiendo a formarse: crecen casi de repente, su piel se vuelve grasa y con tendencia a los granitos, y el vello corporal hace su odiosa aparición.

La reacción más normal es la de camuflar todas esas novedades que no por pasajeras les son más soportables. Antes de que se sientan desbordadas, se impone una buena comunicación: es la oportunidad de oro para charlar con nuestra hija de mujer a mujer.  

Algunos padres temen que su hija se arregle como una jovencita porque, consciente o inconscientemente, les asustan los peligros que entraña su nueva condición: las salidas nocturnas, las relaciones con los chicos, el alcohol...

En ocasiones se niegan a aceptar que su niña ya no es tan niña y comienzan las discusiones sin fin. Si le prohíben que se maquille, no será raro que acabe reuniéndose con sus amigas en la casa de alguna de ellas para cambiarse de ropa y se maquille a toda pastilla frente al espejo del ascensor.

Y esto es solo la punta del iceberg; si se ve obligada a mentir, acabará aceptándolo como parte necesaria de su vida. No parece una buena manera de consolidar una relación que puede ser tan provechosa para toda la familia.

La realidad es que nuestros hijos crecen y, por muy duro que a veces resulte, la ayuda más valiosa que podemos ofrecerles es poner nuestra experiencia a su favor. Seguro que nos lo agradecerán.

Sin que se sientan criticadas por todo

La función de una madre no es criticar, sino valorar y aconsejar. Ponerse furiosa porque se pinta demasiado es el camino más rápido para que se esconda, mienta y se maquille todavía más.

¿Cómo ayudar a nuestra hija a encontrar una imagen con la que se sienta cómoda y atractiva?

  • Conviene charlar con ella acerca de qué le favorece y qué no y ayudarla a arreglarse de acuerdo con sus características, realzando sus puntos fuertes y disimulando los flacos (seguro que son bastantes menos de los que ella se ve).

  • Expliquémosle que las mujeres nos maquillamos, sobre todo, para parecer más jóvenes, con lo que ella tiene la mitad del camino solucionado. Y que las capas de maquillaje acaban con el cutis más resplandeciente. No cargar las tintas garantiza a menudo un resultado impecable.

  • Es mejor comprar con ella sus propios accesorios de maquillaje (y también leche limpiadora, desmaquillador de ojos, hidratante...) para que no tenga que recurrir a los nuestros. Se trata de iniciarla en el ritual sin que estropee su piel (hay líneas de cosméticos específicas para adolescentes).

  • Las cremas hidratantes con algo de color, los polvos traslúcidos, los carmines con brillo y acaso unas pinceladas de rímel es lo más indicado para su edad. Pero no impongamos nuestro criterio: se trata de su imagen y de su necesaria participación social.

  • Investiguemos juntas su tipo de piel. En caso de problemas, como el acné, acompañémosla al dermatólogo.

  • ¿Lo mejor y más divertido? Reservar un día al mes para convertir el tocador de casa en un laboratorio. Experimentar –madre e hija– con los cosméticos, los peinados, la ropa... forma una parte, muy positiva, de ese aspecto de su vida. De esta forma, ella será la primera en pedirnos consejo antes de salir con las amigas y la discusión típica será felizmente ahogada por el diálogo y la comprensión mutua.

  • Y si, a pesar de los consejos, nuestra hija persiste en llevar más pintura que una puerta, tranquilidad y paciencia, porque no durará más de un par de años. Recordemos que todas, sin excepción, hemos pasado por la experiencia. Y no ha sido para tanto.

Asesor: Guillermo Kozameh, psicoanalista.

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