¿Qué quieres ser de mayor?
A los 3-4 años aún no comprenden muy bien los oficios, así que los interpretan a su manera. Además, cambian de profesión a menudo en función de lo último que les ha llamado la atención. Nosotros podemos ayudarles, ya que son grandes imitadores.
Preguntar a un niño de 3 años qué quiere ser de mayor es como abrir una caja de sorpresas: podemos escuchar las respuestas más desconcertantes. Aunque quizás nuestras preguntas dejan también bastante que desear. Podríamos ser más precisos, por ejemplo: «¿En qué te gustaría trabajar de mayor?». Porque eso de «qué te gustaría ser» es muy relativo. Y es que ser... ser... Más de un adulto contestaría que Brad Pitt o Anna Kournikova.
Mezcla de fantasía y realidad
Pero tampoco sirve la pregunta de "¿en qué quieres trabajar de mayor?". Todas las respuestas infantiles están basadas en una lógica regida por la fantasía y la experiencia. Una experiencia más bien escasa de la realidad hace que no sepan muy bien qué es un trabajo o una profesión. ¿Cómo habrían de saberlo con sólo tres o cuatro años? Y su fantasía está regida por la ley del deseo. ¿A quién no le gustaría ser Superman?
Pero a veces sí que empiezan a tener una idea más o menos definida de lo que son ciertas profesiones. Y juegan a ejercerlas. En estos años ya han entrado de lleno en el llamado juego simbólico, con el que pueden representar situaciones, papeles y acciones, y en el que confluyen la imitación y la fantasía.
La fantasía les permite imitar en diferido, es decir, imaginarse situaciones que no están presentes y representar objetos por medio de otros que solo se les parecen vagamente. Claro que a esta edad aún no puede esperarse que el juego de los niños sea una representación demasiado fiel de las profesiones. Dos niños pueden jugar a la vez a ser conductores del mismo autobús. Y a lo mejor al autobús le da por volar. Dos niñas pueden jugar a vendedora y compradora, pero las dos venden a la vez, o las dos compran, o pasan indistintamente de un papel al otro.
Grandes imitadores
El desconocimiento de cómo funcionan realmente estas cosas y un egocentrismo todavía fuerte, hacen que las actividades representadas por los niños de esta edad y la coordinación de los papeles que intervienen en ellas tengan un toque de arbitrariedad, aunque muy lógico.
Como son grandes observadores e imitadores se fijan atentamente y repiten todo lo que ven, sorprendiéndonos con frases de su profesora o imitando al cobrador del autobús.
En realidad todos estos juegos forman una parte muy importante de su aprendizaje social. Al observar e imitar intuyen e interpretan cómo funciona la sociedad, en la que todo el mundo desempeña un trabajo. Los modelos los extraen del ambiente, de su experiencia diaria. Así que cambian de trabajo muy a menudo, en función de lo último que les haya llamado la atención. Normalmente las profesiones que representan ahora no nos dicen nada sobre su vocación futura, aunque cuentan algo sobre su temperamento: oficios sedentarios, artísticos, peligrosos, aventureros...
Explicar los oficios
Podemos intervenir en sus juegos explicando en qué consisten los diversos trabajos. La visita al médico es un buen momento para describir a qué se dedica cada uno en el hospital o ambulatorio. Lo mismo podemos hacer en el mercado, en la calle, en el autobús... Y no debemos darles una imagen negativa de ningún oficio, sino demostrarles que todos son dignos, útiles y respetables.
También les ayudaremos si les proporcionamos materiales que les ayuden a representar diversos oficios: juguetes de instrumental médico, herramientas de carpintero... Asimismo, al leerles cuentos o al ver juntos la tele, podemos conversar con ellos sobre las profesiones que aparecen.
A veces, los niños juegan a la profesión de sus padres representándola a su manera, pero también hay muchos que no saben siquiera a qué se dedican. Es interesante explicarles en qué consiste nuestro trabajo e, incluso, llevarles alguna vez a visitarlo.
Al jugar a las profesiones, los niños se hacen una imagen positiva y divertida de ellas. Por eso, haríamos bien en no mostrar nuestro trabajo como si fuera un castigo, para no darles una visión negativa de lo que les espera cuando sean mayores.