Las etiquetas y otras tres cosas cotidianas que mi hija con altas capacidades detesta
La hipersensibilidad y la rigidez son algunas de las características asociadas a las altas capacidades que explican por qué odian algunas cosas cotidianas este tipo de niños y niñas.
Mi hija de altas capacidades detesta las etiquetas. Le ponen histérica desde pequeña. Las odia. Cada prenda que estrena pasa primero por una ‘operación tijeras’ (o dientes, cuando no hay tijeras a mano) para que le arranquemos las etiquetas. Aunque no lo creáis, está peculiaridad está asociada también a sus altas capacidades.
Hemos hablado en temas recientes sobre altas capacidades y la hipersensibilidad que muchos peques tienen. Insistimos que en ser una Persona Altamente Sensible (PAS) no implica que tenga también altas capacidades, pero hay una coincidencia alta en ello. Muchos niños y niñas son altamente sensibles. Y lo son a nivel emocional —nuestra hija lo es, de repente echa a llorar por cualquier cosa que a ella le parece una montaña— y/o físico. Por ejemplo, pueden no soportar los sitios ruidosos, algo que no le pasa a nuestra peque, o las citadas etiquetas.
Pero las etiquetas es solo una de las cosas cotidianas que a nuestra hija le molesta. Hay algunas más, todas ellas bastante curiosas. Por ejemplo, detesta las texturas de los purés o cremas de verduras. Normalmente, es de las pocas preparaciones que los niños aceptan para comer verduras: a ella le ocurre todo lo contrario. No puede con las cremas. Curiosamente, hay otros niños y niñas con altas capacidades que tienen problemas con las texturas, no solo de los alimentos, también del césped o la arena, por ejemplo.
En este enlace podéis leer más, si os interesa, desde una perspectiva científica, sobre la aversión a los alimentos por parte de los niños y niñas superdotados o con altas capacidades.
Saltarse las normas
Además de las etiquetas y la textura de las cremas, hay alguna cosa cotidiana más que nuestra hija con altas capacidades detesta.
Sin embargo, no tienen que ver con su hipersensibilidad, sino con otras características asociadas a las altas capacidades. Sobre todo, a la rigidez y su literalidad a la hora de entender aquello que les rodea.

Niña enfadada
Por ejemplo, esto se aprecia en el caso de nuestra hija (y de muchos niños y niñas con altas capacidades) en su incapacidad para saltarse las normas. A una persona que no entienda de altas capacidades le puede parecer muy excesivo lo que pasa con estos peques y las normas.
Hablamos de poder cruzar por un lugar que no sea el apropiado, de no poder pasar por una puerta si es otra la que tienen indicado para ello, de no saltarse un solo paso en las instrucciones de algo… Es difícil trasladar a palabras, por muchos ejemplos que se me ocurran, la obsesión con la norma de nuestra hija. Nosotros decimos que es una “pequeña policía”, porque igual que lo aplica a sí misma lo hace con los demás. Detesta saltarse las normas. No puede con ello.
Un último ejemplo de aquellas cosas cotidianas que no puede soportas nuestra hija es equivocarse. Su tolerancia a la frustración y la aceptación del error es muy baja. Esto, podéis pensar con razón, es relativamente común en los niños y niñas pequeños, pero es algo exagerado en estos peques. Su tolerancia a la frustración brilla directamente por su ausencia.
De todas las cosas que detesta nuestra hija, esta última es la más complicada de manejar porque nos toca a sus padres hacerla entender que el error forma parte de la vida. No están acostumbrados a cometerlos, en parte por su rigidez con las normas, lo cual limita mucho las trastadas y errores de conducta en general, y en parte por su alta capacidad para las cuestiones académicas, los juegos y demás cuestiones en las que el resto de los humanos metemos la pata a menudo.
Es, en definitiva, todo un reto ser un padre (o madre) de un peque con altas capacidades. El aprendizaje es constante, permanente, y nunca dejan de sorprenderte.