Esta es una pieza escrita en primera persona porque en los últimos tiempos he estado documentándome y preguntando sobre el uso de pantallas en la infancia, para niños y niñas entre los 6 y los 11 años, para ser exactos. Lo he hecho a título personal, para aprender de cara a la crianza de mis dos hijas, de ahí que no vaya a citar fuentes, sino que van a ser anónimas, pero te garantizo que al menos dos psicólogos infantiles distintos, sin conocerse de nada entre ellos, me han dado el mismo consejo. Y vale también para la televisión.
Cuando tienes un hijo o hija que nunca ha utilizado una tablet, no ya un móvil, da cierto miedo acercarse a ese momento que se puede retrasar mucho pero que es inevitable. Por cierto, la recomendación de los psicólogos es retrasarlo todo lo posible porque aseguran que los estudios han demostrado que, cuando llegue el momento, se pondrán al día muy rápido con el uso de estas pantallas, de manera que no les perjudicará ni a nivel social, ni académico, ni profesional. Por si este es otro de los miedos que tienes respecto al uso de pantallas.
Dicho esto, y como los psicólogos son conscientes de que es difícil retrasar que un menor toque una pantalla hasta más allá de los 12 años (insisto, recomiendan alargarlo todo lo posible, hasta los 16 años si fuera posible), saben que en muchas familias las pantallas forman parte del día a día. Y más desde que tenemos que incluir a las televisiones en este concepto de “pantallas”, ya que hace ya tiempo que en la tele no ves lo que hay, sino que eliges lo que ves. Por eso, la tele también está incluida en este consejo o hábito que al menos dos expertos me han recomendado personalmente aplicar como paso previo al uso de pantallas en la infancia.

Lo primero que deberíamos hacer antes de dejar que vean pantallas
Este hábito que me han recomendado y que hago extensivo por aquí por si puede ayudaros no solo es para los peques, también para los adultos de la casa. No tanto para que demos ejemplo, que es algo que por descontado recomiendan también los expertos, sino para evitar despistes o negociaciones que no son necesarias en torno a las normas de uso de las pantallas en casa.
El consejo, ahora sí, consiste en acordar con nuestros hijos e hijas un “marco legal”, unas normas de uso de las pantallas, escribirlas —mejor que lo hagan ellos y ellas— y colocarlas en un lugar visible de la casa como puede ser la nevera. Podéis dejar que ellos y ellas escojan alguna norma y negociar una lista en la que, evidentemente, tengan un peso importante e inamovible aquellas que consideréis esenciales, como el tiempo de uso diario. Es muy importante que una vez hecho se coloque a la vista de todo el mundo, tanto como hacer el reglamento en sí.
Otros consejos
No es este el único consejo que varios psicólogos me han dado para empezar a gestionar el uso de pantallas en casa, pero sí es el primero, el paso previo o inicial.
Otros dos consejos interesantes, más allá de hacerme ver que la tele en los tiempos que corren no difiere en cuanto a uso de las tablets u ordenadores, es que empecemos por regular el tiempo de uso desde la herramienta de control parental. Es también el primer paso en este sentido, y es esencial según los expertos porque al llegar al tiempo límite, las pantallas se apagan solas y no por orden de los adultos de la casa.
Esto hará, incluso cuando los peques se enfaden, que dirijan su ira contra otra diana que no seamos nosotros. Si la apagamos nosotros o lo ordenamos, el enfado será con nosotros, y esta situación no es la misma; será más difícil de gestionar.

Y el otro hábito familiar que los psicólogos recomiendan con determinación en lo relativo al uso de pantallas en niños y niñas de 6 a 11 años es que se utilicen en espacios compartidos de la casa. Que no se les permita su uso en cuartos de juegos o habitaciones, o baños incluso, sitios en los que es imposible echar un ojo a lo que están haciendo.
Además, ya cuando sean más mayores y empiecen a autogestionar sus pantallas, al menos dos expertos me han recomendado otro truco que comparto: de vez en cuando, de forma aleatoria y tratando de generar un clima amable para ello, comprobar juntos el historial del menor. Ver qué ha buscado y comentarlo con él o con ella.