Las mujeres tienen poco más de un hijo de media en España, un dato oficial (lo publica el Instituto Nacional de Estadística, que registra su serie histórica desde 1858), que nunca ha sido tan bajo. En 1975, hace apenas medio siglo, la media era de tres hijos por mujer: nacieron más de 677.000 bebés en 1976 en nuestro país; en 2022, nacieron poco más de 329.000 bebés en España.
En dicho año, el 2022, el INE señala que los nacimientos se redujeron un 2,4% con respecto al año anterior, y el número medio de hijos por mujer bajó hasta el 1,16. Como decíamos, las mujeres españoles tienen poco más de un hijo a lo largo de su vida. Teniendo en cuenta, además, que el número de defunciones aumentó un 3%, el crecimiento vegetativo de la población registró un saldo negativo de 133.250 personas en España en 2022.
Todos estos datos (y otros de interés), que muestran la caída de la natalidad en España a mínimos históricos, los registra de forma oficial el INE desde hace muchos años. De hecho, las estadísticas de nacimientos son uno de los trabajos más longevos del instituto español, ya que se remontan los primeros datos a 1858.
Antes de esta fecha, al no existir registros históricos oficiales, la estadística deja paso a las teorías históricas y sociales, que se completan o se sustentan en la investigación científica de las sociedades del pasado, algo que nos está permitiendo conectar con las formas de vida propias de épocas pasadas, incluso de la prehistoria.

Pasa saber cuántos hijos e hijas tenían las sociedades antiguas, disciplinas como la paleontología han trabajado de forma ardua (lo siguen haciendo) y muy rigurosa en el estudio de las pruebas rescatadas en yacimientos de todo el mundo. Este trabajo, sumado al trabajo de investigación realizado a partir de los materiales y evidencias encontradas, ha permitido corroborar la altísima carga simbólica que el nacimiento, y también el embarazo, ha tenido para la humanidad desde sus primeras etapas, cuando la organización social se reducía a pequeños grupos, tribus o clanes.
Ahí están los innumerables ejemplos de ceremonias para propiciar la fecundidad, las evidencias artísticas en forma de pinturas rupestres o arte mueble, y la transmisión del conocimiento a través de generaciones en lo que tenía que ver con las prácticas de parto.
Cuántos hijos teníamos en la prehistoria
Como explican nuestros compañeros de Muy Interesante en el artículo titulado ‘Cuántos hijos teníamos en la prehistoria’, cuyo contenido toma documentación de artículos divulgativos como ‘Sobre la infancia en la Prehistoria: un análisis de las sociedades del interior peninsular entre el VI y III milenio AC’ y libros como ‘El hombre prehistórico es también una mujer’, de Patou-Mathis, “La estructura familiar y el número de hijos variaban significativamente en la prehistoria, como no podía ser de otra manera, pues abarcamos muchos siglos y espacios por los que se expandió un mosaico de factores socioeconómicos y culturales”.
Según Muy Interesante, “el número de hijos que cada pareja decidía tener dependía de la abundancia de recursos, la estabilidad del entorno, y las prácticas culturales predominantes”.
No cabe duda de que la fertilidad era una cualidad altamente valorada debido a que era esencial para el desarrollo y permanencia de la comunidad, pero no se puede generalizar en exceso sobre el número de hijos e hijas que se tenían en la prehistoria.
De esta forma, en regiones y sociedades sustentadas en el sistema la caza y la recolección, las familias solían ser más pequeñas. Entre otros motivos, porque era clave para la subsistencia de la comunidad que así lo fueran, también porque eran sociedad flexibles en cuanto a su hábitat; nómadas en muchos casos.
Es con el desarrollo de la agricultura y la sedentarización cuando la familia se extiende en lo que respecta al número de vástagos por unidad familiar. Entre otras razones, por la capacidad para generar excedentes alimentarios, que facilitaba sacar adelante más hijos, que a su vez eran mano de obra potencial para seguir desarrollando la comunidad. “Este cambio no solo reflejaba una transformación en las estructuras económicas, sino también en las dinámicas familiares, donde la relación entre fertilidad, supervivencia infantil, y estructura social se entrelazaba con las prácticas culturales y las creencias de cada sociedad, variando enormemente a través del tiempo y de una región a otra”, señalan en su artículo divulgativo los compañeros de Muy Interesante.

Este cambio demográfico y, por ende, en la construcción de las unidades familiares, se desarrolla con la llamada Revolución Neolítica, que es el momento histórico en el que las sociedades se asientan en el sedentarismo de la mano de la agricultura. “Marcó un punto de inflexión en la historia humana, transformando profundamente las estructuras familiares y la demografía infantil”, aseguran en su artículo divulgativo los compañeros de Muy Interesante. “La teoría clásica, propuesta por Vere Gordon Childe, sugiere que la agricultura trajo consigo una mejora en la nutrición, lo que resultó en una reducción de la mortalidad y un consecuente aumento poblacional. Por otro lado, la teoría moderna argumenta que fue el incremento en la tasa de fecundidad, más que una disminución en la mortalidad, lo que impulsó el crecimiento poblacional durante el Neolítico”, añaden. Las dos teorías vinculan, en cualquier caso, la agricultura y el sedentarismo como los factores clave para el cambio de la demografía infantil.
En todos los casos, los niños y niñas no eran sujetos pasivos en la vida de sus comunidades, sino que desarrollaban un papel activo y con un peso específico. “Las evidencias funerarias ofrecen una ventana hacia la percepción de la infancia en el pasado. Las variaciones en el tratamiento funerario de los niños revelan mucho sobre su posición dentro de la sociedad”, se lee en el artículo que da pie a esta pieza. “Desde entierros con objetos personales hasta tumbas que indican ritos específicos, estas prácticas funerarias subrayan la integración social de los niños y el valor que se les otorgaba dentro de su comunidad. Tales prácticas destacan la profundidad de la conexión emocional y cultural hacia la infancia en el mundo prehistórico, reflejando un reconocimiento de su importancia tanto en la vida presente como en el más allá”, agregan.
En los últimos años, debido al problema de la natalidad en Europa, el continente más envejecido del mundo, y en países como Corea del Sur, que se plantean medidas polémicas para combatir la baja natalidad, se ha puesto en el centro del debate político y social esta cuestión. Existe un debate acerca de cómo potenciar la natalidad sin perjudicar el modo de vida contemporáneo, con la mujer plenamente incorporada al entorno laboral y académico, entre otras circunstancias.
Por eso, se han desarrollado también numerosos estudios científicos del pasado con el foco principal puesto en la maternidad. A modo de ejemplo, te recomendamos el trabajo ‘El valor de las madres para la sociedad: respuestas a las prácticas de maternidad y crianza infantil en la Europa prehistórica’, liderado por Katharina Rebay-Salisbury, arqueóloga especializada en la Edad del Bronce y la Edad del Hierro en Europa, que también es responsable del proyecto VAMOS (‘El valor de las madres para la sociedad: respuestas a las prácticas de maternidad y crianza infantil en la Europa prehistórica’), una iniciativa financiada con una subvención del Consejo Europeo de Investigación (CEI).