Acoso escolar: cómo detectar a los agresores

La mayoría de padres saben detectar si sus hijos están sufriendo acoso escolar. Pero, ¿qué pasa cuando el acosador es nuestro hijo?

Nadie quiere que su hijo sea víctima de bullying o acoso escolar pero, ¿qué sucede cuando el acosador es nuestro hijo? En muchas ocasiones, lo más sencillo es cerrar los ojos a la realidad, pues es difícil asumir que nuestro niño es “el malo” de la película.

Sin embargo, detectar estas conductas es muy importante y no solo para evitar el daño sobre otras personas: también por el bien de nuestro propio hijo, pues detrás de este comportamiento pueden esconderse problemas como una baja autoestima, falta de motivación e incapacidad para enfrentarse a la frustración. Estas conductas pueden repetirse en el futuro y llevar a acciones peligrosas o delictivas, por lo que es mejor identificarlas a tiempo para ayudar a nuestros hijos. “Admitir que tenemos a un acosador en casa no es plato de gusto para nadie. Por eso tratar de exculpar a nuestros hijos con frases como ‘no se ha dado cuenta’ o ‘es cosa de niños’ es un error muy frecuente”, explica Irene López Assor, directora de la Fundación Gestiona, que ha elaborado un protocolo para identificar y prevenir situaciones de acoso escolar.

8 pautas para reconocer a posibles acosadores

Lo primero es identificar conductas indicativas de que nuestro hijo está acosando a otros compañeros en el colegio o instituto. Estos rasgos pueden ayudarte a reconocer esa tendencia:

Al niño le resulta muy complicado tener empatía y meterse en la piel de otros y, como consecuencia de ello, es a veces cruel con quienes le rodean. Tras esa conducta poco amable no parece sentirse mal consigo mismo ni arrepentido por su comportamiento.

Es normal que nuestro hijo sienta rabia en ocasiones, pero dicha rabia ha de estar sometida a un cierto control y asociada a un previo ataque de terceros. Los niños con tendencia acosadora se enfadan con mucha facilidad, tienen una muy baja tolerancia a la frustración, son caprichosos y exigentes con los padres y nada parece ser suficiente para ellos.

El chico no integra adecuadamente actos y consecuencias de los mismos, por lo que la relación entre ambos es caótica y aleatoria.

Carece de herramientas o habilidades para resolver el conflicto que se presente, o en su caso, para pedir ayuda. Ante una situación conflictiva, el niño se frustra y seguidamente entra en ira. Todo ello desemboca en actos agresivos con sus compañeros, sin importarle las consecuencias, ya que solo quiere expresar dicho estado emocional.

La falta de seguridad en sí mismo propicia las demostraciones de poder sobre otros. La constante necesidad de hacerse notar y marcado sentido del ridículo sale al exterior en forma de conducta dominante y agresiva.

El menor hace su voluntad, tiene asimilados pocos límites en su comportamiento y no da explicaciones a sus padres de sus actos. Esto puede estar provocado por una ausencia de control parental que hace que el menor no se sienta observado y crea que tiene vía libre para campar a sus anchas.

Muchos comportamientos de acoso responden a la necesidad del menor de obtener la atención de sus padres. Conseguirla, aunque sea a través de conductas agresivas con los demás, es un premio para él.

El niño tiene una percepción errónea de la intencionalidad de los otros; piensa que los demás están en su contra y que el mundo es un lugar hostil donde la única defensa eficiente es un ataque. La agresividad, física, verbal y psicológica, constituye la piedra angular de su interacción con un entorno que está siempre al acecho. Esperando un momento de debilidad suya para echársele encima.

Mi hijo es acosador, ¿y ahora qué hago?

Aunque te cueste asumirlo, no trivialices la situación ni la dejes pasar. Tampoco culpes a otros de la conducta del niño. Los expertos recomiendan predicar con el ejemplo: si tu hijo es violento o agresivo con otras personas, no uses tú ese tipo de comportamientos para sancionar su actitud. Eso no le ayuda a comprender su error. Al castigo debe acompañar una adecuada comunicación con tu hijo: muéstrale tu confianza y escúchale, ayúdale a manifestar sus frustraciones sin agredir a otros.

Muchas veces el comportamiento del acosador se debe a la incapacidad para asumir límites. Si ese es el caso, establece normas – siempre razonando, que entienda por qué son necesarias- y exige su cumplimiento.

También se puede canalizar su energía en alguna actividad que le guste: un deporte, la música… buscad cosas que le motiven para que se centre en ellas. Intenta volcar su forma de ser hacia alguna acción positiva: puede aprovechar su capacidad de liderazgo para implicarse en alguna causa social, por ejemplo.

Ayúdale a desarrollar su empatía, a ponerse en el lugar de otras personas y saber cómo se sienten. También podéis adquirir una mascota y que él se responsabilice de cuidarla. Anímale a compartir y a ayudar, a que conozca la satisfacción de resolver un conflicto de forma pacífica.

Habla con sus profesores y mantente informado de su evolución en el colegio. Juntos será más fácil resolver el problema.

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