Puedes pensar a priori que la física es ajena a la crianza, pero no olvides, por ejemplo, que la física cuántica es la disciplina científica que más presente está en nuestra vida cotidiana, así que un un físico humanista también tiene mucho que enseñarnos sobre la crianza de los hijos. Y más en una época marcada por la inmediatez y la sobreinformación, un contexto en el que encontrar una voz pausada y reflexiva como la del físico Alan Lightman es casi un acto de resistencia. En El cerebro trascendente. Espiritualidad en la era de la ciencia (Pinolia, 2024), el profesor del prestigioso MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), y autor de obras que cruzan ciencia, arte y filosofía propone una mirada que no enfrenta ciencia y conciencia, sino que las entrelaza. Esta perspectiva, aunque nacida en el mundo de la física teórica, puede aportar claves valiosas para la educación emocional e intelectual de nuestros hijos.
El libro escrito por Alan Lightman, que también se desempeñó en la universidad de Harvard, no es un manual de crianza, pero sí una brújula ética e intelectual para madres y padres que desean educar con ciencia y conciencia. Una invitación a acompañar el desarrollo de los hijos desde el respeto profundo a su complejidad, su capacidad de asombro y su humanidad esencial.
Porque, como sugiere Lightman, no hay contradicción entre lo racional y lo espiritual si aprendemos a mirar con profundidad.

La conciencia como raíz de toda experiencia
Uno de los puntos centrales del libro es el análisis de la conciencia. Alan Lightman se pregunta: “¿Cómo pueden las neuronas materiales del sistema nervioso dar lugar a la sensación que llamamos conciencia?”. Su exploración parte de la premisa de que no necesitamos recurrir a entidades sobrenaturales para explicar nuestras vivencias más profundas: basta con aceptar que de un cerebro material pueden surgir experiencias trascendentes, como el asombro, la belleza o la compasión.
Para madres y padres, esta idea puede ser transformadora. ¿Y si el primer paso en la educación fuera simplemente "reconocer" la conciencia que ya habita en nuestros hijos? Acompañar su crecimiento no como una imposición de valores externos, sino como un cultivo de su sensibilidad natural hacia el mundo.
Un humanismo materialista para educar sin dogmas
El autor se define como un “materialista espiritual” y propone un enfoque humanista que acepta la dimensión espiritual de la experiencia sin apelar a lo sobrenatural.
Así lo resume: “El deseo de conexión y pertenencia, el sentimiento de formar parte de algo más grande que nosotros mismos, la apreciación de la belleza […] son subproductos de otros rasgos que tuvieron un beneficio evolutivo”.
Este enfoque permite educar desde una ética sin dogmas: enseñar a nuestros hijos que pueden maravillarse ante el mundo, sentir empatía, buscar el bien común y explorar su creatividad sin necesidad de verdades absolutas.
Es una invitación a criar desde el asombro compartido, no desde la autoridad infalible, que es la característica esencial de uno de los tipos de crianza que no encajan con la filosofía de educar sin dogmas. Y, cuidado, casi todo se puede heredar de padres a hijos: no en vano, la ciencia ha demostrado que hasta la ansiedad matemática se hereda de padres a hijos, de manera que también la autoridad se puede trasladas a nuestros peques.

La creatividad como forma de trascendencia
Uno de los conceptos más sugerentes que propone el físico teórico es el de "trascendencia creativa", que Lightman define como “esa sensación estimulante y elevada que se produce cuando vemos algo nuevo en el mundo […] o nos encontramos en un estado de pura visión”.
Es un estado en el que desaparecen el ego y la autoconciencia: “Durante el momento creativo, no tenemos sentido de nuestro yo, de nuestro cuerpo, ni siquiera del tiempo y el espacio. Simplemente estamos en la zona”.
Para padres y educadores, esta idea abre la puerta a fomentar espacios de exploración y expresión genuina. No se trata solo de arte o ciencia: cualquier actividad —desde jugar con barro hasta inventar una historia o resolver un problema cotidiano— puede convertirse en un momento de conexión profunda entre el niño y el mundo. La idea conecta, por ejemplo, con actividades como los denominados role play o juego de roles.

Cómo aplicar esta filosofía en la crianza
La propuesta de Lightman no se traduce necesariamente (o sí, ya has visto el paralelismo con el juego de roles) en recetas prácticas, pero sí en actitudes. Estas son algunas claves que podemos extraer para la educación:
- Fomentar el pensamiento complejo y no dicotómico. Mostrar que se puede ser racional y sentir lo sagrado en la vida.
- Valorar las preguntas tanto como las respuestas. Un niño que pregunta por qué brillan las estrellas o qué pasa después de morir merece una respuesta honesta… incluso si esa respuesta es: “no lo sabemos”.
- Cultivar el asombro como motor de aprendizaje. Estar atentos a los momentos en que nuestros hijos “se disuelven” en una experiencia. Ahí ocurre algo importante.
- Dar espacio al silencio y la contemplación. El libro empieza con una imagen íntima: una pareja que observa año tras año a una familia de águilas pescadoras en Maine. Anotan sus movimientos, registran los píos de las crías. “Memorizamos los distintos píos que emitían los padres por peligro, por hambre, por la llegada de uno de nosotros”. Esa presencia amorosa, sostenida y sin palabras, es también una forma de educar.
Referencias
- Lightman, Alan. El cerebro trascendente. Espiritualidad en la era de la ciencia. Pinolia, 2024.
