Cuando Martina tenía cinco años, su padre evitaba a toda costa ayudarla con los deberes de matemáticas. “Siempre se me dieron fatal”, decía, con una mezcla de vergüenza y resignación. Su madre, aunque más dispuesta, se mostraba insegura cada vez que aparecían números en la mesa del salón o en cualquier otro lugar. Martina empezó pronto a dudar de sí misma, a decir que no servía para las mates. A los ocho años, ya había desarrollado una especie de bloqueo: lloraba antes de cada examen de matemáticas. Esta historia, que podría parecer anecdótica, refleja una realidad que la ciencia empieza a comprender mejor.
Un reciente estudio longitudinal ha encontrado un vínculo claro entre la ansiedad matemática de los padres y el rendimiento matemático de sus hijos en los primeros años de escolaridad. La investigación, publicada en el Journal of Experimental Child Psychology, sugiere que la actitud de los adultos hacia las matemáticas puede afectar el desarrollo numérico infantil incluso antes de que los niños pisen una escuela. No se trata de herencia genética ni de falta de recursos educativos: el factor diferencial, según los datos, es cómo se sienten los padres respecto a las matemáticas, y qué modelos emocionales transmiten a sus hijos.
La ansiedad matemática: qué es y cómo actúa en los adultos
La ansiedad matemática no es simplemente “no gustar de los números”. Se trata de una reacción emocional de tensión, miedo o incomodidad ante situaciones que implican cálculos, operaciones o razonamientos numéricos. Según el estudio, afecta a entre el 17% y el 30% de la población general, y puede interferir con la memoria de trabajo, la capacidad de tomar decisiones y la confianza para enfrentarse a tareas cotidianas que impliquen números.
Esta ansiedad, similar a otros trastornos de ansiedad reconocidos, puede generar síntomas físicos (como sudoración o aceleración del pulso), evitar situaciones que impliquen cálculos e incluso provocar un sesgo negativo hacia cualquier contenido relacionado con matemáticas. “La ansiedad hacia las matemáticas se conceptualiza como el miedo, la tensión y la aprensión experimentados al enfrentarse a contenidos o actividades relacionadas con las matemáticas”, recoge el artículo.
En adultos, esto puede tener consecuencias laborales y personales. Pero cuando esos adultos son padres y madres, sus emociones pueden tener un efecto indirecto pero persistente sobre el desarrollo educativo de sus hijos.

Lo que dice la evidencia: seguir el desarrollo de 126 niños durante cinco años
El estudio fue diseñado para analizar esa posible influencia. Los investigadores siguieron a 126 familias desde que sus hijos tenían 3 años hasta los 8, evaluando en distintos momentos las habilidades matemáticas de los niños, su posible ansiedad ante las matemáticas y el nivel de ansiedad matemática de los padres. También se tuvieron en cuenta factores como el nivel educativo familiar.
Una de las principales conclusiones fue que la ansiedad matemática de los padres se asociaba a un rendimiento más bajo en matemáticas por parte de los hijos durante los años preescolares. Es decir, antes incluso de que el colegio tuviera un papel importante, ya se notaban las consecuencias del clima emocional en casa.
Además, los niños que mostraban peores habilidades numéricas en edad preescolar mantenían esa desventaja a los ocho años, lo que sugiere un efecto acumulativo. El artículo lo explica así: “La ansiedad matemática de los padres estaba asociada con las habilidades matemáticas de los niños en los años preescolares incluso después de controlar el nivel educativo parental”.
Este hallazgo es relevante porque rompe con la idea de que la escuela puede compensar todo. Aunque el sistema educativo tiene un papel importante, el entorno familiar sigue siendo determinante en el desarrollo temprano de habilidades cognitivas.

¿Se hereda la ansiedad matemática? Un vínculo más débil de lo esperado
Uno de los aspectos más interesantes del estudio es que no encontró una relación directa entre la ansiedad matemática de los padres y la ansiedad matemática de los hijos. Es decir, que un padre o madre tenga miedo a las matemáticas no implica necesariamente que su hijo o hija también lo desarrolle emocionalmente.
Esto contrasta con lo que se ha observado en otros tipos de ansiedad. “No se halló relación directa entre la ansiedad matemática de los padres, medida cuando los niños tenían tres años, y la ansiedad matemática de los niños a los ocho años”, recoge el estudio.
Sin embargo, el impacto indirecto sigue siendo importante. Los niños que desarrollan peores habilidades matemáticas tienden a experimentar más ansiedad con el tiempo, en una relación que puede volverse bidireccional: el bajo rendimiento genera malestar, y ese malestar reduce la motivación y el aprendizaje.
Por eso, aunque no se transmita emocionalmente, la ansiedad de los padres puede crear condiciones que favorezcan la aparición de ansiedad en sus hijos en el futuro, a través de una menor exposición, refuerzo negativo o la falta de apoyo adecuado.

Qué ocurre en casa: comportamientos y actitudes que hacen la diferencia
El entorno familiar es el primer espacio donde los niños interactúan con los números. Contar los escalones, repartir galletas, medir ingredientes o jugar a juegos de mesa son experiencias numéricas informales. Los estudios muestran que los padres con ansiedad matemática se involucran menos en estas actividades, lo que limita las oportunidades de aprendizaje de los hijos.
Además, es más probable que estos padres eviten situaciones numéricas o transmitan actitudes negativas cuando ayudan con los deberes. Un estudio citado en el artículo encontró que “la frecuencia de actividades matemáticas en casa se relacionaba positivamente con las habilidades numéricas de los niños, pero solo en padres con bajos niveles de ansiedad matemática”.
Esto significa que no solo importa lo que se hace en casa, sino cómo se hace y con qué estado emocional. Mostrar agobio o inseguridad al hacer una actividad matemática puede enviar el mensaje de que los números son peligrosos o imposibles de dominar.
En este sentido, el estilo de acompañamiento es clave. Los padres que muestran interés, paciencia y confianza fomentan un clima en el que los errores son parte del aprendizaje y no amenazas al autoestima.
Implicaciones prácticas: qué pueden hacer madres y padres hoy
La buena noticia es que el efecto de la ansiedad matemática de los padres no es irreversible. Los autores del estudio insisten en que mejorar la relación con las matemáticas en la edad adulta es posible, y puede tener beneficios tanto personales como familiares.
Una primera estrategia consiste en tomar conciencia del propio miedo y trabajar activamente para reducirlo, ya sea con recursos gratuitos, cursos de numeracy para adultos o simplemente exponiéndose a actividades numéricas cotidianas.
Otra vía muy efectiva es fomentar una mentalidad de crecimiento en los hijos: hacerles ver que equivocarse en matemáticas no significa “no ser bueno” en esa materia, sino que es una parte esperada del proceso. Hablar con positividad, mostrar curiosidad y no dramatizar los errores puede ayudar mucho más de lo que parece.
Y, quizás lo más importante: no evitar las matemáticas. Incluso si uno no se siente competente, implicarse en juegos, rutinas o conversaciones numéricas con los hijos, sin presiones ni juicios, puede sembrar una relación más saludable con los números.
Referencias
- C. Tomasetto, M.C. Passolunghi, C. De Vita, V. Guardabassi, K. Morsanyi. Parental mathematics anxiety is related to children’s mathematical development in preschool and the first school years. Journal of Experimental Child Psychology, Volume 252, April 2025, 106185. https://doi.org/10.1016/j.jecp.2024.106185.