Tras divorciarse, muchas personas se vuelven a enamorar y deciden apostar por una nueva relación. La situación se complica cuando uno o ambos miembros tiene hijos de la relación anterior.
Tener claro que estamos ante un modelo diferente de familia a la tradicional y que por tanto nos exigirá algunos cambios y tareas, resultará fundamental para el bienestar y felicidad de esta nueva familia.
1. Venimos de un duelo
Cuando estamos en pareja construimos un espacio juntos, descubrimos aspectos de nuestra propia identidad y creamos un proyecto de vida en común. Crecemos con el otro y aunque poseemos nuestra individualidad, nos sentimos y pensamos como pareja. Gran parte de nuestra imagen y lo que somos, está en relación con la unión que formamos.
Cuando la relación se rompe tenemos que redefinir todos estos aspectos. ¿Cómo separar entonces quien soy yo si gran parte de lo que me define está ligado a una historia en común? De ahí que el proceso de duelo por la separación sea tan complicado.
Hay muchas personas que aunque se divorcien continúan enganchadas a su expareja. No han podido superar esta pérdida y se encuentran en lo que llamamos un duelo congelado. Les invade la rabia, el dolor y una sensación de injusticia que imposibilita avanzar en la elaboración de este proceso. Esta situación resulta nefasta para iniciar un nuevo proyecto de familia, ya que aunque estemos separados físicamente y queramos dejar atrás la relación, mantenemos un vínculo emocional tan fuerte con el otro que se hace presente de forma continuada en nuestro día a día.
Para poder cerrar esta relación es importante haber construido una explicación que dé sentido a esta pérdida. El trabajo del duelo es doloroso y nos despierta mucha tristeza y emociones que pueden llevarnos a otras etapas de sufrimiento pasadas, pero no debemos traducirlo en agresión o rabia hacia la expareja.
Cada crisis vital puede implica dolor, incertidumbre y miedo pero también es una oportunidad para encontrarnos con nosotros mismos, iniciar nuevos proyectos y salir fortalecidos de esta experiencia.
2. Ex pareja pero no ex padre o ex madre
Es importante que diferenciemos entre los roles parentales y los de pareja cuando tenemos hijos en común. Aunque nos hayamos separado, seguimos siendo padres y madres. Los niños y adolescentes necesitan mantener el contacto con ambos progenitores para un desarrollo sano, ya que están creando su propia identidad; y los padres, especialmente cuando son más pequeños, son sus referentes.
Algunos alejan a sus hijos de su otro progenitor con la idea de que ante esta ausencia se llevarán mejor con su nueva pareja, pero lo único que puede producir es una idealización de la figura del padre/madre que no está presente. Por eso hay que hacer un esfuerzo y dejar de lado las rivalidades que tienen que ver con la anterior relación de pareja para centrarnos en nuestra obligación como padres de acompañar y sostener a nuestros hijos.
Una forma de hacerles sentirse protegidos es mediante la puesta de límites. Son una forma de cuidado y muestra de amor por parte de los padres. Aunque puedan reaccionar con enfado y violencia, se sienten tranquilos porque saben que hay un otro que va a frenar sus impulsos. Muchas veces, en este tipo de familias, se evitan los límites porque los padres se sienten culpables o quieren evitar discusiones, produciendo mayor desorden y descontrol en el hogar. Por ello hay que ser flexibles, pero también claros y consistentes en las normas y pautas que les ponemos.
También es importante tener en cuenta que las normas que se establezcan tengan una coherencia en los dos hogares. Es difícil que coincidan las mismas exactamente, ya que entran en juego más personas (parejas de unos y otros, hijos de ambas relaciones, abuelos, tíos, etc) e incluso puede resultar enriquecedor para los niños que haya cierta disparidad, pero cuando las diferencias son excesivas dejan de proporcionar seguridad y contención. Éstos tendrán que complacer a unos y a otros intentándose adaptar a ambientes confusos, olvidándose de sus propios deseos y de sí mismos.
3. Ponerse en la piel de los hijos
Muchas veces los niños y adolescentes expresan sus emociones (ira, decepción, tristeza) a través de manifestaciones conductuales: les vemos más agresivos, desde el colegio nos dicen que no atiende o empeora las notas, se muestran ausentes, rebeldes, incluso violentos. Por ello es muy importante que como padres no nos quedemos en este tipo de manifestaciones y les ayudemos a expresar lo que sienten con palabras y no actuaciones. Están pasando por un momento difícil y hay que darles tiempo para que asuman la nueva situación.
En un primer momento viven con la fantasía que sus padres se van a reconciliar. Son las dos personas que más quieren y les aportan seguridad, por lo que al separarse, su mundo tambalea. Ven a la pareja de su padre o madre como un intruso, que ha venido a quitarle su lugar y cariño. Por ello es frecuente que intenten boicotear la relación, ya que sienten miedo a ser también abandonados. Es importante explicarles que el amor que se tiene hacia ellos es incondicional, por mucho que se tenga una nueva pareja.
Además pueden sentirse culpables si se llevan bien con la pareja nueva del padre/madre ya que traicionarían al progenitor ausente. Poco a poco se irán dando cuenta que pueden querer a ambos sin que nadie salga herido.
4. Madrastra y padrastro, papel complicado
Desde la cultura popular se nos ha transmitido la figura de la madrastra como la malvada del cuento, que ocupaba el lugar de la madre y anulaba al padre, maltratando muchas veces a los hijos.
Pero la realidad es muy distinta. Se encuentra habitualmente en “tierra de nadie”, ya que debe ganarse el afecto de los hijos de su pareja cuando éstos le ven como la culpable de la separación de sus padres y por otro lado, su pareja, muchas veces dejándose llevar por la culpa, siente que debe defender y proteger a sus hijos a toda costa, aunque sea a base de desautorizarla.
Por ello la comunicación entre los miembros de la pareja es fundamental, ya que hay que establecer qué cambios se harán en las normas del hogar y lo que se espera de cada uno de ellos, definiendo también el rol de la nueva pareja con los hijos.
Con respecto a los niños, es recomendable acercarse a ellos poco a poco, sin invadirles. Que vean que no se va a ocupar el lugar del padre o de la madre. Habrá que situarse en una posición intermedia, ni desde el “coleguismo” pero tampoco desde un autoritarismo extremo.
Es aconsejable buscar espacios para compartir juntos, que coincidan con sus gustos y disfruten de ese tiempo para ir creando poco a poco un vínculo de confianza.
5. La pareja forma equipo
Muchas veces la mirada está tan puesta en los hijos y en su adaptación a los cambios, que nos olvidamos fortalecer la nueva relación. Pero recordemos que si hay fisuras con nuestra pareja, no será muy difícil sostener a la familia. Tenemos que permanecer fuertes como pareja y apoyarnos mutuamente para poder sortear las dificultades que tenemos con los demás miembros.
Una vez reforzado el vínculo de pareja, hay que dar paso a la creación de una identidad familiar, para ir tejiendo una red emocional que nos una a todos y nos sintamos parte de ésta. ¿Cómo lo hacemos? Compartiendo momentos juntos, a través de rituales específicos que nos definan o nos diferencien como familia, aprovechando las vacaciones o los fines de semana para hacer algo especial, etc.
Ayudas extra
A través de los cuentos podemos acercarnos a nuestros hijos y explicarles de una forma más sencilla lo que está pasando en casa, ya que desde muy pequeños pueden percibir el clima emocional que hay entre los padres y si no se habla con ellos de una forma clara pero desde un lenguaje adaptado a ellos, pueden sentirse culpables, ansiosos, con miedo.., etc.
Cristina Zárate Kindelan es psicoterapeuta infanto juvenil y de familia de Psicólogos Pozuelo.