La infancia es una etapa especialmente vulnerable a los efectos de la contaminación atmosférica. El cerebro en desarrollo responde con sensibilidad a las condiciones del entorno, y la exposición a contaminantes podría interferir con procesos críticos de maduración neurológica. Sin embargo, la mayor parte de la investigación se ha centrado en adultos, y existe un vacío de conocimiento sobre los efectos a largo plazo de la exposición infantil.
Para abordar esta brecha, un equipo internacional publicó en Environmental Research (2025) un estudio que analizó datos del Christchurch Health and Development Study (CHDS), una cohorte de 1.265 niños nacidos en 1977 en Nueva Zelanda. Mediante una reconstrucción detallada de los niveles de contaminación desde la etapa prenatal hasta los 10 años, se identificaron trayectorias de exposición y se analizaron sus efectos en el desarrollo adolescente.
Los hallazgos muestran que la exposición persistente o en momentos sensibles de la infancia se asocia con un mayor riesgo de problemas de atención, conducta, bajo rendimiento escolar y abuso de sustancias. Aunque los efectos individuales fueron modestos, las implicaciones a nivel poblacional podrían ser significativas.
Cuatro trayectorias de exposición y su impacto en la adolescencia
Los investigadores identificaron cuatro patrones distintos de exposición a contaminación entre los 0 y 10 años. Usando modelos de crecimiento por clases latentes, clasificaron a los niños en: baja continua (52,7%), alta continua (34,9%), alta prenatal y postnatal (6,3%) y exposición elevada en edad preescolar (6,2%). Cada patrón tuvo efectos distintos sobre el desarrollo posterior.
La exposición elevada en etapa preescolar se asoció con menor logro educativo, incluyendo menos aprobaciones escolares y menor probabilidad de obtener certificados de educación secundaria y universitaria. También se relacionó con mayores probabilidades de problemas de conducta y abuso de sustancias en la adolescencia.
La exposición alta y persistente o elevada en las primeras etapas de vida también mostró efectos negativos, particularmente en atención, funcionamiento cognitivo y rendimiento académico.
El patrón prenatal-postnatal, por ejemplo, se asoció con mayor riesgo de abuso de sustancias y menor razón matemática.

Desarrollo cognitivo y rendimiento escolar afectados
Los niños con exposición alta, continua o prenatal, presentaban menor capacidad cognitiva, evaluada mediante pruebas estandarizadas como el coeficiente intelectual (IQ), razonamiento matemático, comprensión lectora y calificaciones escolares entre los 8 y 13 años.
Las diferencias no solo fueron estadísticamente significativas, sino también consistentes a lo largo de los años escolares.
La exposición prolongada se asocia con un descenso en habilidades clave para el aprendizaje, que podrían tener repercusiones a largo plazo en la trayectoria educativa y laboral de los niños.
El grupo con exposición preescolar elevada tuvo los peores resultados en educación secundaria, con una reducción del 73% en la probabilidad de obtener el certificado de sexto curso y del 65% en el acceso a la educación terciaria, en comparación con los niños con exposición baja.
Comportamiento adolescente y salud mental bajo presión
Varios patrones de exposición mostraron asociaciones con problemas de conducta y salud mental entre los 14 y 16 años. El grupo con exposición preescolar elevada mostró mayor riesgo de trastorno negativista desafiante, problemas de conducta y atención, incluso tras ajustar por factores familiares y socioeconómicos.
El patrón prenatal-postnatal se relacionó con problemas de atención y consumo problemático de alcohol y sustancias.
Aunque los intervalos de confianza fueron amplios, los resultados se mantuvieron estadísticamente significativos en varios modelos, sugiriendo un impacto real.
La exposición continua también mostró efectos negativos en atención y abuso de sustancias, lo que podría vincularse con mecanismos neurobiológicos de inflamación o disrupción del sistema de recompensa cerebral durante el desarrollo.

Mecanismos biológicos y ventanas de vulnerabilidad
El estudio apoya la hipótesis de que existen períodos críticos en el desarrollo infantil en los que la exposición a contaminantes del aire tiene mayor impacto.
El período prenatal y los primeros dos años de vida se consideran especialmente sensibles debido a la alta plasticidad cerebral.
Las partículas finas podrían afectar el cerebro directamente a través del nervio olfatorio, o de forma indirecta mediante señales inflamatorias desde los pulmones. Estos procesos podrían alterar la conectividad neuronal y el volumen de materia gris en regiones como la corteza prefrontal.
Estudios previos con neuroimagen y modelos animales han mostrado alteraciones cerebrales, como menor volumen de sustancia gris, hiperintensidades en la sustancia blanca y disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal tras exposición crónica a contaminantes.
Limitaciones, implicaciones y caminos a seguir
Aunque se ajustó por numerosos factores de confusión, el estudio no puede establecer causalidad directa. El uso de datos modelados de contaminación y la falta de medidas contemporáneas individuales podrían introducir errores de clasificación.
Tampoco se incluyeron variables como exposición al ruido o acceso a espacios verdes, que podrían moderar o amplificar los efectos observados.
Aun así, el análisis longitudinal y el control riguroso de covariables refuerzan la validez de los hallazgos.
Si se replican, estos resultados tienen importantes implicaciones para la salud pública, especialmente en regiones con altos niveles de contaminación. Políticas de reducción de emisiones y protección de la infancia podrían evitar consecuencias negativas a largo plazo.

Un llamado a proteger el desarrollo desde el aire
Este estudio reafirma la necesidad de proteger a los niños de la contaminación ambiental desde el inicio de la vida. La exposición al aire contaminado durante el embarazo y los primeros años puede tener efectos acumulativos o duraderos sobre el desarrollo cerebral.
El hallazgo de asociaciones con problemas de conducta, atención y bajo rendimiento escolar en la adolescencia destaca la importancia de actuar tempranamente.
Las intervenciones en políticas urbanas, transporte y vivienda pueden tener beneficios significativos para la salud mental infantil.
Reducir la contaminación atmosférica es una estrategia no farmacológica eficaz y equitativa para mejorar el bienestar de la infancia y prevenir trastornos mentales en las generaciones futuras.
Referencias
- Hobbs M, Deng B, Woodward L, et al. Childhood air pollution exposure is related to cognitive, educational and mental health outcomes in childhood and adolescence: A longitudinal birth cohort study. Environ Res. (2025). doi:10.1016/j.envres.2025.121148