¿A qué edad deberían empezar los niños a recibir calificaciones en el colegio? Esta pregunta, aparentemente técnica, tiene un fuerte trasfondo emocional y educativo que afecta directamente a muchas familias. Ahora, un nuevo estudio sueco arroja datos preocupantes: la introducción temprana de las notas está asociada con un aumento significativo de diagnósticos de depresión y ansiedad en adolescentes, especialmente en niñas con logros académicos bajos o intermedios.
El trabajo, publicado en Health Economics (2025) y realizado por investigadores de la Universidad de Lund, se basa en una amplia muestra poblacional y ofrece un análisis riguroso sobre cómo la presión académica puede impactar en la salud mental infantil y adolescente.
Los resultados invitan a reflexionar sobre las consecuencias de medir y valorar con notas el desempeño de los niños y niñas desde edades cada vez más tempranas, en un contexto social donde las expectativas y el rendimiento escolar están muy presentes en la crianza. Aunque se atisbe un cambio con respecto a generaciones pasadas de padres y madres, no hay que olvidar que 8 de cada 10 niños y adolescentes están preocupados por su rendimiento académico.

Afecta más a las niñas
El estudio, obra de Anna Linder, Ulf‐G. Gerdtham y Gawain Heckley, investigadores en la Universidad de Lund (Suecia), analiza una reforma educativa sueca que en 2012 adelantó la introducción obligatoria de calificaciones escolares desde 8º a 6º grado (aproximadamente de los 14 a los 12 años). Este movimiento coincide con el sistema educativo en España, que a los 12 años tiene el límite entre Primaria y Secundaria, etapa en la que las calificaciones (aunque también lo tienen en Primaria), tienen más peso en el futuro de los estudiantes.
Este cambio generó una “variación natural” porque diferentes cohortes de alumnos y alumnas se vieron expuestos en momentos distintos a las primeras calificaciones formales, permitiendo a los investigadores comparar grupos similares antes y después del cambio. El análisis incluyó a más de medio millón de niños suecos, usando registros administrativos detallados de diagnósticos médicos en salud mental.
Su objetivo era medir si el hecho de recibir calificaciones a edades más tempranas estaba asociado con un mayor riesgo de recibir un diagnóstico de trastornos mentales, particularmente trastornos internalizantes como depresión y ansiedad, antes del final de la escuela obligatoria.

Los resultados son claros y estadísticamente robustos: las niñas expuestas a las notas antes de tiempo mostraron un aumento del 40-53% en el riesgo de recibir un diagnóstico clínico de depresión antes de terminar la secundaria obligatoria. La probabilidad de diagnóstico en estas niñas pasó de una media de 1,5% a casi 2,2%. En cambio, los efectos en niños fueron mucho más débiles o no significativos.
El impacto fue particularmente fuerte en niñas con rendimiento académico bajo o intermedio, un dato que alerta sobre la vulnerabilidad de las estudiantes que empiezan a sentirse “etiquetadas” en la escala de logros escolares en edades donde aún están formando su autoestima. De hecho, el estudio apunta a que las notas tempranas pueden actuar como “feedback de fracaso” para quienes aún no destacan académicamente, minando su confianza y aumentando el riesgo de desarrollar síntomas de ansiedad y depresión.

Implicaciones extrapolables a España
Aunque el estudio sueco se centra en un contexto muy concreto, sus implicaciones trascienden fronteras: la edad en la que los niños comienzan a ser evaluados formalmente puede influir en su bienestar emocional. Esto no significa que la evaluación o las calificaciones sean en sí mismas dañinas, pero sí que conviene considerar con cuidado el momento, la forma y el contexto en que se introducen. Porque es un error pensar que las calificaciones escolares definen la verdadera inteligencia.
Para padres y madres en España y otros países, este estudio es un recordatorio o una advertencia de que las notas escolares a lo largo de Primaria no son simplemente números o letras en un boletín, sino un mensaje que puede afectar la autoestima y la percepción de capacidad de nuestros hijos e hijas. Por ello, conviene contextualizarlas adecuadamente, evitar la sobreinterpretación de sus resultados y reforzar en casa la idea de que el aprendizaje es un proceso en evolución, no un juicio final sobre su valor.
Además, el estudio identifica una pauta preocupante: las niñas, en general, parecen ser más sensibles emocionalmente al feedback académico que los niños. Este dato invita a prestar especial atención a cómo interpretan las niñas las calificaciones, fomentando en ellas un enfoque flexible del aprendizaje, sin caer en el perfeccionismo, que les ayude a tolerar el error y les haga perder el miedo a fallar.

En definitiva, para familias que acompañan los primeros pasos escolares, estos hallazgos sugieren ser especialmente cuidadosos con cómo se gestionan las primeras calificaciones: observar el efecto emocional que provocan, conversar en casa sobre su significado y, sobre todo, recordar que no definen a la persona que las recibe.
Referencias
- Anna Linder, Ulf‐G. Gerdtham, Gawain Heckley. Adolescent Mental Health: Impact of Introducing Earlier Compulsory School Grades. Health Economics, 2025. DOI: 10.1002/hec.4982