Especialmente si es la primera vez que vas a comer fuera de casa después de haber dado a luz, y sobre todo, es la primera ocasión que lo vas a hacer en la compañía del bebé, es habitual que te surjan muchísimas dudas relacionadas con el momento, y sobre todo, algún que otro temor, ya que a muchos padres les da cierto miedo a que los niños “molesten” a otros comensales.
Debido a ello, muchos papás terminan cocinando en casa e invitando a sus amigos a almuerzos o cenas en la intimidad del hogar, convirtiéndose así en una especie de forma de vida predeterminada durante años, con alguna que otra cita nocturna quizá una vez al mes. Pero la realidad es bien diferente: es perfectamente posible ir a un restaurante con el bebé, o con el niño pequeño, y que la experiencia sea sumamente agradable.
De hecho, hay muchas parejas a las que les encanta salir a comer y descubrir nuevos lugares, un hobby que no abandonan después del nacimiento del bebé.
Sin embargo, cuando el bebé va creciendo, la cosa se pone más complicada (sobre todo si nos referimos a la etapa en la que cogen todo lo que tienen a la vista, no quieren estar sentados y les encanta jugar por el suelo). De no estar contentos, es habitual que acaben gritando o llorando desencadenando una famosa rabieta.
Por suerte, si aún tienes un bebé de pocos meses, todavía queda bastante para llegar a eso.
1. Haz una reserva
Imagínate que vas a ir a comer con la familia el Día de la Madre. Lo más probable es que el restaurante que hayas escogido esté lleno, y tengas que hacer cola y esperar un rato antes de poder entrar. Esto, evidentemente, acabará por cansar al bebé y puede hacer que termine más agotado.
Por tanto, lo ideal es intentar siempre hacer una reserva antes de ir al restaurante. Las reservas, además de no tener que esperar para sentarse, te confirman que la mesa estará lista, preparada y esperándote.
Incluso si estás algo preocupada/o por el tiempo que puedas estar esperando por elegir el menú, puedes anticiparte un poco y conocerlo, lo que te ayudará a hacerte una idea de lo que podrías pedir, y estarás listo/a para cuando el camarero llegue por primera vez a la mesa.
2. Dar un paseo

A muchos bebés les tranquiliza dar un paseo en cochecito, especialmente si en el coche han estado nerviosos o intranquilos. Puede ayudarle a tranquilizarse o, incluso, a dormir. Si esto ocurre, puedes dejarlo en su cochecito al menos durante la primera parte de la comida, lo que te ofrecerá tiempo para relajarte y para comer algo más tranquilo.
Y si no hemos conseguido que se duerman, al menos empezarás la comida con niños más tranquilos.
3. Pide una mesa fuera
Si tienes un bebé, seguramente quieras algo de privacidad, ya que ver a mucha gente en un mismo sitio tienda a agobiarte.
Si es así, puedes pedir una mesa fuera, algo que te brindará esa tranquilidad ansiada.
4. Atiende siempre al bebé

Si el bebé empieza a quejarse, a sentirse incómodo o a llorar, lo ideal es sacarlo del restaurante o del comedor hasta que se calme. En muchas ocasiones basta con cogerlo en brazos y mimarlo, para que se tranquilice; e incluso con un poco de suerte podríamos conseguir que se quede dormido en pocos minutos.
También podemos pedir a nuestra pareja que pasee con él fuera de la sala mientras terminamos de comer, y luego hacer el cambio si el niño todavía no se ha calmado del todo. O, bien, a último remedio pedir que te pongan la comida para llevar y terminar en casa.
5. El pan puede convertirse en un buen amigo
Todos deseamos comer de forma más saludable, y minimizar algunos alimentos menos saludables, como por ejemplo podría ser el caso de los panecillos. No obstante, un trozo de pan puede ser muy oportuno, especialmente cuando el bebé es grande y ya come pan y otros alimentos.
Son ideales para conseguir que el bebé se entretenga, mientras comemos tranquilamente (y lo controlamos).