El pequeño gesto que he incluido en mi rutina como madre para reforzar el vínculo con mis hijos

Noto que desde que hemos comenzado con estas notitas, él está más seguro de sí mismo, nuestra relación se ha reforzado y él se ha vuelto más agradecido conmigo.
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En los detalles está la diferencia. Una frase tan manida como real. Y difícil de aplicar en la asfixiante carrera de obstáculos que supone mantener a tus hijos limpios y sanos, llevarlos al colegio, a las extraescolares y a los cumpleaños, y que lleven, también, los calcetines emparejados. ¿Pero de verdad -suspiro- hay ahí hueco para los detalles? Parece imposible, pero debería.

Madre e hijo

No os vengo a exigir un nuevo esfuerzo para o bien llevaros aún más al límite, o bien cargaros la conciencia con algo más que deberíais hacer pero que no hacéis porque no os da la vida. Más bien vengo a contaros un pequeños gesto, que he estado incorporando a mi rutina como madre últimamente y que me está dando muy buenos resultados.

Hace unas semanas noté que mi hijo estaba flaqueando en autoestima. Ha comenzado primaria y los retos se le están multiplicando exponencialmente. Está afrontando, por primera vez, el manejo de la frustración ante asignaturas que se le dan peor que otras, asumiendo obligaciones que le limitan el tiempo libre y lo peor de todo, presagiando que este es sólo el comienzo de un camino en el que las tareas seguirán ganándole terreno al libre albedrío.

¿Cómo -me pregunté- puedo dulcificarle este reto? ¿Cómo colarme en sus preocupaciones para recordarle “que mamá está aquí” y que "estoy muy orgullosa del niño mayor en el que se está convirtiendo”? Y entonces recordé que alguien, no sé muy bien quién, me había contado que cuando su hija estaba triste, le escribía notitas que escondía en su desayuno del colegio para que las viera, por sorpresa, en el cole.

Profundizando en la idea, que a priori me parecía estupenda, tuve mis dudas, dado que mi hijo es una especie de preadolescente encerrado en el cuerpo de un niño de seis años y podía darse el caso de que le avergonzara encontrar una carta de mamá entre arándanos.

Pero decidí intentarlo, porque eso hacemos las madres, llamar sin preguntar a riesgo de llevarnos más negativas que agradecimientos. Y finalmente, el experimento está resultando todo un éxito.

El primer día llegó sonrojado, feliz y tontorrón, como un enamorado. “Mamá….” “¿Pero te ha gustado?- le dije. La respuesta fue un abrazo. Un abrazo que a mí me supo a fuegos artificiales. Los días de exámenes le escribo un mensaje mandándole fuerzas y recordándole “lo orgullosa que estoy de él” Casualidad o no, sus calificaciones han mejorado notablemente. Cuando ha tenido un día difícil en casa o lo noto más cansado, me limito a transmitirle mi amor de manera incondicional, no hablo de sus logros, pues no quiero que piense que no puede permitirse bajar la guardia: “te quiero tal y como eres”, le digo.

Una de mis notas

Noto que desde que hemos comenzado con estas notitas él está más seguro de sí mismo, nuestra relación se ha reforzado y él se ha vuelto más agradecido conmigo.

¿Un truco? No las mando todos los días, la razón oficial es que lo hago “para conservar la magia y la ilusión de lo impredecible”, la real, es que demasiado tengo con tener que preparar desayunos para tres todos los días, ¡a mí tampoco me da la vida!

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