Laurie Santos es académica, científica cognitiva, de la universidad estadounidense de Yale y organiza uno de los cursos más solicitados por los alumnos en el campus, un curso centrado en la búsqueda de la felicidad.
Formada en la Universidad de Harvard, Laurie Santos optó por abrir sus clases a todo el mundo viendo la amplia demanda que tenían y la cantidad de estudiantes que se quedaban sin plaza. Así nació su podcast, The Happiness Lab, descargado más de 64 millones de veces, en el que habla sobre felicidad dando consejos y recomendaciones.

Uno de estos consejos está dirigido a las madres y padres preocupados por la felicidad de sus hijos durante la infancia, la adolescencia y por supuesto, cuando alcancen la edad adulta.
¿Cómo conseguir criar niños y niñas felices?
Laurie Santos planteó en su podcast que la mejor edad para que nuestra hija o hijo menor de edad tenga disponible un teléfono inteligente es lo más tarde posible. Un consejo radical que para ella tiene una importancia fácilmente comprobable y demostrada.
“Creo que cuanto más podamos esperar la entrega de tecnología a los niños, mejor” y no solo para que sean más felices sino que también para que sean más exitosos.
Los puntos positivos que tiene retrasar todo lo posible el acceso a la tecnología son múltiples pero quizás uno de los más importantes es que se reduce el riesgo de ansiedad y depresión entre la población infantil y juvenil, algo que según Santos está destruyendo a sus alumnos.
“Nos rodea una enorme cultura del capitalismo que nos dice que compremos cosas y una cultura del logro que destruye a mis alumnos en términos de ansiedad.”
A menos tecnología se produce un aumento y mejora de la calidad del sueño y se tiene más posibilidades de dedicar tiempo a actividades al aire libre, deportivas o simplemente lúdicas.
La atracción de la pantalla
Los tiempos que dedican a las pantallas los niños de entre 8 y 12 años están en torno a las cinco horas diarias pero cuando se alcanza la adolescencia este tiempo aumenta llegando a las ocho horas al día.
Un tiempo que no tienden a emplear en actividades constructivas en las que ellos desarrollen sus capacidades sino que suelen optar mayoritariamente por acciones pasivas como revisar sus redes sociales y ver videos.
Este tipo de actividades contribuye a un deterioro de la salud mental de los menores a lo que se debe sumar que las redes les exponen a situaciones de ciberacoso o discriminación, además de poner a su alcance contenidos que no son adecuados para ellos por innumerables motivos.
Laurie Santos, apuntaba que la única forma de conseguirlo es regulando el tiempo que pasamos nosotras, sus madres y sus padres, con nuestros dispositivos en la mano ya que nuestros hijos “no van a querer hacer lo que tú les digas, sino lo que tú hagas”.
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