Los deberes generan dudas y un arduo debate. Dudas sobre su conveniencia o no en general, y sobre a partir de qué edad son correctos en caso de defender su utilidad, como hacen la mayoría de las personas que defienden posiciones más clásicas en lo que respecta al sistema educativo. Curiosamente, incluso expertos como Álvaro Bilbao reconocen que tienen dudas al respecto cuando afrontan esta cuestión como padres. Sin embargo, en lo que no hay debate entre los especialistas en educación es en que hacerles los deberes o trabajos de clase a los niños no es algo positivo para ellos.
La primera parte del debate, deberes sí o deberes no, la voy a aparcar a un lado en esta pieza. Yo tampoco tengo del todo clara mi postura, aunque soy más partidario de evitarlos (salvo que no terminen en clase aquello que podían haber hecho a tiempo) y de estimular la motivación y curiosidad del alumnado a través de otro tipo de actividades que no sean los clásicos deberes, ejercicios en bucle, uno detrás de otro.
Dicho esto, en lo que sí quiero detenerme es en la segunda cuestión planteada: hacer los deberes y trabajos de clase a nuestros hijos e hijas. Nosotros, en casa, tenemos la decisión muy reflexionada y es inamovible, siendo esto una excepción en nuestro pensamiento y en nuestra rutina, puesto que tendemos a autorrevisarnos constantemente. Sin embargo, no lo hacemos en lo que respecta. Nuestras hijas tienen que asumir sus responsabilidades desde pequeñas (lo son todavía) y si tienen tareas escolares para casa son ellas las que deben mostrar iniciativa, interés y sentido de la responsabilidad.

Sí que tratamos de estar al tanto de lo que tienen que hacer (el cole, por su edad, todavía nos lo comunica), pero no las obligamos a subir del parque para hacerlo. Es jugar con fuego seguramente, pero de momento nos está funcionando la estrategia porque percibimos que su sentido de la responsabilidad se activa. Prefieren aprovechar algún hueco libre que tengan en casa para hacerlo, aunque queden 10 días para entregar aquello que tengan que hacer. El futuro dirá si en esto lo estamos haciendo bien o mal evitando perseguirlas para recordarles, como el calendario del móvil, lo que tienen por hacer.
En lo que tampoco vamos a cambiar de opinión es en lo que respecta a la ejecución de los deberes y trabajos de clase. Las acompañamos, tratamos de echarles una mano en lo que necesitan, pero las que han de “darle al coco” en búsqueda de soluciones son ellas, no nosotros. Y lo mismo ocurre con los trabajos de clase: yo, personalmente, sé lo regular que se pasa cuando llegas a clase de 4 años de tu hija con un telescopio hecho con dos cartulinas, un poco de celo y una lupa que la peque ha hecho con tu acompañamiento y ha decorado con las pegatinas que tanto le gustan y sus compis hacen lo propio con trabajos del sistema solar que son dignos de feria de ciencias de Bachillerato. Y no lo pasas regular por ti, al menos no yo, que tengo la convicción de estar haciendo lo mejor para mi peque, sino por ella, por si pone alguna cara o me transmite algo de decepción porque los de sus compañeros gusten más. Yo creo que, explicando las cosas y hablando con ellas, valorando su esfuerzo y su interés, se puede repeler este tipo de reacciones negativas cuando comparan sus trabajos con los que los padres de sus compañeros y compañeras han hecho.

Naturalmente, la duda sobre si estamos haciendo lo correcto no termina de disiparse por mucho convencimiento tenga en lo que hace, pero estoy firmemente convencido de que, como insisten los docentes, pedagogos y psicólogos infantiles, el camino correcto es no hacer los deberes ni trabajos de clase con nuestros hijos e hijas. ¿Y tú, qué crees?