Cuando éramos pequeños, una pregunta que nunca faltaba en el grupo de amigos era: “¿de qué marca es el puesto de helados de tu pueblo (o lugar de veraneo playero en su defecto?”. Ese puestito portátil, cuatro paredes que aparecían solo tres meses al año, y que te hicieron tan feliz durante muchas tardes de vacaciones. Tanto que, sin tú saberlo entonces, te marcaría de por vida porque sería la causa directa de tu adicción a un helado industrial concreto.
Hoy en día el panorama ha cambiado, son dos marcas fundamentalmente, máximo tres, las que han absorbido a la mayoría de las míticas como Avidesa, La Menorquina o Miko -otras como Royne siguen existiendo pero tienen poca presencia en comparación con otras marcas-, pero afortunadamente algo de su legado sí queda más de dos décadas después: sus creaciones más famosas, con el nombre original incluido.
No hablamos de los bombones helados de toda la vida que ahí siguen aunque se hayan empeñado en complicarlos muchísimo, al estilo de los Donettes, tampoco de las famosas barras de chocolate y nata que todos llamamos por el nombre comercial (castellanizado) de la más famosa, “la contesa”, o de los bloques de helados que nos mandaban a comprar con sus correspondientes galletas mientras los mayores se tomaban la fruta en las comidas de verano -no sabían nada, ¡cómo pegaba!-. Todos ellos también siguen ahí para alegría de sus fanáticos.
Pero en estas líneas hemos querido rescatar los helados individuales de aquella época, finales del siglo pasado, que todavía pueden tomar los pequeños de ahora. Muchos pertenecen en origen a las marcas mencionadas, absorbidas hoy por otras más grandes que ya por entonces estaban entre nosotros aunque fuera, como es el caso de Camy, con un nombre que ya no mantiene.
En total, nos hemos quedado con ocho que en cuanto veas, tu cerebro le va a devolver al paladar su sabor aunque lleve 20 años o más sin catarlo, y nos hemos guardado dos para homenajear a sendos helados que ya no existen pero que formaron parte de la niñez de millones de españoles. Son más los que ya son historia, pero estos dos fueron lo más bizarro e innovador de la época. Desgraciadamente (o afortunadamente para esos kilos de más, según se mire), de estos últimos se quedarán con las ganas de probarlos los peques… y también los grandes de la casa.
Drácula
Cola, vainilla y fresa en el mismo polo. O lo amabas o lo odiabas. No había otra opción posible con el Drácula. Y la mayoría se decantaban por la primera porque se conviritó en un helado de culto. Prueba de ello es que se sigue haciendo tal cual se vendía entonces.

Mikolápiz
No nos digas que no te toca la patata solo el hecho de leer su nombre. Es el helado más emblemático de la marca Miko, que ya es historia. Una punta dura de chocolate coronaba un bloque de vainilla. Más sencillo, imposible, pero la gracia de tener que sacarlo como si le sacaras punta al lápiz te tenía entretenido un buen rato.

Calippo
De fresa o de lima limón. Nada de esos sabores que se venden ahora que sí, son el mismo concepto, pero no te hacen viajar a la infancia como los otros dos. La gracia de su éxito, como en el caso del Mikolápiz el hecho de tener que sacarlo, es que eran polos sin palo. Te manchabas siempre hasta quedar tan pegajoso que podías quedarte adherido a cualquier cosa si no te lavabas las manos, pero eran muy divertidos de comer y también muy refrescantes. Lo siguen siendo, de hecho.

Colajet
Quizá no lo comieras en tu vida, pero tienes su imagen grabada a fuego. Su forma de nave espacial es inconfundible, tanto como su extraña mezcla de sabores, que sigue pareciendo incompatible hoy en día: limón, cola y una punta de cobertura de chocolate. ¡Qué fantasía!

Frigopie
Aunque su hermano el Frigodedo no ha llegado vivo hasta hoy -se dejó de hacer a comienzos de los 90-, sí lo ha hecho este helado de fresa muy cremoso que era tan llamativo por su forma de pie que no había niño que no lo señalara siempre como una de las opciones favoritas. Tenía de todo menos fresa, pero era adictivo, y por eso sigue siendo un clásico muy actual que incluso tiene su versión casera.

Fantasmikos
Polos pequeños de sabores variados de frutas, aunque de fruta ya sabemos lo que tienen estas cosas… El caso es que erany son refrescantes y tienen la gracia de su tamaño, más pequeño de lo habitual, de modo que a los peques les suelen llamar la atención. Marcaron la pauta en este sentido para otros helados posteriores que apostaron también por el tamaño reducido.

Twister
Ahora se vende una versión súper con la que imaginamos todavía te mancharás más que con el original, aquel torbellino helado de colores que tenías que ir chupando a medida que se caían las gotas derretidas. Entonces tenía un hermano que quizá recuerdes, el Twister choc, que ya no existe.

Sandy pop
Nuestro pequeño homenaje a La Menorquina,marca de helados balear que hoy pertenece a otro grupo heladero famoso por tener a Andrés Iniesta como imagen, es recordar al Sandy Pop, ese helado con forma de raja de sandía que todos los que veraneaban en la zona levantina tendrán muy presentes en sus recuerdos. Luego hicieron helados de Batman y Tortuga Ninja, entre otros, pero el de sandía es icónico, y todavía se puede comer.

Mikoboy
De los dos helados de la época que son historia, pudiendo escoger muchos, uno es el Mikoboy. ¿Por qué? Porque nunca jamás hemos visto un helado tan feo, poco apetecible, tan bizarro al fin y al cabo, que triunfara como este de Miko. Tenía la forma de la cara de un niño que se parecía a Pinocho, con sombrero incluido, y su nariz, en vez de ser madera, era una especie de chicle. Difícil entender cómo nos sabía tan bien…

Winner taco
El segundo helado desaparecido que rescatamos es este de Frigo, seguramente el antecedente de todos esos sándwiches helados complicados, a medio camino con el bombón helado, que tanto gustan. El Winner tenía forma de taco mexicano, de ahí su nombre, y su cubierta era de galleta con interior de vainilla rematado con hileras de caramelo líquido. Por si esto fuera poco, una cobertura de chocolate con almendras ponía la guinda a una bomba que estaba espectacular.
