De unos años a esta parte, hay mujeres que valoran la opción de comerse su propia placenta tras el parto siguiendo el ejemplo de famosas como Kim Kardhasian o Jennifer López. Muchas son las que aducen que es una práctica natural, pues es algo que hacen prácticamente todos los mamíferos, excepto los acuáticos y los camellos.
Sin embargo, la placentofagia (acción de comerse la placenta) en el mundo animal tiene dos motivos. Por un lado, la hembra lo hace para evitar que a sus crías las ataquen los depredadores, pues podrían verse atraídos por el fuerte olor que desprende este órgano.

Por otra parte, también pueden hacerlo para compensar la pérdida de nutrientes que se sufren después de parir y que la placenta podría mitigar.
Es esta última razón (el aporte de nutrientes) y la creencia de que puede ayudar a prevenir la depresión posparto la que lleva a muchas mujeres a practicar esta tendencia, según un estudio realizado en Londres por dos científicos del King’s College: “La depresión posparto se debe, entre otros motivos, a una caída abrupta de determinadas hormonas tras el parto. Estas se encuentran aún en la placenta, por lo que creen que volver a ingerirlas puede ayudarles a prevenir la depresión. Pero no hay evidencias científicas de que sea así”, aseguran los investigadores.
Por otra parte, los expertos de las prestigiosas clínicas Mayo, cuyas sedes principales se encuentran en Arizona, Florida y Minnesota, van todavía más allá y advierten que comer tu placenta después de dar a luz puede ser perjudicial tanto para ti como para tu bebé.
En la página web de Mayo Clinic explican qué es la placenta y en qué consiste: "La placenta es un órgano intrincado que nutre al feto en crecimiento mediante el intercambio de nutrientes y oxígeno y la filtración de desechos a través del cordón umbilical". Desde la misma web añaden que “la preparación más común de la placenta (la creación de una cápsula) se realiza al vaporizar y deshidratar la placenta o al procesar la placenta cruda”
Algunas personas comen la placenta cruda, cocida o en batidos o extractos líquidos, sin embargo, según advierten desde la misma clínica, “estas preparaciones no eliminan por completo las bacterias y virus infecciosos que podría contener la placenta”.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos comunicaron en este país una advertencia en contra de tomar cápsulas de placenta, debido a un caso, en el cual, un recién nacido presentó estreptococo del grupo B después de que la madre tomó píldoras de placenta que contenían ese tipo de estreptococo y amamantó al bebé. Se cree que la leche materna estaba infectada por la bacteria estreptococo del grupo B que la madre contrajo al ingerir su placenta infectada: “El estreptococo del grupo B puede causar enfermedades graves en los recién nacidos”, advierten desde Mayo Clinic.

En la misma línea que los investigadores del King’s College, los expertos de las Clínicas Mayo indican que “aunque algunos afirman que la placentofagia puede prevenir la depresión posparto, reducir el sangrado postparto, mejorar el estado de ánimo, la energía y el suministro de leche y proporcionar micronutrientes importantes (como el hierro) no hay pruebas de que comer la placenta aporte beneficios a la salud”.
Por el contrario, alertan sobre las peligrosas consecuencias de esta extravagante tendencia: “La placentofagia puede ser perjudicial para ti y tu bebé. Si lo que buscas son maneras de mejorar tu salud después del parto, consulta mejor a tu médico de referencia y pregúntale sobre alternativas seguras y científicamente comprobadas”, aconsejan de forma rotunda en la web de Mayo Clinic, porque no cabe duda de que comerse la placenta es una moda con más riesgos que beneficios.
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