¿Cuánto embutido pueden comer los niños?
La respuesta a la pregunta es sencilla y clara porque así lo dicen las autoridades sanitarias y los expertos en alimentación: “Cuanto más tarde y en menor cantidad,mejor”.
“No existe una ingesta recomendada para los embutidos, cuanto menos, mejor”. El cocinero Juan Llorca, especializado en alimentación infantil, deja bien claro cuál es la respuesta correcta a la pregunta que nos formulamos en el titular de esta pieza, la misma incógnita que muchos padres y madres de familia se plantean a sí mismos.
Las palabras de Llorca son muy directas, de ahí que las hayamos utilizado como entradilla al tema, pero no son una opinión personal, sino que están fundadas en lo que dice tanto la ciencia como las autoridades sanitarias expertas en alimentación y nutrición.
Es el caso de la OMS, que ya alertó en 2015 sobre la relación de las carnes procesadas, entre las cuales los embutidos están incluidos, y el cáncer. Después de aquello se ha escrito mucho, en algunos casos matizado, pero la realidad es que hay “evidencia científica fehacientemente demostrable para las carnes procesadas en referencia a su poder carcinogénico, clasificándolas en nivel de evidencia 1 (el más alto)”, como explican los pediatras Carlos Masabona y Pepe Serrano en el artículo de divulgación ¿Por qué tu hijo come peor de lo que piensas? (20 consejos útiles para la consulta del pediatra de Atención Primaria).
Cuanto menos y más tarde, mejor
Si no queremos entrar demasiado en debates de altura que igual se nos escapan a la población media, fuentes como la Asociación Española de Pediatría son las que debemos consultar para este tipo de cuestiones porque no divulgan para profesionales, sino que lo hacen para la población general. Y lo que dice la AEP al respecto de consumo de embutidos va en la línea de lo comentado hasta ahora en la pieza: Los embutidos, al igual que el resto de alimentos superfluos - azúcares, miel, cacao, bollería, charcutería…-, “Cuanto más tarde y en menor cantidad mejor (siempre a partir de los doce meses)”. Así lo dice, literalmente, en la guía Recomendaciones para padres sobre la alimentación complementaria.
El consumo de embutidos es todavía menos aconsejable que el de la carne roja, cuyo consumo, por motivos nutricionales y también medioambientales, las autoridades sanitarias, medioambientales y expertos en alimentación recomiendan limitar. En el caso de los embutidos, hay que tener en cuenta que al estar tratados, ya sean “caseros” o industriales, siempre contienen aditivos que no son aconsejables para la salud, especialmente si se toman en altas cantidades. Sin ir más lejos, la cantidad en sal de la mayoría de embutidos es altísima, incluso de muchos de los que se etiquetan como “bajos en sal”. Además, son altos en calorías y grasas saturadas procesadas no saludables.
Pequeños pasos
De todos modos, no se trata de demonizar a los embutidos. De hecho, pediatras como Gabriel Ruiz, autor de El blog del pediatra, dejan una puerta abierta a los embutidos, si bien esta debe ser pequeña: “Dejar los cárnicos procesados para consumo más ocasional (embutidos, salados, ahumados,…)”, es su recomendación y pone como ejemplo el niño que pasa de merendar o desayunar bollería industrial a tomarse una tostada de pan integral con tomate y una loncha de pavo o jamón.
Evidentemente, puede mejorar todavía ese menú si elimina el embutido de la ecuación, pero ya habrá un paso en el camino adecuado para mejorar su alimentación. A veces no se pueden dar cuatro pasos de golpe hacia adelante.
En definitiva, conviene tener claro que cuanto menos embutido tomen los niños será mejor para su salud y para la del medioambiente -el consumo de carne roja es menos sostenible a largo plazo-, aunque no les va a pasar nada si ocasionalmente lo toman a partir de los doce meses en cantidades limitadas.