Pueden oler bien, estar crujientes y hasta saber rico las galletas. Pero si son verdes, algo se activa en el cerebro de los niños que los lleva a fruncir el ceño y encoger su nariz, con ese gesto universal que quiere decir: “Mamá, papá, qué asco”. Un reciente estudio internacional publicado en Food Quality and Preference revela que el color, más que el sabor, es uno de los factores que más influyen en el rechazo infantil hacia ciertos alimentos. En este caso: galletas con ingredientes naturales como las algas, pero con apariencia poco familiar.
¿Es solo cuestión de gustos? No exactamente. La investigación, liderada por la Dra. Monica Laureati desde la Universidad de Milán, evaluó la reacción de 114 niños italianos de entre 8 y 11 años ante seis tipos de galletas. Algunas eran tradicionales a nivel estético, no estaban teñidas, y otras estaban enriquecidas con distintos tipos de algas—un ingrediente cada vez más valorado por sus beneficios nutricionales y sostenibilidad—.
La conclusión fue clara: cuando las galletas eran verdes, como las que contenían espirulina entera, los niños las rechazaban significativamente más que los adultos. A simple vista, sin necesidad de probarlas…. porque en realidad todos las galletas incluidas en el estudio tenían la misma cantidad de algas.
En concreto, todas las muestras contenían un 5 % de diferentes tipos de micro y macroalgas, como Palmaria palmata, Saccharina latissima, Lithothamnium calcareum y distintas variantes de Spirulina (una verde y otra azul). El objetivo no era disfrazar el alimento, sino entender cómo reacciona el consumidor, especialmente infantil, ante ingredientes visualmente llamativos o “diferentes”.
Y aquí es donde aparece el color. Mientras que las galletas con un tono dorado o incluso azul llamaban la atención sin generar rechazo, el verde intenso fue un claro disparador de desconfianza entre los más pequeños. De hecho, en los análisis estadísticos realizados por el equipo investigador, el “color verde” se identificó como un driver negativo de aceptación en los niños, mientras que en los adultos tuvo el efecto contrario: era un signo positivo, asociado a lo saludable.
El marketing ha hecho su trabajo, pero a la infancia no se la engaña fácilmente… ni con unas galletas.

“No parece comida”
La explicación puede parecer sencilla: el verde no encaja en el “catálogo visual” que los niños asocian con galletas o snacks. Pero el trasfondo es más profundo. El estudio también midió el grado de neofobia alimentaria—es decir, el miedo o rechazo a probar alimentos nuevos— y concluyó que, aunque los niños eran más neofóbicos que los adultos, el color tuvo un peso específico más allá de esta variable.
No es la primera vez que se observa esto. La literatura científica lleva años recogiendo cómo ciertos colores afectan la percepción del gusto, el olor o incluso la textura de los alimentos. De hecho, para introducir nuevas frutas a los niños la clave está en el color.
Pero lo interesante aquí es que hablamos de productos diseñados específicamente con valor nutricional añadido (las algas son fuente de proteínas, fibra, minerales y antioxidantes) y con potencial para formar parte de dietas sostenibles.
¿Qué pasa si su aspecto los deja fuera antes de llegar al plato? Los peques dejan de disfrutar de sus propiedades nutricionales antes si quiera de probarlas. Su cerebro no les da una oportunidad.

Una lección para el futuro de la alimentación
Este tipo de investigaciones mantienen vivo un debate muy actual: cómo incorporar ingredientes saludables en la dieta infantil sin generar rechazo por su apariencia.
Las autoras del estudio proponen una estrategia muy lógica pero olvidada en la innovación alimentaria: apostar por ingredientes que conserven propiedades saludables sin alterar el color esperado. Por ejemplo, la espirulina azul o el Lithothamnium calcareum, una macroalga rica en calcio, obtuvieron resultados de aceptación tan buenos como las galletas tradicionales.
Además, incorporar la perspectiva infantil en el diseño de nuevos productos no es solo una cuestión comercial, sino de salud pública. Sabemos que los hábitos alimentarios se consolidan en la infancia, y ofrecer opciones que sean sostenibles, nutritivas y atractivas desde el primer vistazo puede marcar una diferencia real en su relación futura con la comida.

Este estudio, en definitiva, es una señal clara: la apariencia importa, y mucho, cuando hablamos de alimentos y niños. Si quieres introducir alimentos nuevos o más saludables en casa, ya sabes que el color y la presentación tiene un peso decisivo porque para ellos, como para los adultos, comer es un acto multisensorial, donde no solo el gusto entra en juego.
En todo caso, la recomendación general es introducir todo lo nuevo combinado o alternado con los alimentos familiares para tus hijos e hijas, pero es más importante evitar la rigidez y la falta de flexibilidad. Como dice el nutricionista de moda, Pablo Ojeda, “imponer un plato habiendo alternativas es un primer paso para desarrollar una relación conflictiva con la comida”.
Referencias
- Rabitti, N. S., Sandvik, P., Neugart, S., Schouteten, J. J., & Laureati, M. (2025). Green color drives rejection of crackers added with algae in children but not in adults. Food Quality and Preference, 127, 105461. DOI: 10.1016/j.foodqual.2025.105461.