Cómo ayudar al recién nacido a adaptarse
Frío, ruido... En cuanto asoma la cabecita a este mundo, el bebé se enfrenta a sensaciones desconcertantes. Tú puedes ayudarle a que se sienta cómodo y feliz en su nuevo ambiente.
Dentro del útero, el bebé tiene todas sus necesidades cubiertas: el cordón umbilical le proporciona alimento y oxígeno y el líquido amniótico le brinda calor y protección. Vive en el entorno más sereno, seguro y reconfortante que podamos imaginar. Pero de pronto, un día, todo cambia. Empieza a sentir unas fuertes contracciones que le oprimen y le obligan a pasar por un estrechísimo túnel, tras el cual se encuentra en un mundo nuevo, totalmente diferente al que conocía.
De la calma a la vorágine
Las luces de la sala de partos no son intensas, pero aun así le deslumbran, porque sus ojos solo conocen la oscuridad. Las voces de los médicos y los ruidos del material quirúrgico le aturden. La temperatura del paritorio, aunque ronda los 24º C, le resulta muy baja. Él está acostumbrado a los 36º C del cuerpo de mamá, así que tirita de frío.
Además, la fuerza de gravedad empieza a tirar de él (algo que no le ocurría dentro del útero, porque estaba rodeado de líquido amniótico) y el mundo que le rodea ya no tiene límites (en la tripa materna el espacio era cada vez más limitado). "Además –nos plantea la comadrona María Suárez de Lezo– unas manos extrañas le tocan (el pediatra le hace su primer chequeo), tiene que empezar a respirar por sí mismo y deja de recibir alimento a través del cordón. Con este panorama, ¿cómo no va a asustarse el bebé al nacer?".
Un poco de estrés ¡es bueno!
Pero no todo va a ser difícil. Los estudios de Vivette Glover, experta en psicología perinatal del Imperial College London, demuestran que el estrés de parto, en niveles medios, mantiene alerta al bebé y le empuja a crear los lazos de apego con su madre, que le dan la seguridad que necesita para habituarse al exterior: sus brazos calentitos, su dulce voz, su olor...
Una explosión de hormonas llenas de amor
- Tras la expulsión de la placenta, la madre alcanza el mayor pico de producción de oxitocina, la llamada hormona del amor, que le induce a cuidar y proteger a su bebé.
- La prolactina, ayuda a iniciar la lactancia y también llega a su nivel más alto durante el parto. "Por eso ahora se intenta poner al bebé al pecho cuanto antes, para aprovechar esta predisposición materna", explica la matrona. "La succión del pezón tranquiliza mucho al bebé por el contacto piel con piel tan íntimo que mantiene con su madre, aunque todavía no saque nada de leche. Además, percibe su olor y su sabor con mucha intensidad. Todo ello contribuye a que el recién nacido se sienta menos asustado en su nuevo ambiente".
- Las endorfinas, segregadas por el bebé, tienen un efecto relajante y crean lazos de amor y dependencia entre los dos.
- La adrenalina (también producida pro el bebé), hace que el pequeño se reponga enseguida de la falta de oxígeno propia del nacimiento y que la madre sepa, de forma intuitiva, cómo atender a su pequeño aunque no tenga la más mínima experiencia con recién nacidos.
Hacia un parto más humanizado
Diversas investigaciones han demostrado que la mayor o menor segregación de estas hormonas depende, en gran medida, del entorno. Si el bebé nace en un ambiente agradable, silencioso y cálido, aumenta la producción y con ello, su efecto positivo. Por eso hoy se intenta que los partos sean cada vez más humanizados. Entre otras medidas:
Madres preparadas, bebés felices
Diversos estudios demuestran que la información que recibe la embarazada en las clases de preparación al parto les da una mayor serenidad y confianza durante la fase de dilatación. Estos sentimientos se transmiten al bebé a través del cordón y ayudan a que nazca con el nivel justo de estrés (ni muy elevado ni demasiado bajo), para que pueda adaptarse sin dificultades a la vida fuera del útero. ¡Otro motivo más para asistir!

recién nacido
¡Qué bien se está sobre mamá!
María Suárez de Lezo explica que "se tiende cada vez más a disfrutar de la llegada del bebé porque es una vivencia irrepetible. Por eso, en lugar de actuar con las prisas de antes, la matrona coge al pequeño muy despacio para no asustarle, y le coloca sobre el pecho desnudo de mamá. Así escucha su voz y los latidos de su corazón (que le tranquilizan porque son familiares) y siente sus caricias y su calor". Este contacto íntimo relaja a los dos y proporciona seguridad al recién nacido.
Unidos por el cordón
Otro gesto que ayuda a suavizar la llegada del bebé al mundo es esperar a que el cordón umbilical deje de latir antes de cortarlo. "De esta forma se le asegura el aporte de oxígeno que precisa en esos momentos en los que tiene que empezar a respirar él solito", explica la matrona. "También se retrasan al máximo todas las actuaciones que no son imprescindibles en ese mismo instante, como pesarle, vestirle, limpiarle o vacunarle".
¡Y en compañía de papá!
Si el padre está en el parto, puede acariciar la espalda de su hijo y cantarle nanas, susurrarle palabras cariñosas al oído o ponerle (muy bajita) la música que mamá escuchaba en el embarazo.
Para que se sienta bien en casa:
- Atiéndele en cuanto llore. Si le dejas llorar sin cogerle por miedo a malcriarle, se sentirá abandonado y llorará más.
- Acuéstale en un moisés. Podrá sentir los límites del lugar donde se encuentra, como le ocurría en el útero, y se sentirá más seguro.
- Envuélvele suavemente con una sábana finita, salvo la cabeza. Sus habituales movimientos incontrolados le sobresaltan.
- Llévale en un portabebés todo el tiempo que puedas. Sentirse pegado a ti le dará confianza y reducirá la sensación de vértigo que ha conocido al nacer.
- Muévele siempre muy despacio y con mucha delicadeza, sujetándole bien la cabeza y evitando que le cuelguen los brazos y las piernas: no hay nada que moleste más a un bebé que sentir que va «en volandas».
- Avísale de tu presencia. Acércate a él poco a poco, susurrando para avisarle de tu llegada. Cógele despacio para que no se asuste.
- Ponle a menudo la música que escuchabas en el embarazo. Le hará recordar su apacible vida dentro de ti y le ayudará a sentirse fenomenal también fuera.
Y es que el bebé necesita sobre todo el amor de sus padres para adaptarse a la nueva vida: que le mezan en brazos, que le miren a los ojos, que le acaricien, que satisfagan todas sus necesidades... "Los mimos de papá y mamá le ayudarán a sentirse en este mundo tan feliz como en el útero", concluye la matrona María Suárez de Lezo.
Asesora: María Suárez de Lezo, matrona a domicilio de Llama a la Comadrona (www.llamaalacomadrona.es).