Que todos intentamos ser los mejores padres para nuestros hijos no es ningún secreto. Los educamos y los criamos como mejor sabemos y podemos hacerlo pero, de acuerdo a los expertos, a veces esto no es suficiente para que crezca sano emocionalmente hablando.

Hay muchos comportamientos que seguimos teniendo integrados en nuestra cultura y otros que, además, nos vienen impuestos de forma intrínseca por cómo nos educaron nuestros padres cuando éramos pequeños. Todos ellos conforman, de alguna u otra manera, el tipo de apego con el que se identificará la relación con nuestros hijos.
No es algo que digamos nosotros; es algo que no paran de repetir expertos como el psicólogo infantil Rafa Guerrero. En su nuevo libro, Menudas Rabietas (Libros Cúpula), vuelve a explicar la importancia de entender el apego. “El apego es el vínculo emocional que se da entre bebé y su figura de referencia, que permite al menor desarrollarse de manera sana y segura”, explica. Aunque hay muchos tipos de apego, no todos son lo suficientemente buenos para el niño. En este sentido, todos deberíamos aspirar a un apego seguro para el que no todos estamos preparados.
¿Eres suficientemente bueno para tu hijo?
En relación al apego y a la necesidad de conectar con los niños desde que son bebés, Rafa Guerrero afirma que existen cuatro fases por las que debe pasar toda figura adulta para ser lo suficientemente buena para un niño. Da igual que esa figura adulta sea su padre, su madre o cualquier otra figura de apego en la que se apoye el niño; todos deberían cumplir con cuatro requisitos bien diferenciados a ojos del psicólogo infantil. O, más bien, pasar por cuatro fases bien diferenciadas. Veamos en profundidad cada una de ellas.
- La disponibilidad
“Se refiere a la presencia física del adulto”, afirma el psicólogo. De acuerdo a sus palabras, si no tenemos disponibilidad para el niño, no cumpliremos con ese primer requisito indispensable para ser personas suficientemente buenas para ellos.

De aquí que la conciliación familiar sea una pieza clave en una relación emocionalmente sana con los niños.
- Tiempo de calidad
“El símil del modo avión en el teléfono nos ayuda a entender qué significa la accesibilidad”.
El primer requisito, la disponibilidad, hace referencia a la cantidad de tiempo que tenemos disponible para pasar junto a los niños. Y este, a la calidad de ese tiempo que pasamos con ellos. De nada sirve que estés tres horas con tus hijos si, de ellas, dos horas y media las pasas pegado a la pantalla de un ordenador mientras inventas juegos con los que entretener al pequeño para que no te moleste.
Cuando estés con tus hijos, recuerda poner el modo avión de cualquier otra distracción y céntrate únicamente en él.
- Sintonización emocional
La tercera fase tiene que ver con la capacidad del adulto que conectar con las emociones y las necesidades del menor.
De aquí la importancia de entender, por ejemplo, que cuando un niño tiene rabietas no es porque tenga algo en contra de nosotros, si no porque no está sabiendo gestionarse emocionalmente.
- Responsividad
La última fase por la que todos los adultos tenemos que pasar para considerarnos suficientemente buenos para un niño es la responsividad afectiva. “Implica dar respuesta a la necesidad emocional del menor”, afirma Rafa Guerrero en su libro. En otras palabras, estar al servicio de las necesidades de los niños.
“Si no somos empáticos con nuestros hijos, no podremos cubrir sus necesidades ni acompañarlos emocionalmente. Sin conexión emocional, no hay responsividad”, explica también.