Una de las circunstancias que más alarma a los padres de un niño o niña pequeña cuando observan su manera de jugar es que no juegue con otros peques de su edad ni interactúe con ellos.
A continuación, profundizamos en las posibles causas que pueden estar relacionada con esta conducta. Como verás, son de naturaleza muy variable y dependen de distintos factores.
No está preparado
Los niños y niñas, aunque muestren interés antes de dicha edad, no le dan prioridad a compartir experiencias, al sentimiento de grupo, hasta los 3 años aproximadamente. Hasta entonces, entre los 24 y 36 meses, están enfocados en la exploración y en el descubrimiento de lo que les rodea. Poco a poco, desarrollan su capacidad para el juego simbólico y hacia los 3 años ya suelen jugar con otros niños.
Timidez
Cuenta Cristina Pérez, directora de psicólogos de Siquia, que “la timidez es un rasgo de nuestra personalidad, una manera de proceder que en muchas ocasiones la exteriorizamos a través de la vergüenza y que puede ser limitante a nivel social”. A partir de la etapa en la que el cerebro está lista para jugar en grupo aparece la vergüenza, que es un estado puntual. “Cuando tenemos vergüenza tenemos miedo a hacer el ridículo, a ser objeto de burla, al deshonor; es un sentimiento consciente que hemos experimentado todos en alguna ocasión”, añade Pérez. En estos casos, crear entornos seguros y amables además de acompañar al peque y tener paciencia, darle su tiempo, son consejos que pueden facilitar que rompa la barrera emocional y social que no le deja relacionarse.
Problema de adaptación al entorno
Si el niño o niño ha sufrido un cambio importante de contexto en su vida puede costarle encontrarse a gusto en su nuevo hábitat, ya sea por un cambio de cole, una mudanza o el comienzo de una nueva actividad extraescolar, por ejemplo. Es fundamental detectarlo, escuchar cómo se siente y acompañarle en este cambio.
Introvertido
No es lo mismo que ser tímido; en este caso hablamos de personas que disfrutan del juego en solitario. Necesitan estar solos y lo buscan de manera voluntaria, pero no existe miedo a relacionarse. Lo raro es que jamás se relacionan; puede ocurrir a menudo pero en ningún caso es cuanto menos extraño.
Imitación
Si un niño o niña ve que sus padres son muy solitarios e individualistas puede que desarrollen una conducta similar en su entorno social habitual. No tiene por qué ser la causa definitiva de una conducta con tendencia a la soledad, pero sí puede tener mucho que ver en ello.
Dependencia
En ocasiones, el peque está sobreprotegido y tiene dependencia de sus padres, por lo que es incapaz de jugar con otros niños. No lo hace cuando sus padres están delante pero también puede ocurrir cuando no están. La separación la ven como una obligación y eso hace que se sientan más inseguros si cabe.
Problemas de comunicación
Si el niño o niña lleva un retraso en el lenguaje en comparación con otros niños de su edad, a partir del momento en el que descubre la vergüenza y la necesidad de relacionarse en grupo es posible que sienta demasiada presión al ser consciente de su dificultad para comunicarse con soltura y esto puede hacer que no se relacione con otros niños y niñas.
Otras causas
Si un peque no se relaciona con otras personas de su edad y no se dan en su caso ninguna de las circunstancias explicadas anteriormente, ni en grupo ni de manera individual, su conducta puede estar relacionada con afecciones de tipo neurológicas como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), si bien esto no es algo que se detecte por sorpresa, y menos en un ambiente controlado y con profesionales expertos como ocurre en los colegios.