El chantaje no es el camino para educar
De todas las cosas por las que nos preocupamos los padres, hay una que se lleva la guinda del pastel. Y es, obviamente, la educación de nuestros hijos. Muchas veces, a la hora de educar, recurrimos, casi sin ser conscientes, al chantaje. Descubre por qué no debemos hacerlo y cómo evitarlo.
Estamos a la última siempre de todas las informaciones respecto a la mejor alimentación, las vacunas, la higiene, etc. Los llevamos a los mejores pediatras, oftalmólogos, dentistas…, leemos muchos artículos sobre salud, formamos parte de numerosos grupos en redes sociales para que no se nos escape nada, comentamos las últimas noticias con los demás padres de la escuela de nuestros hijos, etc.
Como es lógico, su bienestar es lo que más nos preocupa y ocupa. «Por un hijo lo que sea», solemos decir.
Y es que, verdaderamente, así debe ser, ya que desde que nos convertimos en padres somos los responsables de la salud de nuestros hijos a todos los niveles. Es muy común, pues, que en todos los hogares intentemos instaurar unos buenos hábitos para que los hijos entiendan la importancia de cuidar su salud.
Y es precisamente en momentos como los de la enseñanza y el aprendizaje de estas pautas en torno a la salud cuando surgen muchos de los conflictos entre padres e hijos, y en donde los primeros pierden los nervios, se estresan y chantajean a los segundos constantemente.
Olvidar las frases negativas
Estos son algunos ejemplos de frases que es mejor olvidar de nuestro vocabulario:
Estos chantajes son reales y habituales en la vida de muchas familias. Y lo peor es que no solo es por el tema de la salud, ha llegado a un punto en el que se chantajea a los niños absolutamente por todo.
El chantaje emocional tiene unas consecuencias nefastas en la vida presente y futura de los hijos. Entre otras, provoca complejo de inferioridad y falta de autoestima, estrés y depresión, dificultades sociales, problemas de aprendizaje y de concentración, miedos y fobias, tristeza, creerse incapaces de muchas cosas que les gustaría hacer en la vida…
Cuando chantajeamos a los hijos nos convertimos en sus manipuladores, personas que mueven los hilos de otras, obligando sutilmente a estas a que hagan lo que ellos quieren para conseguir su objetivo.
El chantaje hacia los niños está tan integrado en la sociedad que se ha llegado a normalizar. Vemos absolutamente natural cuando una madre en un centro comercial decide decirle a su hija: «Como llores porque no te compro este juguete, Papá Noel no te va a traer nada». No solo lo entendemos como normal, sino que hay veces en las que nos provoca risa el ver a esa niña dejar de llorar ipso facto, pensando realmente que se va a quedar sin regalos el día de Navidad.
Y esto indica que tenemos un grave problema como sociedad.
El chantaje provoca miedo, miedo y dolor y, por supuesto, esto es lo que enseña.
Cabe resaltar, pues, que cuando chantajeamos a los hijos les estamos enseñando que el chantaje es correcto y positivo para comunicarse y relacionarse.
He leído cientos de artículos que dan pautas a los padres sobre qué hacer cuando sus hijos los chantajean emocionalmente, ya que les preocupa seriamente esta actitud en ellos. En ninguna de estas pautas se indica la única válida: dejar de educarlos mediante los chantajes. Los hijos aprenden a chantajear emocionalmente si se los chantajea durante su infancia y/o adolescencia; jamás podrán cambiar esto si se los sigue chantajeando. Y si se ha hecho con asiduidad conllevará un gran trabajo de reeducación (por parte de los padres) para que sus hijos también reaprendan maneras nuevas de comunicarse y, por tanto, tengan otra actitud ante la vida.
El chantaje es algo muy profundo, una herida abierta para siempre.
Por tanto, dejar de chantajear no es fácil, como decía, es algo que tenemos muy asumido; pero no es imposible. Todo lo contrario, es posible y aporta un gran cambio – a mejor - en nuestras vidas.
Si queremos hijos respetuosos, empáticos, con buena autoestima, que sepan relacionarse, con objetivos ante la vida, alegres, colaboradores, tolerantes, que se respeten a sí mismos y al resto... y, en definitiva, que sean felices, debemos dejar de utilizar el chantaje con ellos.
¿Cómo podemos dejar de utilizar estas maneras dañinas y perjudiciales?
Para ello es necesario realizar una reflexión profunda sobre cómo educamos y tener el firme objetivo de querer cambiar y mejorar, ya que va a conllevar un esfuerzo importante pero que, por supuesto, vale la pena por ellos y por nosotros.
Algunas herramientas para dejar de chantajear:
Preocuparnos por la salud de nuestros hijos conlleva evidentemente preocuparnos por su salud mental, psicológica y emocional; trabajar con ahínco en ello e implicarnos diariamente para hacerlo mejor.
Así que recuerda que es tan importante que los niños se laven los dientes, coman verduras y duerman equis horas como el que los padres dejemos de chantajearlos.
Vivir sin ser chantajeado es ganar en salud.
Tania García, directora de Edurespeta y autora de 'Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son'