Irradia positividad y optimismo por sus cuatro costados. En una charla relajada de algo más de una hora acabas con la sensación de conocer a ‘Lucía, mi pediatra’ de toda la vida. Una mujer activa, una madre que se ha despojado de la culpabilidad y una pediatra cercana que te mira a los ojos para averiguar cómo lo estás pasando. Su comunicación no verbal te transmite paz. Sus mensajes te aportan la seguridad que necesitas. Hablamos con Lucía Galán Bertrand (Oviedo, 1978) que nos descubre sin filtros lo más bello y tierno de la maternidad sin esconder nada.
Nos preguntan casi a diario ‘Cómo ser buena madre’ y dado que tu título es eres una madre maravillosa te lo pregunto a ti…

Para ser una buena madre no tenemos que ser una madre perfecta. Este es el primer mensaje que nos debemos grabar en nuestra a mente a fuego. Somos imperfectas por naturaleza. No tenemos que aspirar a ser madres perfectas ni a tener hijos perfectos. Tenemos que empezar a escuchar más nuestro sentir, nuestras emociones, nuestro instinto… y hacer aquello que nos haga felices a nosotros y a ellos. Aquí reside el secreto.
Estudiamos para estar preparados para todo, en cambio para ser madre o ser padre no hay ‘universidad’. ¿No piensas que vivimos teorizando en exceso y dejamos a un lado nuestro instinto natural y nuestro propio corazón?
Hay un exceso de información, y este exceso desinforma, y te aleja de tus emociones más instintivas. Cuando hablamos de paternidad o maternidad silenciar nuestros instintos más primarios es un gran error. No creo en los trajes de talla única, ni en los manuales de la madre o el padre perfecto. Cada familia y cada niño tiene sus circunstancias concretas, no puedes dar los mismos consejos a una familia de cuatro hijos que a una mamá soltera que a un padre de mellizos o a una pareja divorciada que tienen una custodia compartida. Cada circunstancia es tan distinta que ¿quién se atreve a decir lo qué debes o no debes que hacer con tu maternidad? A mí en la consulta me gusta preguntar, cuando vienen con tantas dudas y han recibido cientos de consejos, ¿y tú qué quieres hacer? Y las mamás y papás se quedan en estado de shock porque antes nadie les ha preguntado: ¿quieres colechar?, ¿no quieres dormir con tu hijo?, ¿quieres seguir con la lactancia?, ¿quieres dejarla?... No hay seguir un carril de lo que ‘supuestamente’ está bien o lo que hace tu entorno, cuando no a todos nos funciona lo mismo.
El protocolo del niño sano ayuda a los padres a resolver sus dudas y a los pediatras a verificar que todo está en orden. ¿Consideras que el número de revisiones es adecuado?
Pienso que el protocolo es necesario. Es cierto que, en ocasiones, lo que menos tiempo nos lleva es la exploración del niño, es importante atender la exploración de las emociones de los padres. La salud física del niño es tan importante como la salud emocional de quien lo están cuidando. Si papá y mamá no están bien, ese niño no va a estar bien. Por eso creo que los pediatras tenemos una gran responsabilidad, no solo tenemos que centrarnos en auscultarle, mirarle las caderas, los ojitos…tenemos que ir más allá y ver en qué entorno se está criando, si todo va bien, si dentro de los altibajos que hay en la crianza los están superando con optimismo y entereza.
¿Cómo una pediatra se mete en temas de emociones?

Fue una cosa instintiva. Nadie me animo a hacerlo, ni fue programado. El origen fue mi propia necesidad de compartir con el mundo las emociones que nadie compartió conmigo cuando yo me iba a compartir en madre. Nace de la necesidad de compartir con el resto del mundo las emociones que a mí me quedaron pendientes de explorar antes de ser madre. Había estudiado mucho de pediatría y de medicina pero todo lo que cuento aquí en este libro nadie me lo había contado y escribí el libro que me a mí me hubiera gustado leer antes de que naciera mi primer hijo.
¿Consideras que como se ve una madre se ve su hija?
Nosotros somos el espejo donde cada mañana nuestros hijos se reflejan. Si ven a una madre excesivamente preocupada por el peso, las calorías, la figura… Si cuando el sobrecito de azúcar del café lo coge como si veneno se tratase, ese lenguaje no verbal los niños lo captan al vuelo, mucho más que las palabras. Los gestos, como ‘mete barriga para la foto’, son mensajes subliminales que le mandamos. Estos gestos acaban convirtiéndose en sus patrones y ellos los querrán repetir. Yo digo siempre, lo que estás viendo delante del espejo no te gusta cambia de perfil porque eso es lo que está viendo tu hijo. Aunque tú no lo veas te está viendo todo el día.
¿Es fundamental que una madre se enamoren de su hijo? ¿Y si no ocurre es que no le quiero?
Es muy frecuente no enamorarse de tu bebé, y ese sentimiento genera una culpabilidad, frustración y dolor que aplasta a muchas madres. No te atreves a compartirlo con nadie. El problema es que la imagen de maternidad está idealizada y parece que desde el mismo momento en el que das a luz tienes que sentir mariposas en el estómago, y se nos olvida que el parto es uno de los momentos más dolorosos y traumáticos de la vida de una mujer. Se nos ha vendido una imagen tan de cuentos de hadas que es natural frustrarse al no sentirlo. Hay que liberarse de esa culpa, decirles que estén tranquilas, que se den tiempo, que poco a poco irán ganando confianza con su bebé y que ese sentimiento va a llegar pero sin duda llegará.
¿Y el papá también se ‘tiene’ que enamorar’?
Lo ideal es que se enamoré. Es tan bonito el amor, ¿no? (risas) El instinto maternal es distinto al paternal, en el libro dedico un capítulo eterno a este tema tan complicado. No quiero generar polémica. Lo cierto es que las mujeres, desde el primer instante que nos enteramos que estamos embarazadas, todos nuestros pensamientos están en consonancia con el bebé, y cuando nace ya nos sentimos madres, desde hace meses. Los hombres van más despacio. Los primeros meses están muy relegados. No encuentra su lugar exactamente, y si el bebé se alimenta con leche materna, ya ni te cuento. Van a una velocidad más lenta, cuando llega ese enamoramiento con su bebé, nosotras ya estamos agotadas, nosotras ya estamos quedando con nuestras amigas de copas. Sentimos de manera diferente. Los dos sentimos un diez sobre diez en la escala del querer, pero son escalas métricas distintas y a ritmos distintos. Esto debemos ser conscientes, porque si no esto genera mucha frustración en la pareja. Por ejemplo, ves ciertas actuaciones del hombre y puedes pensar que quiere poco al niño o que lo quiere pero no como tú, o esto yo nunca lo haría… Somos distintos. Tenemos los mismos derechos pero los hombres y las mujeres nos sentimos distintos. Lo mismo ocurre en el reino animal. La claves es aceptarlo, disfrutarlo y buscar puntos en común.
Recetas para quitar la culpabilidad de ‘no llegar a todo’.
No somos perfectas. Quitarnos la culpabilidad es un trabajo únicamente nuestro, es una labor personal. No vale frases ‘estamos expuestas a mucha presión’, ‘hay mucha exigencia laboral’… Frases ciertas pero es lo que hay, es una evidencia. Hay que liberarse de la culpa, del autocastigo y ser autocríticos. Esto que hago no me sienta bien, estoy frustrada, estoy cabreada, llego a casa y grito a los niños. ¡Se acabó! Llego hasta donde llego y mañana más. Nadie es perfecto, aunque veamos vidas perfectas en la televisión o en las redes sociales. Nadie tiene una vida perfecta, ni podemos pretenderlo. Y así debemos transmitírselo a los niños desde pequeñitos. Ellos lo entienden perfectamente y se adaptan a todo. Es una buena enseñanza comprobar que la vida no son todo éxitos, que hay que luchar y pelear, que para ver cosas bonitas tienes que hacer cosas bonitas por los demás, pensar y hablar bonito y no lamentándonos todo el rato.
Álvaro Bilbao, ‘el cerebro del niño explicado a los padres’ cuenta en su blog 12 secretos que puedes decir a tu hijo al oído del tipo ‘.¿Sabes que te quiero?’, ‘ El día que naciste fue el día más feliz de mi vida’, ‘Esta noche cuando duermas me voy a meter contigo en la cama y te voy a abrazar muuuuy fuerte’… ¿Cuáles son los secretos le dices a tus hijos?
Yo a mis hijos les digo continuamente: ‘confío en ti’, 'eres capaz', ‘sé que puedes hacerlo’, mamá siempre va a estar aquí’, ‘mamá no puede evitar que te caigas o que suspendas un examen o no ganes un partido pero en lo que si va a invertir mamá es que te levantes de cada caída’, ‘puedes contar conmigo siempre para lo bueno y lo malo’.
Creo que una vez te conviertes en madre esto es un estado eterno, va a más allá de la vida o la muerte. Pierdes a tus padres o a un hijo y sigues sintiendo ese amor incondicional por ellos. Son mensajes que debemos repetir a nuestros hijos hasta la saciedad y marca a fuego en su mente, porque luego llegará la adolescencia y es recoger las semillas que hemos sembrado durante la infancia.
¿Qué sientes cuando asistes un parto? ¿Disfrutas?
Siempre que detecto emoción en niveles alto mis ojos están ahí, por eso en el parto en el momento en el que el bebé conoce a sus padres se me mueven las emociones. Durante años he tenido que contener mis lágrimas recordando los míos. Es precioso formar parte de ese momento, acompañar a la mamá, acercar al papá, ponerle la mano encima de la cabecita de su hijo, servir de anclaje con su bebé porque a veces tienes tanto miedo que te paralizas. Me parece magia ese momento. Es maravilloso formar parte de este momento único.
En tu segundo libro hay muchas historias de superación de padres y madres. ¿Qué te gustaría que los lectores aprendieran de ellas?
Son tres historias muy potentes, muy inspiradoras y de familias y niños muy valientes. La historia de niños como Jonay, Álvaro y Natalie la vida está llena. Quiero que cuando la gente llegue a su casa, con sus vidas sin grandes problemas, piensen no tengo derecho a quejarme: estoy bien de salud, gano el dinero suficiente como para seguir adelante, mis hijos son medianamente felices, no nos falta de nada…¡ya está! No tengo derecho a quejarme. De manera puntual claro que sí, en la intimidad para desahogarte, pero ahí fuera hay problemas tan grandes.
En el parque los padres hablan entre ellos, en el whatsapp del cole los padres, salvo excepciones cuidamos y educamos a todos los niños a modo de tribu. “Cuando una mujer se convierte en madre se vuelve madre de todos los niños del mundo”. ¿Por qué esta bondad se acaba con en la infancia?
Al convertirte en padre o madre provoca que trabajes más la empatía hacia otros padres y madres, y sobre todo, potencias la bondad hacia a los niños. Nadie soporta ver el dolor infantil o el sufrimiento de un niño… Y no lo soportamos porque inevitablemente pensamos en nuestros hijos. Y eso es amor. Cuando nos convertirnos en adultos y se pierde la inocencia todo se pervierte y entonces empieza la desconfianza y nacen los miedos.
En un post tuyo de Facebook comentabas una charla que dio el pediatra sobre la conciliación. ¿Qué opinas de Carlos Gonzalez?
No le conozco personalmente y me he leído muchos de sus libros. Creo que tiene un mérito tremendo. Ha hecho mucho bien por la maternidad y la pediatría. Al margen de que en algunos puntos concretos, al igual que con otros compañeros de trabajo, no estemos de acuerdo. Me merece todos mis respetos por donde ha llegado, lo que ha hecho por millones de familias y la de gente que ha ayudado. Sin embargo, he leído algunas cosas de sus libros con las que no me sentí identificada. Por ejemplo, dice que los niños deben vivir con sus padres hasta los 18 años y lo contrario es ir en contra de la naturaleza. Y leer eso, en mi caso, cuando me estaba divorciando cuando mis hijos tenían 4 y 3 años, después de un proceso muy doloroso y habiendo trabajando como una auténtica leona a 1000 kilómetros de distancia para sacar adelante a mi familia, me hizo mucho daño. Yo lo que pienso es que los niños lo que necesitan es amor. Independientemente del número de casas y personas que vivan en ella. Si hay una única mamá, dos abuelitos y una mamá, dos papás, dos mamás o un papá y una mamá. Lo que necesitan es amor. Y lo que no tiene ningún sentido es mantener una relación desde las faltas de respeto, desde el dolor, desde la falta de amor…porque es un ejemplo pésimo para nuestros hijos. Cuando leí esta afirmación me sentí tremendamente juzgada y me hizo daño por mi historia personal. Pero menos esto, estamos de acuerdo en la mayoría de los temas: pro lactancia a tope. Y también ocurre que cuando te haces mediático, los medios de comunicación no siempre transmiten el mensaje que tú quieres transmitir. Para mí Carlos González ¡chapeau!
¿Qué mensaje le darías a las madres que ‘sufren’ el permanente juicio de sus madres, amigas, tías…de ‘así se hacía y estáis fenomenal’? ¿Cómo podemos ayudarles?

Les daría dos mensajes: uno para la abuela del bebé y otro para la madre.
A la abuela le diría que ahora la maternidad es de tu hija, respétala. A mi consultan llegan muchas abuelas y suelen ser guerreras porque me ven joven, nací en el 1978, les da desconfianza. En nuestra profesión la juventud es un punto en contra. Ellas tienen mucha experiencia vital pero nosotros los pediatras tenemos formación académica para dar los consejos que damos. Las abuelas tienen que ser abuelas: dar apoyo, amor, comprensión y estar presentes.
Y a la mamá, le diría que siga su instinto y si tienen preguntas pediátricas que pregunten a su pediatra porque es quien mejor le puede dar las alternativas, la luz que necesitan para elegir el camino…Luego tú tomas la decisión con la información fiable y sin la presión de que es lo que han hecho tus hermanas, amigas…El pediatra no debe ejercer presión. El papel del pediatra es informar y acompañar, sin presión. Así serán los padres quienes puedan decidir realmente lo que desean.
¿Cambio tu manera de ser pediatra al convertirte en madre?
Mucho porque descubres un mundo paralelo, que es el mundo de las emociones. Antes de ser madre llevaba tres años trabajando en un hospital y ni por asomo me había percatado de lo que supone el posparto, por ejemplo. En la facultad no se le dedican ni diez minutos. Ningún médico adjunto me había hablado, ni siquiera yo misma lo había notado con la cantidad de mamás que habían pasado por mis manos lo que suponía dar a luz, no hablo de la episiotomía si no de las cicatrices emocionales que se quedan abiertas en el posparto. La primera vez que me caí del guindo, y genere doble sentimiento de culpa. Culpa por no haberme dado cuenta como profesional de la salud de lo que supone todo esto, y no haber sido capaz de acompañar a todas las familias que ya habían pasado por mis manos. Y culpa por sentirme mal, por estar apática y con esa tristeza que te invade. Como nadie me lo había contado me sentía fatal por encontrarme mal, tener ganas constantes de llorar y encima siendo pediatra. Tenía un niño sano, ¡no podía quejarme con lo que había visto en mi consulta! Pero, cómo te quejas, Lucía.
¿Cómo te has quitado la culpabilidad?
La culpabilidad acabe quitándomela con los años, poco a poco. Cuando empecé a compartirlo me liberaba, y al mismo tiempo, descubría que la inmensa mayoría de las mujeres habían pasado por lo mismo. Cuando encuentras ese reconocimiento es un consuelo. Ves que no estás sola. Y en la vida según te van sucediendo cosas importantes relativizas. El no dormir no es tan grave. Aprendí con experiencia.
¿Lo peor de la maternidad?
¡Qué difícil! Lo más duro de la maternidad es conquistar el miedo. Nelson Mandela decía que “valiente no es el que no tiene miedo sino el que lo conquista”. Desde que eres madre, el miedo es un habitante más de la casa. Conquistar ese miedo y conseguir que no te limite en la manera de educar es un gran reto. ¡Es lo más oscuro de la maternidad! Todo lo demás lo compensa todo.