Todas las mujeres embarazadas realizan varias pruebas a lo largo de la gestación para comprobar que efectivamente el desarrollo de su futuro bebé es el correcto. Una de ellas es el llamado test de translucencia nucal (TN), un análisis ecográfico que se encarga de hacer una medición del pliegue nucal. Pero ¿qué es exactamente, cómo se realiza y qué objetivo tiene?
La translucencia nucal es un examen que mide el engrosamiento del pliegue de la nuca, un área de tejido que se encuentra en la parte posterior del cuello del feto, y también la posible acumulación de líquido en dicha zona. Medir este engrosamiento sirve para evaluar el riesgo que tiene el bebé de padecer síndrome de Down y otros problemas congénitos.
Se sabe que un feto con ciertas cromosomopatías y malformaciones tiene un grosor de translucencia nucal mayor. Es decir, todos los bebés tienen líquido tras el cuello, pero aquellos que tienen un cromosoma extra tienen más cantidad del mismo y, por ello, el pliegue es de mayor grosor.
Por este motivo, someterse a esta prueba es importante para descartar problemas como estos o como primera señal para continuar haciendo otras pruebas más concretas que los confirmen o descarten.
¿Cómo y cuándo se hace?
La translucencia nucal es de por sí la acumulación de líquido en la nuca y en la parte posterior del cuello bajo la piel. Para llevar a cabo la prueba, lo que se hace es medir este líquido y para eso se realiza una ecografía abdominal con ultrasonidos.
Lo habitual es hacerla aproximadamente entre las semanas 11 y 14 de embarazo, coincidiendo con la primera ecografía (la de las 12 semanas) y se combina con otra prueba que es conocida como “triple screening”. En esa misma ecografía del primer trimestre también se comprueba el número de fetos, cómo es el estado de la placenta y también se determina la edad gestacional.
Las ondas de sonido de alta frecuencia rebotan en el útero y al convertirlas podemos visualizar el interior del mismo y al feto, por lo que también es posible observar esa pequeña zona de la nuca. Con el grosor de esta podremos ver cómo es el estado de salud del feto, aunque como decimos, los datos que se obtienen se combinan con otro test -el “triple screening”- para obtener unos resultados más seguros.
¿Qué datos ofrece esta prueba?
Con ella podemos detectar si el feto pudiera tener alguna alteración genética, como la trisomía en el cromosoma 21. Esto quiere decir que tendría un cromosoma extra y, por tanto, la presencia de síndrome de Down.
No obstante, otros trastornos que no son tan conocidos también pueden detectarse con este análisis, tales como trisomía 18, trisomía 13, síndrome de Turner o alguna enfermedad cardiaca congénita.
Una ventaja es que es sencilla de realizar y es totalmente inocua para la mujer embarazada y para el futuro bebé. El único inconveniente que podríamos resaltar es que no tiene una fiabilidad del 100% puesto que obtener un resultado negativo no confirma que el niño no pueda parecer síndrome de Down. Eso sí, sirve como una primera señal con la que decidir hacer otras pruebas más para asegurar el diagnóstico. Una de ellas podría ser la amniocentesis.