Esa pregunta de ¿y tú para cuándo? es de las preguntas a las que más veces tenemos que responder las mujeres en nuestra etapa adulta. Y aquello que puede ser considerado como una pregunta inocente y normal, deja de serlo cuando escuchas a las mujeres y te das cuenta del efecto que tiene en su vivencia emocional y personal recibir constantemente ese… ¿y tú para cuándo? ¿No te animas a darle un hermanito/a?

Evidentemente, no todas lo recibimos igual ni siquiera una misma mujer recibe igual la misma pregunta en un momento que en otro, de una persona que de otra. Pero necesitamos entender que esta pregunta tiene demasiadas connotaciones que pueden generar malestar.
Algunas de las formas en las que esta pregunta puede afectar a la mujer
- Presión social: sensación de que la única alternativa es ser madre, que la opción de decidir no serlo no existe. Sensación de que si se decide no ser madre se le categoriza o etiqueta de una manera diferente que sí lo es. Una presión que muchas veces impide a las mujeres preguntarse si quieren o no ser madres, dando por sentado que deben serlo.

- Ansiedad, agobio y frustración: no sabemos la realidad de la persona que tenemos delante, y menos en situaciones como la búsqueda de embarazo, la infertilidad o las pérdidas gestacionales que en la actualidad se siguen viviendo desde la intimidad, desde el “secreto”, desde el ocultarlo como si fuera una vergüenza. Así que cuando otra persona, más o menos cercana, viene y nos hace esa pregunta podemos llegar a sentir además de presión un montón de sensaciones incómodas que nos recuerdan en qué punto estamos, y todas ellas las silenciamos. A veces incluso las silenciamos por no incomodar a la otra persona que, por cierto, ya te está incomodando a ti. Cuando trabajamos con mujeres en terapia que están en búsqueda de embarazo o que están trabajando en aceptar la infertilidad, si emocionalmente se sienten capaces comienzan a responder con mucha transparencia con un “no es que no quiera, es que no puedo”, o un “pues mira, llevo 5 años tratando de quedarme embarazada, pero no lo consigo”. Dar voz a la realidad como herramienta para poco a poco gestionar el cómo nos sentimos. Por un lado, ayuda a quien hace la pregunta a ver lo inoportuno que es, y por otro lado, empezamos a visibilizar una realidad que sigue tapada.
- Tristeza: tanto para aquellas que han atravesado alguna pérdida, como para las que no logran el embarazo o ya han decidido dejar de intentarlo. Es una sensación de abrir la herida, de cómo una pregunta puede traerte a la mente tanto aquello que anhelas y no consigues, aquello que casi sucede pero finalmente no.

- Ira, rabia, impotencia: por muchos factores. Desde esa sensación de que se están metiendo en tu vida, hasta la impotencia por la situación, hasta el tener que responder de manera educada para no ofender cuando te ofenden, el no saber cómo parar la situación.
Recordemos que es una pregunta que no solo escuchamos una vez en la vida, es una constante, de conocidos y desconocidos. Es una sensación de tener que justificar constantemente porque somos o no madres y, a la vez, cuando tu elección no se puede cumplir, de tener que callar la realidad.
Y es que aunque desde fuera parezca una pregunta inocente no lo es, sobre todo cuando la respuesta que estás esperando no es la sincera, la verdadera.
Preguntemos menos para cuándo y más cómo estamos. Preguntemos menos para cuándo y visibilicemos más las pérdidas y la infertilidad. Quizá si dejásemos de dar por sentado que todas las mujeres quieren o pueden ser madres, y dejásemos de mantener mitos como que el embarazo llega rápido, que las pérdidas gestacionales son poco frecuentes o que la infertilidad es algo menor, quizá así, dejásemos de ver como banal una pregunta que muchas veces genera un enorme malestar.