Un prejuicio es tanto la creencia como el comportamiento hacia un determinado individuo o grupo, basado principalmente en estereotipos y generalizaciones, más que en la evidencia o en experiencias personales. Por suerte, sobre todo cuando los niños son todavía pequeños, es posible cambiarlos y suprimirlos, para ayudar al niño a ser más tolerante.

El prejuicio es considerado como una actitud o preconcepción sin fundamento, la cual, a menudo, suele ser negativa hacia los miembros de un determinado grupo. Pueden convertirse, de hecho, en una influencia bastante potente acerca de cómo las personas interactúan y se comportan con los demás, en particular con aquellos que son diferentes de ellos, incluso de forma inconsciente, o sin que la persona se dé cuenta de que están realmente bajo la influencia de sus prejuicios internalizados.
¿Y cuáles son algunas de las principales características comunes que suelen producir los prejuicios? En la mayoría de las ocasiones tienden a ser sentimientos negativos, la formación de creencias estereotipadas, así como una tendencia a discriminar a los miembros de un determinado grupo.
En nuestra sociedad, por ejemplo, es común ver prejuicios hacia un grupo en función de su religión, cultura, raza o sexo, entre otras. Si bien es cierto que las definiciones específicas de prejuicios mostradas por los científicos sociales suelen diferir bastante, la mayoría de los expertos están de acuerdo en algo: los prejuicios son, por lo general, negativos sobre los miembros de un grupo.
Cuando las personas mantienen actitudes perjudiciales hacia ese grupo o hacia los demás, lo más habitual es que suelan ver a todos los que encajan en él como iguales o idénticos. No son capaces de ver verdaderamente a cada persona como un individuo único, sino que tienden a pintar a cada persona con características o creencias particulares con una brocha muy larga y amplia.
Los prejuicios se pueden basar en una serie de factores realmente diversos, que involucran no solo la edad o la raza, sino también el sexo, la orientación sexual, la nacionalidad, la religión o incluso el nivel socioeconómico. Sin embargo, algunos de los más comunes suelen estar sobre todo relacionados con el racismo, sexismo, homofobia, xenofobia y nacionalismo.
¿Cuándo comienzan a formarse los prejuicios en los niños?

En relación a la edad a la que suelen empezar a formarse los prejuicios, los expertos coinciden en señalar que ya hacia los 3 o 4 años de edad, los niños comienzan a exhibir prejuicios raciales, preferencia por su propia raza o estereotipos de género.
Es más, algunos estudios han sugerido que muchos bebés desarrollan un sesgo hacia personas aparentemente más parecidas a ellos mismos a lo largo del primer año de vida. Aunque los recién nacidos no muestran preferencia por las caras de su propia raza, en comparación con otra, y reconocen todas las caras igualmente bien, un estudio encontró que, alrededor de los 3 meses de edad, los bebés prefieren mirar imágenes de caras o rostros de su propia raza. Luego, hacia los 9 meses, reconocen mejor los rostros de su propia raza.
Evidentemente, esto no significa que los bebés ya se hayan formado un prejuicio relacionado directamente con la existencia de otras razas. Son sesgos que posiblemente surgen de la familiaridad. Es decir, los bebés asocian su propia raza con experiencias de aprendizaje y expresiones felices, habitualmente porque reflejan lo que ven en su entorno.
Alrededor del 90 por ciento de los bebés crecen en familias donde los padres son de la misma grupo social, como raza o cultura. Además, tienden a enfrentarse a caras e idiomas de su propio grupo de manera más significativa, en comparación con los de otros grupos sociales. Así, los bebés tratan de usar de forma mucho más eficiente sus -todavía- limitados recursos cognitivos. Es lo que se conoce en Psicología como “dentro del grupo” y “fuera del grupo”. El primero, por ejemplo, sería el grupo social en el que se identifican psicológicamente como miembros (como podría ser la raza).
Y lo que demuestra es que los bebés son tremendamente conscientes de las diferencias visuales, y las utilizan para clasificar el mundo social, impulsado básicamente por las asociaciones positivas y la familiaridad perceptiva. Dicho de otra forma, los bebés no tienen pensamientos negativos sobre otros grupos. Simplemente, la mayoría están acostumbrados a ver únicamente un tipo de cara.
Entonces, ¿por qué se forman los prejuicios en los niños?
Los prejuicios en los niños se forman debido a una combinación de factores sociales, culturales y psicológicos. Algunas de las causas más comunes por las que un niño puede tener prejuicios son:
- Aprendizaje social: los niños son especialmente susceptibles a aprender de los adultos que los rodean. Desde una edad temprana, observan cómo las personas de su entorno interactúan y desarrollan creencias y actitudes hacia diferentes grupos de personas. Entonces, si ven que los adultos muestran prejuicios o estereotipos, es probable que los imiten.
- Falta de experiencia y conocimiento: los niños, especialmente en las etapas iniciales de su desarrollo, tienen una comprensión limitada del mundo y de las diferencias entre las personas. Esto puede llevarlos a hacer generalizaciones simples y asociar características negativas o positivas con ciertos grupos.

- Estereotipos en los medios de comunicación: definitivamente los medios de comunicación juegan un papel significativo en la formación de la percepción de los niños sobre diferentes grupos de personas. Si los niños están expuestos a estereotipos en la televisión, películas o redes sociales, por ejemplo, es probable que internalicen esos puntos de vista.
- Identidad grupal: como hemos visto, los niños tienden a identificarse con su grupo familiar, étnico, cultural, religioso, etc. Este sentido de pertenencia puede llevarlos a desarrollar prejuicios hacia otros grupos, ya que perciben a los demás como diferentes y, en ocasiones, amenazantes para su propia identidad.
- Miedo a lo desconocido: los niños pueden sentirse inseguros o temerosos hacia personas o culturas que desconocen.
- Reforzamiento negativo: si los niños experimentan situaciones en las que sus padres, familia o maestros refuerzan estereotipos negativos o prejuicios, pueden adoptar esas actitudes como propias.

- Falta de educación sobre diversidad y empatía: cuando no se les enseña a los niños sobre la importancia de la diversidad ni tampoco se fomenta el valor de la empatía hacia los demás, pueden tener dificultades para comprender y aceptar a personas con experiencias y características diferentes.
Consejos útiles para prevenir los prejuicios antes de que aparezcan o reducirlos cuando surgen
Los niños están continuamente tratando de descubrir en qué lugar y dónde encajan en el mundo. De esta manera, a medida que notan diferencias, forman categorías mentales, y los niños ponen a las personas en grupos y clasificarán a uno como mejor que el otro. Es un tipo de pensamiento que, por ejemplo, podemos ver en niños de hasta 3 años de edad.
Los expertos coinciden en señalar que las creencias de la infancia son difíciles de cambiar. La investigación, de hecho, ha demostrado que incluso los adultos más imparciales pueden tener prejuicios de lo que, en realidad, no son del todo conscientes. En cualquier caso, no importa si el prejuicio ha sido programado o no, con la experiencia adecuada, podría cambiarse. Por este motivo, uno de los mejores momentos a la hora de comenzar a intentar reducir o eliminar esos prejuicios es cuando los niños son aún pequeños, cuando todavía está construyendo categorías sociales, y éstas son flexibles.
A continuación, te mostramos algunos consejos y pautas que te podrían ser de mucha ayuda:
- Señala siempre la intolerancia. Podría ser algo que veas en una película o en la comunidad. Utilízalos únicamente como momentos de enseñanza, como trampolines para debates acerca de la intolerancia, y las actitudes que deberían tenerse.
- Abraza otras culturas. Como padres y madres debemos demostrar una actitud de mente abierta y aceptación. Es adecuado leer libros que muestren familias que no se parecen a la nuestra, hacer un viaje a algún museo de historia donde aparezcan otras razas o culturas, o parar con el coche para admirar la cúpula de azulejos de una mezquita.

- Celebra también tu propia cultura. Enseña a tus hijos acerca de su propia historia familiar. El niño que valora aquellas cosas y elementos que lo hacen especial tiene menos razones para odiar.
- Opta por actividades que promuevan la tolerancia. Una de las actividades favoritas de muchos expertos es la actividad del “Limón”, para la que cada niño coge su propio limón y se le solicita que lo mire y conozca, pudiendo interactuar con él: lo pueden oler, probar, examinar y rodar por el suelo. Luego, el experto recoge los limones y los sitúa en un cesto central o canasta. Ahora les pide que encuentren su fruta. Y lo hacen. Unos limones serán más oscuros, otros tendrán marcas de dientes (que los niños podrían haber hecho inteligentemente con la finalidad de encontrarlos más fácilmente)… Luego, el experto pela cada limón y les vuelve a pedir a los niños que encuentren su fruta. Cuando se han cuenta de que no es posible y no pueden hacerlo, han aprendido algo fundamental: aunque podríamos ser distintos por fuera, todos nos vemos iguales por dentro.
- Y, por último, trata de practicar siempre aquello que predicas. De nada servirá si nuestro estilo de vida no coincide con lo que enseñamos. Es fundamental crear interacciones sociales que incluyan personas de todo tipo, y la mejor manera de hacer que los niños sean más tolerantes es brindarles y proporcionarles experiencias con personas de otros grupos.