Toalla, capa o albornoz, ¿qué es mejor para bañar a los niños?
Estos tres productos textiles diseñados para secarnos tras una ducha o un baño “compiten” por conquistar a los padres, que en muchos casos dudan con cuál de ellos hacerse para sus hijos.
A veces somos un poco traviesos con las preguntas que nos hacemos a nosotros mismos porque no se pueden responder de forma tajante. Es el caso de la que nos planteamos en el titular de este texto, ¿cuál es mejor para bañar a los niños: la toalla, la capa o el albornoz?
La primera respuesta que a todos nos viene a la cabeza es que ninguna, ya que todo depende del gusto de cada uno. En ese punto, tras pensar esa respuesta inmediata, muchísimas personas no pasarían ni un solo minuto más pensando en ello, pero muchas de ellas tendrán que retomar la cuestión cuando sean padres y les toque ir a comprar con qué secar a su hijo. Y verán entonces que la cuestión tiene más miga de lo que parece.
Y la tiene porque la respuesta no es que depende de cada cual, o que es lo mismo. Sí, evidentemente se puede secar a un niño con cualquiera de los tres productos, pero hay matices que hacen más recomendable uno u otro según qué contexto. El más importante, la edad, que define a su vez el tamaño y la autonomía del pequeño, los otros dos factores importantes a tener en cuenta.
La edad
En los primeros meses de vida de un niño, la capa es una gran solución para después del baño porque generalmente tienen tamaños ajustados para cubrir todo el cuerpo del pequeño, incluida la cabeza gracias a la capucha que remata estos diseños, y es muy rápido hacerlo. Están diseñadas para facilitar la envoltura exprés del recién nacido. De esta forma, el bebé pasa muy rápido de la bañera al calor de la capa y de los brazos de sus papás.
El problema de las capas es que perderán fuerza sus grandes virtudes cuando el niño empiece a ser autónomo, sobre todo cuando se sujete de pie con confianza y pueda incluso dar algunos pasos, y ya no disfrute tanto con eso de que le cojan sus padres y le envuelvan en sus brazos. A partir de ese momento, el cual se produce hacia el primer cumpleaños del niño, es un buen momento para que las toallas den el relevo a las capas.
En busca de autonomía
También puede hacerlo directamente los albornoces, pero en estas edades tan pequeñas no es prioritario proporcionarles autonomía como en años posteriores, y esta es precisamente la gran ventaja del albornoz, una prenda claramente en desuso que estamos a tiempo de recuperar como antaño porque para niños capaces de manejarse por sí mismos es lo más cómodo que existe. Se la pueden poner solos y el único reto será aprender a anudarlo. Libera sus dos manos, todo lo contrario que la toalla, y les protege del frío de forma homogénea, cosa que tampoco consiguen las toallas generalmente no porque no les cubran del todo, sino porque son niños, y como tal, son inquietos desde el momento en el que ponen un pie en la alfombrilla al salir de la ducha.
Por lo tanto, nuestra recomendación es la capa para recién nacidos y el albornoz a partir de los tres o cuatro años, siendo la toalla una alternativa válida a ambos productos y también la opción más interesante para hacer de transición entre un producto y otro.
El contexto
De todos modos, además de la edad del pequeño, su tamaño y su autonomía, es importante tener en cuenta un último matiz para dar una respuesta a la pregunta planteada: el contexto. No es lo mismo darle uso en casa que, por ejemplo, en actividades extraescolares deportivas.
En el ámbito del hogar, aunque se intente potenciar que los niños se valgan por sí solos, siempre están los padres para ayudar, pero no es así a partir de ciertas edades en los vestuarios después de entrenar, de ahí que la opción más aconsejable en estos casos sea aquella con la que el niño se maneje mejor a excepción de para actividades como la natación, en la que se suele recorrer un espacio grande protegido al salir del agua, lo cual hace que sea imprescindible una prenda que potencia la autonomía y la facilidad de movimientos como el albornoz.