Así nos enfrentamos en casa a que nuestra hija no quiera dormir fuera

Las fechas no lectivas y laborales son un “marrón” para la conciliación, y lo son más cuando tus hijos pequeños no quieren quedarse a dormir fuera de casa con algún familiar, aunque sean sus abuelos.
Consejos para dormir al niño

En fechas no lectivas, como Semana Santa, es necesario tirar de abuelos y familiares cercanos para poder sacar adelante el trabajo y que los peques estén atendidos, pero ¿qué pasa cuando no se quieren quedar a dormir fuera de casa? Este fenómeno no se da en todas las familias con niños y niñas pequeños, pero ocurre con relativa asiduidad.

Explica el equipo del hospital Sant Joan de Dèu (HSJD) de Barcelona que, “en los niños, la angustia es un sentimiento normal ante el hecho de dormir fuera de casa, tanto si se trata de la primera vez como si no”. Según el centro hospitalario catalán, referente en cuestiones relacionadas con la infancia, “es relativamente sencillo conseguir que los niños duerman fuera de casa sin que estén nerviosos”, pero para otros “el miedo puede llegar a ser mucho mayor que el entusiasmo”, y esta angustia se transforma, añaden, en “síntomas físicos como el dolor de estómago, las manos frías o sudorosas, y las náuseas”.

Es, por tanto, el miedo e incertidumbre que genera en los peques separarse de sus padres y madres lo que hace que muchas veces nos digan que se van a pasar el día fuera pero que luego, a dormir, mejor en casa. Esto se acentúa cuando el lugar al que van es desconocido, como está pasando mucho estos días con tanta excursión a las granjas escuelas, pero también se puede producir las primeras veces que van a casa de algún familiar, aunque sea la de sus abuelos.

Lo curioso es que, siendo el miedo, como hemos visto, el factor desencadenante del que hablan las fuentes especializadas, no es el único. Mi hija mayor es el ejemplo perfecto de ello, ya que ha dormido bastante fuera de casa en sus seis años, pero haya muchas veces en las que prefiere venir a casa a pasar la noche. Y esto le pasa más cuanto más seguido se ha ido de casa alguna noche. La hipersensibilidad, rasgo característico de sus altas capacidades, está detrás de ello.

Por ejemplo, esta Semana Santa ha dicho que prefería quedarse en casa en vez de ir con su abuelo y ha insistido mucho en ello. Hasta el punto de que habíamos tomado la decisión de que solo su hermana pequeña, que estaba encantada con la idea, se quedara con el abuelo. Para ello había que hacer 50 kilómetros, los que separan nuestra casa (ida y vuelta) de la del abuelo para recogerla y recorrerlos de nuevo al día siguiente para ir a por su hermana. Somos conscientes de que cuando nos lo dice es porque lo va a pasar mal, y se nos parte el alma.

Lo más llamativo es que ocurre apenas un par de semanas después de quedarse en casa de sus otros abuelos y la semana después de ir a la granja escuela con su cole. ¿Casualidad? No, porque a ella nunca le hace gracia dormir fuera, pero es menos flexible si lleva un tiempo en el que pasa menos noches con nosotros. El problema es que esta vez necesitábamos como agua de mayo que se quedara a dormir. He aquí el dilema y conflicto.

Qué hemos hecho

Lo que hemos intentado hacer para gestionar la situación y que la peque entendiera que era necesario que se quedara a dormir donde su abuelo es, en primer lugar, dejar que se exprese. Esto no es más que lo recomiendan hacer en una situación así los especialistas. “Permite que tu hijo exprese todo lo que le preocupa y responde con calma a todas las preguntas que comiencen con "¿Y si...?", dice el HSJD. Dicho de otro modo, también por el citado hospital, “Hacer que la comunicación en estos casos sea fácil para tus hijos”.

Además, también hemos tratado de seguir otro consejo general de las voces autorizadas en la materia: vestir el plan con decoración positiva. Es decir, citarle qué cosas iba a poder hacer si se quedaba con respecto a si no se quedaba, y qué cosas nos iba a permitir hacer a los cuatro los días festivos de Semana Santa si podíamos sacar todo el trabajo gracias a que ella hacía el esfuerzo de pasar fuera la noche. Simplemente el hecho de decirle que iba a poder jugar al tenis con su abuelo y que luego podríamos pasar varios días sin tener que trabajar nada junto a ella ya le ha hecho entender un poquito mejor la situación.

Por otro lado, lo que también hemos hecho y hacemos siempre ante algo así es legitimar su parecer. Incluso cuando acepta irse y sabemos que prefiere quedarse, le damos las gracias por su gesto para con nosotros y le insistimos en que entendemos perfectamente que prefiera quedarse.

En cambio, lo que tratamos de evitar a toda costa es ignorar el problema, que existe y es real, ya que la peque no quiere pasar fuera la noche, y no ser impacientes. Es decir, no tirar de autoridad o jerarquía, del “vas y punto”. A nosotros, si algo nos ha enseñado la crianza durante seis años de nuestras hijas es que este tipo de argumentos vacíos solo traen consecuencias negativas. A corto plazo consigues que el objetivo, pero el peaje es carísimo, sobre todo para el peque que tiene que aceptar la imposición.

Esta vez, nuestra manera de afrontar esta cuestión habitual en casa nos ha funcionado. Pero si hubiéramos agotado todos los argumentos y la niña hubiera seguido insistiendo en volver a casa, habríamos ido a por ella por la noche a costa de tener que trabajar a deshora para poder sacar adelante el trabajo pendiente sin que ella estuviera desatendida. Básicamente, no hubiéramos hecho nada que la mayoría de familias que estaréis leyendo estas líneas haríais en una situación así. ¿Os ocurre algo parecido a vosotras, familias?

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