Las frases que más digo a mis hijas en el día y la opinión de los profes y psicólogos sobre ellas
Si hay algo que nos une a las madres y padres de niños y niñas pequeñas es el top de frases que más veces les decimos a lo largo del día, esas que te hacen pensar si eres un ser humano o un papagayo de todo lo que las repites.
Hace no mucho confesé en esta pieza cuál era el truco que un experto en altas capacidades había compartido en una charla a la que asistí con el que nos invitaba a comprobar qué cosas eran las que más nos enfadaban de nuestros hijos e hijas. La intención era que nos diésemos cuenta de que, a menudo, las primeras de las listas son tonterías que no tienen la mayor importancia. Pues bien, hay otro ejercicio que puedes hacer para autorrevisar tu forma de llevar la crianza. Yo lo hago de vez en cuando y es tan sencillo como apuntar al final del día cuáles son las frases que más veces les dices a tus niños y niñas.
Quizá pienses que es una tontería como otra cualquiera, que no sirve para nada y que es una pérdida de tiempo. Estás en tu derecho de pensar así, pero a mí me sirve mucho para darme cuenta de cómo está siendo la dinámica reciente en la comunicación con mis hijas. Es otra manera de ponerme frente al espejo, y de poner también mi manera de dirigirme a ellas. Además, al mismo tiempo, es una prueba irrefutable de cómo ha transcurrido ese día o esa última semana en la que aplico un seguimiento a las frases que más las digo.
Lo es porque son muy distintas aquellas frases que aparecen escritas en mis apuntas en los días en los que el conflicto ha sido protagonista, y también en los días en los que yo no he ejercido de padre como me gustaría. Y esto es especialmente importante para mí, ya que tiendo a pagar con mis seres queridos cercanos los malos días personales. Y no es justo, y menos si esos seres son, además de mi pareja, dos niñas de 6 y 4 respectivamente.
Estas son las frases más repetidas en los días “malos”
En los días en los que las cosas no van como me gustaría, hay una frase que siempre aparece, y es la construcción que empieza de la siguiente manera: “No hagas eso que te…”.
Mira que sé porque lo he leído y porque la psicóloga y los profes del cole nos lo han dicho mil veces que las construcciones gramaticales que implican negación son mucho menos efectivas. Pues nada, “ahí que voy”. Y darme cuenta de que en un día, o en varios, estoy abusando de ella, y del no en general, me resulta muy útil para entender y aceptar que algo tengo que cambiar. Y desde ese momento trato de pensar más lo que les digo a mis hijas cuando hacen algo que no quiero que hagan, que no deben, que es peligroso, etcétera.
Otra frase que les digo mucho más de lo que debería y me gustaría tiene que ver con la urgencia, con la prisa mañanera. Se levantan muy pronto para desayunar todos juntos antes de ir a clase y empezar la jornada de trabajo respectivamente, pero no sé cómo lo hacemos que al final casi llegamos tarde a clase viviendo en frente del colegio. Y yo siento, una vez las acompaño y se quedan en clase, que me he pasado la mañana diciendo “Chicas, por favor, que llegamos tarde”. Afortunadamente, y en esto me voy a echar flores a mí mismo, casi siempre incluye el por favor la frase. Seguramente porque estoy recién levantado, con energías renovadas.
La tercera frase que destacaría es otro clásico, “Recoged el cuarto, por favor”, que también aplica a la cocina, al baño, al salón y hasta a las zapatillas que dejan tiradas en la entrada de casa cuando llegan de la calle. Es increíble la cantidad de veces que podemos “animar” a que recojan a los peques, ¿a que sí?. Y, de verdad, nosotros en casa siempre tratamos de ayudarles en esta tarea porque son pequeñas y así, se supone, asimilarán mejor el hábito. Pero, se viene spoiler, no siempre funciona: en nuestro caso, nuestra hija pequeña de cuatro años siempre demuestra mayor predisposición que su hermana de seis.
Otras frases que repito como un papagayo
Una cuarta frase que les digo muchísimo a mis hijas últimamente es “Eso hazlo mejor en la calle, por favor”. Aquí sí que el “por favor” se cae de la ecuación más a menudo. Es lo que tiene enfrentarse a una niña que se mueve haciendo volteretas laterales y pinos, y a otra que ve oportunidades de quemar adrenalina en cualquier esquina, tanto de la casa como de la calle. Yo ya me conformo con que la primera no lo haga en casa para no cargarse más las paredes y con que no le “vuele” la cabeza a nadie en la calle cuando le da por hacer volteretas laterales mientras camina, y en el caso de su hermana pequeña, basta con asegurarnos de que lo que está haciendo no hace que corra realmente peligro su vida… Es una exageración, pero si tienes un peque atrevido y lanzado, sabes perfectamente de lo que estoy hablando, ¿verdad?
Y por otro lado, empeñados tanto la madre de las peques como yo en reforzar el comportamiento de nuestras hijas cuando se lo merecen, especialmente el de la peque, que necesita más amor para su autoestima, he de decir que cuando hago el ejercicio de las frases que más les digo al día suele aparecer algo parecido a “Muy bien, me gusta mucho ver cómo te has esforzado” o frases similares aplicadas a otros contextos. El refuerzo es, junto a la anticipación, dos de las cosas que más nos funcionan en la crianza. De estos hábitos que de verdad ves rápidamente que tienen su recompensa positiva.
Al final, como ves, las frases que más repetimos como padres a nuestros hijos e hijas no tienen una gran trascendencia. Y esto quiere decir, en mi opinión, que debemos aprovechar aquellas situaciones en las que sí nos podemos comunicar con ellas y ellos de manera trascendente. Eso, y que debemos seguir esforzándonos por cuidar nuestra forma de comunicarnos con los peques, ya que siempre se puede hacer mejor. Es muy sano pensar, al menos lo es para mí, que el aprendizaje en la paternidad es bidireccional, y el lenguaje y la comunicación son dos ámbitos en los que más se puede aprender y mejorar a partir de las experiencias como padre/madre.