De niños creativos, adultos felices: claves para fomentar la imaginación en la infancia

Es importante conocer las distintas etapas cognitivas por las que pasa la imaginación de los niños para estimular esta competencia tan poderosa en la vida
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La creatividad es una competencia extremadamente útil en la vida, en cuyo fomento nunca debemos escatimar. Sobre todo cuando nuestros hijos son pequeños y su estimulación es nuestra responsabilidad. Criar niños creativos será aportar nuestro granito de arena para un futuro mejor, porque cuando crezcan serán adultos responsables, resolutivos, resilientes y colmados de otros grandes atributos que surgen de las mentes creativas y flexibles. 

Y no sólo encontrarán grandes recompensas del ejercicio de su creatividad cuando sean mayores, sino que de pequeños, también, podrán tener una infancia más plena: se aquejarán menos del aburrimiento, podrán inventar nuevas formas de divertirse y descubrirán caminos, por su propia iniciativa, para la resolución de problemas sin tener que recurrir a sus padres o tutores, reportándoles esta actuación una sensación de satisfacción y orgullo incomparable a ninguna otra.

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Etapas de la imaginación

Es importante entender que la imaginación tiene un funcionamiento diferente en base a la etapa evolutiva del niño o niña. Etapas que podríamos distinguir así:

  • Modelaje (de 1 a 3 años): cuando imitan el comportamiento de los adultos y lo interpretan a su modo.
  • Animismo (de 3 a 6 años): cuando ya son capaces de construir historias y relatos mediante aportaciones de la realidad que ellos conocen.
  • Abstracción (de 6 a 12 años): ya no necesitan objetos para construir historias, sino que usan un lenguaje más avanzado para poder inventar historias.

Trucos para fomentar la imaginación 

  • Evitar la saturación. Creemos que poniendo a disposición de nuestros hijos una gran cantidad de juegos y juguetes les damos más posibilidades para crear y buscarles usos y aplicaciones. Cuando lo cierto es que esa sobrecarga de objetos satura su mente y les impide centrarse en las mil y una posibilidades de cada uno de ellos.
  • Promover el juego al aire libre. No hay juguete, ni plan que podamos ofrecerles mejor que los propios elementos de la naturaleza. Un parque, un campo, un camino o una orilla del mar pueden ser un mundo de posibilidades para la mente de un pequeño.
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  • Saltarse las normas. ¿Y si les dejamos que sean ellos quienes se inventen las reglas del juego de mesa? Dárselo todo mascado y explicado puede ser contraproducente para que su mente divague y encuentre nuevos caminos. 
  • Disfraces caseros. Interpretar a otras personas o personajes es una de las herramientas más poderosas para la imaginación de nuestros hijos. Y no, no hace falta un baul de disfraces elaboradísimos. No hay disfraz que les pueda resultar más apetecible que una falda de mamá, una corbata de papá o unos zapatos de la abuela. 

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