Un análisis global recién publicado ha encontrado relación entre el flúor en el agua y el coeficiente intelectual en la infancia. Te contamos en qué consiste este vínculo, si es grave o no y qué consecuencias puede tener en los niños y niñas.
La exposición al flúor a través del agua potable ha sido, durante décadas, un pilar de las políticas de salud pública para prevenir la caries dental. De ello te hemos hablado largo y tendido en Ser Padres en artículos como este sobre las diez preguntas que más me hacen los padres en la consulta como pediatra.
En este contexto de interés general por cuestiones de salud pública y también de crianza —para los padres y madres es una de esas cuestiones relacionadas con la salud de sus hijos e hijas que generan interés—, nuevos estudios están planteando interrogantes sobre sus posibles efectos en el desarrollo neurológico infantil.
El último estudio publicado este mismo año en la revista médica JAMA Pediatrics, liderado por el Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental (NIEHS) de EE. UU., ha llevado a cabo un análisis sin precedentes: una revisión sistemática y un metaanálisis de 74 estudios realizados en 10 países que examinan la relación entre la exposición al flúor —prenatal y posnatal— y el coeficiente intelectual (CI) de los niños.
La investigación ha determinado que existe una asociación inversa entre los niveles de flúor (en agua y orina) y los puntajes de coeficiente intelectual, incluso cuando se trata de niveles considerados seguros por las autoridades sanitarias.
Sin embargo, la investigación no plantea alarmas inmediatas, aunque sí sugiere la necesidad de revisar las evaluaciones de riesgo-beneficio en políticas de salud pública.

Estudio de gran alcance sobre la relación entre el flúor en el agua y el CI
El equipo científico, liderado por Kyla W. Taylor (NIEHS), revisó 74 estudios —64 transversales y 10 de cohortes— que involucraban a más de 20.000 niños y niñas en países como China, India, México, Irán, Canadá o Nueva Zelanda. A través de métodos rigurosos de evaluación de calidad, identificaron 22 estudios de bajo riesgo de sesgo que sirvieron como base más sólida para el análisis.
La exposición al flúor se midió a través de diferentes matrices: agua potable, orina infantil, fluorosis dental y otras fuentes ambientales. Se aplicaron modelos de efectos aleatorios para calcular la relación entre exposición y CI, ajustando por variables como edad, sexo, país o tipo de test cognitivo.
Los resultados más significativos se observaron en los estudios con datos individuales de exposición urinaria. En este caso, por cada incremento de 1 mg/L de flúor en orina, el coeficiente intelectual infantil disminuyó en promedio 1,63 puntos (IC 95%: –2,33 a –0,93). Incluso en los estudios de mayor calidad metodológica, la reducción fue de 1,14 puntos por mg/L, lo que refuerza la validez del hallazgo.
El análisis también mostró que la asociación negativa persiste incluso en niveles por debajo de los considerados “seguros”: menos de 1,5 mg/L en agua, el umbral recomendado por la OMS.

Qué implicaciones tiene para la crianza y la salud infantil
Aunque la magnitud de la disminución de CI puede parecer pequeña, los expertos advierten que incluso variaciones de 1 o 2 puntos pueden tener consecuencias a nivel poblacional. Por ejemplo, una caída de 5 puntos en el promedio nacional de coeficiente intelectual podría duplicar los casos de discapacidad intelectual en la población general.
Estos hallazgos resultan especialmente relevantes para mujeres embarazadas y familias con niños y niñas pequeños que consumen agua del grifo. En países como España, donde la fluoración del agua no es homogénea (aunque en líneas generales la calidad del agua potable es muy alta), conviene consultar los niveles locales y considerar alternativas si superan 1,5 mg/L. En zonas con niveles elevados de flúor natural en pozos o acuíferos, el riesgo puede ser mayor.

Para los padres y madres preocupados por el desarrollo cognitivo, el estudio no plantea eliminar el flúor —sigue siendo esencial contra la caries—, pero sí invita a adoptar un enfoque más informado, especialmente durante el embarazo y la infancia temprana.
Algunas prácticas podrían ser las siguientes, si bien lo recomendable es consultar antes al pediatra:
- Comprobar los niveles de flúor en el suministro de agua local.
- Usar agua embotellada baja en flúor para preparar biberones, papillas, etc. en zonas con alta concentración de flúor en el agua del grifo.
- Consultar con el pediatra antes de administrar suplementos de flúor.
Referencias
- Kyla W. Taylor, Sorina E. Eftim, Christopher A. Sibrizzi, Robyn B. Blain, Kristen Magnuson, Pamela A. Hartman, Andrew A. Rooney, John R. Bucher. Fluoride Exposure and Children’s IQ Scores. JAMA Pediatrics, 2025. DOI: 10.1001/jamapediatrics.2024.5542