El apego es un concepto que convive con los adultos durante los primeros años de la crianza. De unos años a esta parte, de la mano del crecimiento en importancia en base a la evidencia científica que ha adquirido la parte emocional en nuestras vidas, el apego se ha convertido en una cuestión prioritaria en el contexto familiar.
Pero al hablar de apego no todo el mundo tiene claro en qué consiste, ni mucho menos sabe que los hay de diferentes tipos. No siempre es positivo, como tendemos a pensar.
Explica el equipo del centro de Psicología Iratxe López que “La teoría del apego sugiere que nuestras relaciones tempranas con nuestros cuidadores (en la infancia) sientan las bases para construir relaciones en el futuro (en la edad adulta)”.
“El apego hace referencia a los vínculos emocionales que creamos con otros a lo largo de la vida, primero con nuestros progenitores, y después con nuestros amigos, la pareja y nuestros hijos”, apuntan desde el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP) al respecto.

Es el comportamiento de los adultos que nos cuidan la primera muestra de interacción social que experimentamos y, por ende, la primera información que recibimos al respecto.
Este comportamiento puede ser de distinto tipo.
“Cuando la madre y el padre están emocionalmente disponibles y responden a las necesidades del bebé, es probable que éste desarrolle un apego seguro”,señalan desde el centro de psicología bilbaíno. Este es el tipo de apego que más beneficios aporta a los niños. “Los niños con apego seguro son más capaces de regular sus emociones, se sienten más seguros al explorar su entorno y tienden a ser más empáticos y cariñosos que aquellos que tienen un apego inseguro”, explican desde el centro de Psicología Iratxe López. Pero esto no ocurre así en todas las familias.
De hecho, hay hasta cuatro tipos de apego según explican los expertos en esta teoría. Uno de ellos es el apego evitativo, en el que profundizamos a continuación.
El apego evitativo
El apego evitativo, según el equipo del centro de psicología Iratxe López, es un estilo de apego que se desarrolla durante la primera infancia que se caracteriza porque “Las personas que lo experimentan no buscan apoyo en otras personas, no toleran la intimidad emocional y es posible que no puedan construir relaciones profundas y duraderas”.
Desde el centro psicológico Cepsim, añaden que el apego evitativo se reconoce porque lo sufren personas “huidizas de sus emociones; a diferencia del apego ansioso-ambivalente que parecen muy emocionales”. Esto explica por qué en el apego evitativo el cuidador casi nunca satisface las necesidades del niño o bebé, y en cambio sí lo hace más a menudo en el apego ansioso-ambivalente.
En el apego evitativo, añaden desde Cepsim, “el cuidador sí puede alimentar, bañar y dar cuidados al bebé, pero se asusta de sus emociones, se pone nervioso, ansioso o inseguro; y por ello las rechaza y desatiende. No es por maldad, sino porque no sabe cómo calmarlas o satisfacerlas, porque le da miedo”. Es habitual, apuntan desde el centro de Psicología Iratxe López, que en casos de niños con un vínculo evitativo, “Los progenitores tienden a no estar emocionalmente disponibles o no responder a ellos la mayor parte del tiempo”. Por ejemplo, añaden, “Ignoran las necesidades de sus hijos y pueden rechazarlo especialmente cuando su hijo está herido o enfermo, también rechazan el llanto del bebé y fomentan la independencia prematura en sus hijos”.

La consecuencia es que el niño desarrolla muy temprano un rechazo al consuelo natural de sus progenitores o cuidadores. “El niño aprende temprano en la vida a reprimir el deseo natural de buscar a un padre o madre para que lo consuele cuando está asustado, angustiado o con dolor”, indican desde el centro de psicología Iratxe López. Se produce, por lo tanto, una desconexión emocional en la infancia que tiene consecuencias a lo largo de la adolescencia y de la vida adulta.
Tal y como exponen desde Cepsim, esta desconexión emocional “implica que para no ser rechazado, tendrá que dejar de mostrar y expresar sus emociones, y en la medida que hace esto, también deja de sentirlas”. Y en la vida adulta, concluyen desde el gabinete psicológico, “esa desconexión emocional que provoca el apego evitativo, tiene sus consecuencias dado que tienen dificultades para sentir, identificar, y expresar sus emociones”. “Los niños con un estilo de apego evitativo de adultos pueden volverse muy independientes, tanto física como emocionalmente”, aportan al respecto desde el centro Iratxe López, cuyo equipo confirma que las personas que desarrollan apego evitativo pueden cambiar y acabar desarrollando un apego seguro. “Es posible que la persona aprenda a establecer otro tipo de vínculos más sanos”, apostillan.