En muchas ocasiones, las palabras que utilizamos con los demás pueden hacer mucho daño. Por eso, tener en cuenta la forma en la que nos comunicamos con nuestros hijos es fundamental. Ya no solo durante su infancia, sino también cuando crecen y pasan por la adolescencia. Toma nota de estas frases, es mejor que nunca las utilices con ellos.
En cualquier tipo de relación la comunicación es fundamental, sobre todo si queremos que haya unos buenos lazos afectivos. Al igual que cuando los niños son pequeños debemos cuidar las palabras que utilizamos para dirigirnos a ellos, cuando crecen y llegan a la adolescencia es de igual importancia.
De hecho, es muy importante porque en esta etapa de la vida, los jóvenes están planteándose muchas cosas y están en pleno desarrollo, y la misión de los padres es que sus hijos se sientan comprendidos y escuchados.
De lo contrario, si no los escuchamos, no les dejamos hablar, ni dar su opinión, ni dejar que aprendan de sus errores, no les estaremos haciendo ningún favor. En consecuencia, lo mejor que podemos hacer es considerar cómo nos comunicamos con ellos, intentando evitar algunas frases que a veces se pueden “escapar” por perder los nervios.
“Yo a tu edad ya…”
Se trata de una expresión que perdura de generación en generación, pero que no es nada efectiva. Si no debes comparar a tu hijo con nadie, tampoco debes hacerlo contigo. Ten en cuenta que tu contexto y el suyo son completamente diferentes. De hecho, él mismo, sus vivencias y sus experiencias no son iguales a las tuyas, por lo que no puedes pedirle que se comporte igual. De ser así, puedes generar un gran sentimiento de decepción en él.
“¿Qué te había dicho yo?”
Desde luego que es una frase que a nadie le gusta escuchar y que, además, no aporta nada. Lo único que se consigue es que transmitas la sensación de que “tú sabes todo” y, sobre todo, que “tú sabes más que él”. Aunque debes avisar de las consecuencias a tu hijo, destaca sobre todo el aprendizaje que va a ganar después de haberse equivocado.
“Mira cómo lo hace tu hermano”
A cualquier edad, las comparaciones son odiosas, pero si además las haces durante la adolescencia, puedes acabar dañando la autoestima de tu hijo. No le compares ni con hermanos, ni con amigos, ni con compañeros, ni contigo mismo, con ello conseguirás desmotivarlo. En su lugar, prueba a destacar las virtudes que lo caracterizan.
“No es para que te pongas así”
Es probable que tu hijo esté descubriendo que la vida no es tan fácil y que a lo largo de ella se encontrará con algunos obstáculos. Para él, cualquier decepción o frustración es enorme, y necesita que tú lo escuches y lo apoyes. Si le dices una frase como esta se sentirá incomprendido y verá sus sentimientos menospreciados. Y es que, nunca se deben reprimir las emociones.

“No haces nada bien nunca”
Sin duda, una frase que puede aparecer en un momento de discusión y enfado, y que es algo que realmente no piensas. No obstante, no deberías decir nunca cosas así porque tu hijo puede pensar verdaderamente que hace todo mal, lo que es muy perjudicial para su autoestima y su estado de ánimo. Tampoco debes utilizar frases como “me decepcionas” o “me has decepcionado”.
“Me tienes cansado”
Esta es una de las frases que decimos precisamente cuando nos dejamos llevar por los nervios o porque a nosotros mismos nos ha pillado en una situación de estrés y tensión. Aunque sin querer digamos “me tienes harto” o “me tienes cansado”, seguramente sea por el momento en sí, no obstante, tu hijo puede sentir que es así realmente.
“Lo vas a hacer porque lo digo yo”
Una expresión también muy típica entre padres que intentan justificar algunas de sus acciones. Sin embargo, no es nada efectiva porque el adolescente no entenderá ninguna razón por la que debe comportarte de esa manera. Prueba a darle una explicación lógica.
“¿Eres tonto o qué te pasa?”
Nunca debemos poner etiquetas de ningún tipo, mucho menos si son negativas. Si encima en tu caso las repites con frecuencia tu hijo podría sentir que realmente él es así, generando sentimientos muy negativos de sí mismo. Si tienes algo que decir, intenta calificar su conducta o lo que haya hecho, no a él como persona.