“El niño tiene derecho al esparcimiento al juego y a participar en las actividades artísticas y culturales”. Esto fue lo que afirmó la ONU en 1959 cuando incluyó al juego en los Derechos Fundamentales de la Niñez, en su Convención de los Derechos del Niño.
Y es que, más allá de ser un proceso lúdico, es un proceso fundamental para el aprendizaje infantil. De hecho, es el mejor vehículo para adquirir conocimientos desde edades muy tempranas y ningún niño debería estar privado de él.
En este ámbito, la prestigiosa psicóloga Sara Ríos contesta a las siguientes preguntas sobre cómo utilizar los juegos en la educación para estimular el cerebro del niño y conseguir que preste atención o desarrollar su inteligencia emocional.

¿Qué beneficios tiene el juego?
Desde los primeros meses de vida, el juego tiene múltiples beneficios. Cuando un niño juega, no solo se está divirtiendo o pasando el rato, también está entrenando numerosos procesos cognitivos que son fundamentales para su correcto desarrollo: su imaginación, su atención, la creatividad, la coordinación, etc. Además, si el juego es con más niños, se potencian otros aspectos fundamentales , como sus habilidades sociales, sus emociones, el respeto por las normas, seguir instrucciones, etc. Si es en familia, lograremos también mejorar la comunicación positiva entre todos de una manera divertida.
¿Cómo influye el juego en su aprendizaje?
El juego es la mejor herramienta para que los niños aprendan. Desde bien pequeños, es fundamental que lo utilicemos para que adquieran los conocimientos necesarios para su día a día (andar, hablar, relacionarse, etc.). De hecho, es la forma más efectiva de enseñanza en las escuelas, ya que si se hace de esta manera, estarán más motivados por aprender y adquirirán mejor las destrezas correspondientes. A su vez, el juego les enseña a respetar los turnos de los demás y a relacionarse con otras personas, ya sean adultos o niños, a estar más concentrados o a gestionar sus emociones, entre otras cosas.
¿Qué significa jugar para un niño?
Cuando le decimos a un niño: ¿Jugamos a algo? Su cerebro se activa y suelen aflorar emociones positivas. Para ellos, significa mucho más que estar entretenidos. Es diversión, un rato agradable con la familia o los amigos, es una oportunidad para superarse a sí mismos, etc. Pero, sobre todo, jugar para ellos significa felicidad. De hecho, si les planteáramos las tareas del día a día a través de juegos o pequeños retos, les sería más fácil llevarlas a cabo. ¡Jugar es la forma de aprendizaje más importante para los niños!

¿Qué tipo de juegos son los más recomendados según la edad del pequeño?
Existen numerosos juegos de diferente tipología y todos les enseñan algo. Sin embargo, dependiendo de la edad que tenga nuestro hijo, habrá unos que sean más relevantes que otros:
- De 0 a 2 años: son fundamentales los juegos de construcciones o los apilables, con los que pueden desarrollar las destrezas finas colocando los cuboso la coordinación visomanual, entre otros. Otros juguetes que tienen gran importancia a estas edades son los sensoriales con diferentes texturas, colores o formas, que el niño pueda manipular fácilmente.
- En torno a los 2-3 años: ya podemos introducir lo que se conoce como el juego simbólico. En él, los niños van desarrollando diferentes roles: desde coger el mando de la televisión y simular que hablan por teléfono, hasta ser profesores de una clase con muñecos o grandes chefs en sus cocinitas. Cuanto más van creciendo, más avanzados y con más detalles son esos roles. También los pequeños instrumentos musicales o juegos de imitar sonidos de animales u objetos conocidos son importantes en estas edades.
- De 3 a 6 años: empiezan a interesarse por jugar con otros niños de su edad, por lo que hay que potenciar que jueguen y compartan con ellos. Sin embargo, también sigue siendo habitual el juego en solitario. Aquí continúan teniendo una gran relevancia el juego simbólico, aunque a estas edades ya van apareciendo roles más desarrollados. Lo más frecuente es que empiecen a utilizar muñecos o peluches a los que dan vida atribuyéndoles diferentes funciones, por lo que aquí juega un papel importante su imaginación. También a esta edad empiezan a interesarse por el dibujo, los puzles o los juegos al aire libre con pelotas.
- De 6 a 12 años: los amigos son parte fundamental de sus juegos. Por este motivo, a estas edades son muy importantes los juegos en equipo como el escondite, el pilla-pilla, los juegos de mesa, los deportes, etc. , donde pueden fomentar sus relaciones sociales y también aprender a resolver posibles conflictos que puedan surgir entre ellos.
¿Qué les enseña el juego?
Es una forma divertida de aprender y potenciar aspectos de sí mismo que son fundamentales para su vida. Además de los procesos cognitivos que he comentado antes, el juego también les enseña a gestionar y expresar sus emociones, algo fundamental para su vida. Si les observamos mientras juegan, sea solos o en equipo, podemos ver cómo experimentan muchas de ellas: pueden pasar de la felicidad más absoluta al enfado o a la tristeza más intensa. La emoción más frecuente y la que más suele costarles manejar es la frustración; de hecho, en consulta me encuentro constantemente a niños que les cuesta aceptar que han perdido a un juego y en ocasiones sufren realmente por ello. Por tanto, en el juego van a ver representadas diferentes situaciones y emociones por las que pueden pasar a lo largo de su vida y, a través del mismo, pueden aprender a gestionarlas poco a poco; convirtiéndose así en una herramienta de aprendizaje fundamental para la vida.
¿Cómo podemos hacer que nuestro hijo nos obedezca a través del juego? Por ejemplo, si no quiere vestirse o lavarse los dientes.
Cuando a un niño le planteamos las tareas del día a día de manera divertida o en forma de reto, es más probable que se involucre y que acabe sistematizándolas. Como cualquier juego, hay que comenzar explicando las normas: “A partir de ahora vamos a jugar por las mañanas a vestirnos como un rayo. Para ello, tendremos que ponernos la ropa lo más rápido que podamos , pero haciéndolo bien, antes de que suene la alarma. ¿Estás preparado? Listo… ¡Ya!”. Además, si tras conseguirlo, lo celebramos con él o ella como si de una gran competición se tratase, se sentirá motivado para volver a repetirlo con otras tareas que le cueste hacer. Dependiendo de la tarea y de su dificultad, le pondremos un reto u otro.
Otro ejemplo, es poner una canción y, mientras suena, que tenga que cepillarse los dientes a la vez que la baila, poniendo como norma que el cepillado sea adecuado mientras no para de mover el cuerpo. Tras esto, un gran aplauso por nuestra parte ante la buena actuación y la manera tan adecuada de dejar sus dientes limpios. Con estos ejemplos , le enseñamos a cumplir normas y tareas de manera divertida mediante el juego.

¿Juego al aire libre o en casa?
Tanto el juego al aire libre como en casa tiene beneficios importantes en los niños. En el primero de ellos, potenciamos juegos donde pueden correr, saltar, utilizar un balón, jugar en equipo, etc. Lo cual es fundamental ya que hacen ejercicio a la vez que se divierten y se relacionan con otros niños. Sin embargo, especialmente durante el tiempo que estuvimos confinados en casa por la COVID-19, descubrimos también las posibilidades que tiene el juego dentro de casa: juegos de mesa donde potenciar la inteligencia y la planificación, entre otras cosas; manualidades, para desarrollar su creatividad y coordinación visomanual; encontrar el objeto escondido dentro de casa, etc. ¡Hay muchas posibilidades! Además, con esto podremos potenciar la relación positiva en la familia. Por ello, lo correcto es una buena combinación de los dos tipos de juegos, siempre que sea posible.
¿Mejor el juego libre o dirigido?
Es difícil decidirse por uno, ya que ambos son fundamentales para el aprendizaje de los niños. Por un lado, mediante el juego libre, aquel que el niño realiza de manera espontánea sin la intervención del adulto, se desarrolla su creatividad e imaginación, algo vital para su vida. Para ello, casi no hace falta proporcionarles nada, ellos son los que deciden lo que hacer con los recursos que tienen a su alcance. Por otro lado, en el juego dirigido no se potencia tanto su espontaneidad, ya que en esta ocasión hay marcadas unas metas u objetivos claros y el adulto interviene casi todo el tiempo. Sin embargo, también es importante llevarlo a cabo ya que promueve las relaciones con los demás y la empatía. Por tanto, debemos dejar ratos para realizar ambos tipos de juegos, aunque bien es cierto que el juego libre debe tomar algo más de protagonismo en la vida del niño.
Si volvieras a ser una niña , ¿qué le dirías al adulto que te acompaña?
Sin lugar a dudas, ¡más tiempo de juego en familia! Es cierto que el día a día en el que nos encontramos inmersos complica mucho esta tarea. Sin embargo, por lo beneficioso que resulta, tanto para los niños como para los adultos, y los aprendizajes que promueve, debemos buscar ratos en los que se fomente entre todos. Es fundamental que tengamos en cuenta que el mayor regalo para un niño es la atención de sus padres y, si es mediante el juego, ¡mucho mejor!