¿Cómo afectan las vivencias tempranas al desarrollo de nuestros hijos? ¿Pueden las experiencias difíciles en la infancia dejar una huella que persista más allá del recuerdo? La ciencia responde con contundencia que sí. Y esa huella se graba no solo en la memoria, sino también en el sistema inmune y en la arquitectura del cerebro.
Un estudio reciente liderado por la investigadora italiana Sara Poletti, psicóloga experimental y experta en neuroimagen, profundiza en esta cuestión con una perspectiva novedosa y poderosa: cómo las experiencias adversas en la infancia modifican las interacciones entre el cerebro y el sistema inmune, predisponiendo a trastornos mentales en la adultez.
Publicada en junio de 2025 en la revista Brain Medicine, esta entrevista científica presenta un enfoque pionero que combina psicobiología, neuroimagen, genética e inmunología para entender la raíz de trastornos como la depresión o el trastorno bipolar. Su hallazgo clave: la infancia no solo forma nuestra personalidad; puede determinar nuestra salud mental décadas después.

Cambios estructurales en áreas clave del cerebro
Sara Poletti, líder del proyecto en el IRCCS Ospedale San Raffaele (Milán), coordina una de las líneas más innovadoras de investigación en psiquiatría europea. Su trabajo, enmarcado en el programa ERA-NET Neuron, conecta los puntos entre infancia, neurodesarrollo y salud mental adulta a través de biomarcadores del sistema inmune y técnicas avanzadas de neuroimagen.
La hipótesis de partida de su último trabajo es que el trauma infantil genera inflamación en el cerebro, un proceso biológico que altera el desarrollo neuronal y deja secuelas visibles en resonancias magnéticas cerebrales incluso muchos años después. Esta inflamación cerebral, a su vez, incrementa el riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo.
Para demostrarlo, Poletti y su equipo combinan análisis genéticos, estudios de citocinas (marcadores inflamatorios), pruebas cognitivas y resonancias cerebrales en adultos con historial de trauma infantil. Sus datos revelan cambios estructurales y funcionales en áreas del cerebro clave para la regulación emocional, como la amígdala, la corteza prefrontal o el hipocampo.

Lo que revela este estudio y cómo puede aplicarse en la crianza
Las conclusiones del trabajo de Poletti tienen implicaciones directas para madres, padres y educadores. La más importante: el entorno emocional en la infancia importa más de lo que pensamos, incluso desde una perspectiva biológica.
Esto no significa que todo niño con una experiencia difícil desarrollará un trastorno mental, pero sí que el contexto emocional temprano puede aumentar —o reducir— ese riesgo a través de mecanismos neurobiológicos comprobables.
La investigación sugiere que una crianza sensible, respetuosa y basada en vínculos seguros no solo tiene efectos psicológicos positivos, sino que podría proteger biológicamente al cerebro infantil frente al estrés, reduciendo procesos inflamatorios que en el futuro se asocian con depresión o ansiedad.
Además, Poletti defiende el desarrollo de estrategias de prevención desde la infancia, y el uso de tecnologías de diagnóstico (como la neuroimagen o el análisis de marcadores inmunológicos) para identificar de forma precoz a quienes podrían beneficiarse de apoyo terapéutico.

De la ciencia a la vida cotidiana: qué podemos hacer como familias
Este tipo de estudios reafirman una idea cada vez más presente en la psicología del desarrollo: la infancia es una etapa crítica en la que pequeñas decisiones pueden tener efectos duraderos.
Proteger a un niño no significa evitarle toda frustración, pero sí crear entornos estables, predecibles y empáticos. Esto incluye estas claves para fomentar una crianza consciente, responsable y eficaz:
- Escuchar sus emociones y validar sus vivencias, incluso cuando no las comprendamos del todo.
- Establecer rutinas que le den seguridad.
- Promover vínculos afectivos seguros y consistentes con adultos de referencia.
- Fomentar la expresión emocional a través del juego, el arte o la conversación.
Como recuerda la investigadora, la interacción entre el entorno y el sistema inmune cerebral empieza desde muy temprano. Esto convierte a padres, madres y cuidadores en agentes activos de prevención y salud mental desde el primer día.
Referencias
- Sara Poletti. From the cradle to the grave. Brain Medicine (Genomic Press), 2025. DOI: 10.61373/bm025k.0071