Lorena García Díez: “La maternidad es una gran escuela para entrenar el estoicismo”

La periodista presenta Claves para una maternidad estoica, un volumen en el que, partiendo de su propia experiencia personal, reivindica la filosofía estoica como base para sobrevivir a la crianza “sin perder la cabeza ni el sentido del humor”.
Lorena García Díez

Copresentadora de Espejo Público (Antena 3), el rostro y la voz de Lorena García Díez se cuela cada mañana en el hogar de miles y miles de españoles. Quizás por ello su voz suena tan familiar y cercana al otro lado de la línea telefónica. Bolígrafo en mano (“debe ser un defecto profesional”, afirma entre risas), la periodista atiende a SER PADRES dentro de la campaña de lanzamiento de su segundo libro Claves para una maternidad estoica (Libros Cúpula), un volumen en el que, partiendo de su propia experiencia personal, reivindica la filosofía estoica como base para sobrevivir a la crianzasin perder la cabeza ni el sentido del humor”. 

“Creo que somos una sociedad que tiende mucho a la frustración, a quererlo todo de forma inmediata, a que sea todo lo más fácil posible… y al final te das cuenta de que eso te lleva a un callejón sin salida en la mayoría de los casos. El estoicismo aboga por todo lo contrario. De forma muy reduccionista lo que busca es un poco ese entrenamiento mental diario, el preparar a tu mente para reaccionar ante situaciones adversas que sabes que se van a dar”, explica. 

Su apuesta por el estoicismo, como escribe en la introducción del libro, se puede sintetizar en un lema: “Si desde que eres madre no duermes nunca un fin de semana más allá de las siete de la mañana, tienes varias opciones. Entre ellas, lamentarte de lo poco que te dejan dormir tus hijos… o preparar un rico desayuno en familia. Si la vida te da madrugones, prepara tortitas”.

¿Lorena García siempre prepara tortitas o algún domingo que otro reniega por lo poco que le dejan dormir sus hijos?

Si mis hijos me piden tortitas, hay tortitas. Soy muy estoica en las mañanas de sábado y domingo, la verdad (risas).

Como explicas en el libro, los estoicos se sometían a llamativos retos y desafíos para entrenar su mente, para ponerla al límite y trabajar a partir de ahí su respuesta a la adversidad. Partiendo de esa base, ¿educar y criar a un hijo es una gran escuela de estoicismo?

¡Totalmente! ¡Pero es que desde el mismo momento del parto! El parto supone someter tu cuerpo a un reto extremo, llevarlo prácticamente al límite para dar vida, que es algo maravilloso. Y no solo eso, sino que además pierdes todo rastro de vergüenza. Yo que siempre he sido muy pudorosa cuando me metí en el paritorio, con esa bata infernal, totalmente desnuda, y empezó la gente a desfilar por ahí, perdí el pudor completamente. A partir de ahí es todo un entrenamiento absoluto. Y la maternidad, qué te voy a decir, es un reto en sí misma. El deseo de todos es ser los mejores padres posibles - huyo mucho del concepto de perfección, porque eso nos hace un flaco favor a todos- y yo creo que el estoicismo ayuda mucho en ese objetivo, porque la maternidad nos pone muchas veces contra las cuerdas y hay que aprender a manejar esas situaciones.

¿A qué te ha ayudado más en ese sentido la maternidad, ante qué adversidades crees que reaccionas mejor desde que eres madre?

Para mí la gran prueba -y yo hablo de una maternidad muy fácil, que mis hijos no han sufrido ninguna enfermedad- fue la imposibilidad de quedarme embarazada. Eso ya es un reto estoico en sí mismo, el querer algo mucho y que las circunstancias te digan que no. Al final la mayoría de las cosas no dependen de ti, yo deseaba quedarme embarazada por encima de todas las cosas, pero no llegaba mi embarazo. De hecho, como cuento en el libro, todo acabó en un tratamiento de fertilidad. Y luego ya una vez que nació mi primer hijo, Mario, lo cierto es que dormía fatal. Y de repente, que lo que tanto deseabas te dé noches en vela, cansancio extremo, el no saber cómo gestionarlo… Al final tienes que utilizar tus propias herramientas. Entre ellas en mi caso está el humor. 

La crianza de un hijo (de dos ya ni te cuento) te lleva muchas veces al límite de tus fuerzas y de tu paciencia -no solo por los hijos, si no por esa vida loca que llevamos-. Dices precisamente en el libro que los estoicos ante situaciones complicadas intentaban poner su toque de humor. ¿Nos falta muchas veces sentido del humor en la crianza?

Sí, porque nos sobrepasa. El problema es ese. Dicho esto, yo creo que el sentido del humor habría que aplicarlo a casi todo. A mí no hay nada que me parezca más inteligente que reírte de ti mismo. Aprender eso es el mejor antídoto contra la frustración y contra el desamparo que sentimos en nuestro día a día. Yo soy una persona que me río mucho de mí misma y que intento ver siempre el lado divertido a las circunstancias. Además, como padres, es el mejor legado que le podemos dejar a nuestros hijos.

"Para mí la gran prueba fue la imposibilidad de quedarme embarazada. Eso ya es un reto estoico en sí mismo, el querer algo mucho y que las circunstancias te digan que no"

Además del humor, señalas otra virtud de los estoicos: vivir el presente. “Los estoicos eran expertos en no quemar etapas”, escribes.

Para mí es básico. ¿Por qué vamos a adelantarnos a lo que puede pasar o no? Es como cuando muchas veces te dicen: “pues ya verás en la adolescencia…”. Ese comentario me lo encuentro a diario. Pues bueno, cuando llegue ya lo viviré, pero déjame ahora que disfrute de mis hijos de 5 y 2 años. Yo asumo que según vayan creciendo mis hijos me iré encontrando con otros problemas, pero para qué agobiarme si ahora tengo este presente.  

Claves para una maternidad estoica, de Lorena García Díez.

En el libro compartes buena parte de tus rutinas estoicas. ¿Cuál es para ti la rutina fundamental, el pilar que nunca intentas dejar caer?

El autocuidado me parece básico. El que las madres y los padres nos dediquemos un tiempo a nosotros mismos es básico para que luego todo fluya y que la crianza funcione. Yo, por ejemplo, intento no renunciar nunca al deporte. Si tengo pauta de entrenar, entreno. Me parece básico ese tiempo para ti mismo. Aunque sea mínimo, aunque sean 10 minutos al día. 

Entre esas rutinas estoicas, además de hacer ejercicio, están el ya citado vivir el presente, cuidar a nuestro yo adulto, no dejarse llevar por las emociones, evitar la culpa… Con la eterna culpa materna hemos topado. ¿Qué le diría Séneca a una madre al respecto de la culpa?

(Risas) Lo bueno del estoicismo es que tiene una manera de concebir la vida muy sencilla. Nosotros tendemos a complicarlo todo. Es importante reducir todo el ruido que hay alrededor de las circunstancias. ¿Tú como llevas la maternidad? ¿Intentas que los niños estén bien, que todo fluya en casa? Pues ya está. ¿Qué algún día algo no sale bien o pierdes los nervios? Pues intentas mejorar al día siguiente, pero cero dramas. 

"No hay nada que me parezca más inteligente que reírte de ti mismo. Aprender eso es el mejor antídoto contra la frustración y contra el desamparo que sentimos en nuestro día a día"

Me han gustado mucho tus mantras “Podría ser peor”, para relativizar las crisis diarias, y “Si Dios quiere”, para ser flexibles con los planes. ¿Tener esos mantras grabados a fuego es una buena manera de no dejarse llevar por las emociones?

Desde luego. A mí, por ejemplo, me ayuda mucho en los viajes. Nosotros viajamos mucho con los niños (que es otro de los tópicos, que una vez que tengas hijos se acabó el viajar). ¿Y yo que hago? Ponerme siempre de antemano en lo peor. ¿Qué es lo peor que puede pasar si cojo un avión para un vuelo de diez horas? ¿Que mis hijos se pongan imposibles a las dos horas? Pues yo me preparo para ese momento, pienso qué haría llegado el caso. Y al final como te pones en el peor de los casos, todo lo que ocurra lo tienes mentalmente controlado y es más fácil encauzar la situación. Es un entrenamiento mental muy sencillo, pero que ayuda muchísimo. 

Al final del libro también explicas la importancia de trasladar el legado estoico a nuestros hijos. Además del ejemplo, por supuesto, ¿qué consideras básico trabajar en ese sentido?

Yo creo que uno de los grandes males de la sociedad y de los niños es la incapacidad para gestionar la frustración, sobre todo porque todos cometemos entre comillas el pecado de querer que nuestros hijos sean felices; y confundimos el ser feliz con el estar plenamente satisfecho con todos sus deseos. Yo lucho para que mis hijos sepan que el hecho de no tener todos los juguetes que quieren o no poder hacer todos los planes que desean no les tiene que hacer sentir las personas más desgraciadas. No, las circunstancias son las que son y tienen que prepararse para afrontar esas circunstancias. Tenemos que enseñarles a dar la vuelta a la tortilla de las circunstancias, que no se queden con lo que no han podido conseguir, sino que piensen en la suerte que tienen por tener otras cosas. Cuando tienes al niño llorando detrás lo más fácil es decirle que es un ingrato, que no se merece lo que tiene, pero eso no te lleva a nada y no es nada educativo. 

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