SI estás buscando un nombre para tu bebé, puede resultarte útil conocer las consecuencias que esta decisión puede traer consigo. En la elección de un nombre influyen muchos factores: los gustos personales, la creatividad o la tradición familiar. Tendencia esta última que arrasa en España donde poner el mismo nombre a los hijos que el padre o la madre vuelve a estar de moda.
Sin embargo, a la hora de elegir un nombre los padres no suelen tener en cuenta que el nombre que eligen para sus bebés influirá en cómo le percibirán los demás y también en su personalidad, según indican varios expertos sobre el tema apoyándose en diversos estudios.
Por ejemplo, David Zhu, psicólogo de la Universidad de Arizona en Estados Unidos y experto en nombres, afirma al respecto: “Un nombre se usa para identificar a un individuo y comunicarse con él a diario por lo que constituye la base de la propia concepción de uno mismo especialmente en relación con los demás”.
Por otra parte, hay muchos factores que modelan la personalidad de las personas: los genes, la educación y la formación que se reciba, las personas que nos rodean y los roles que se van asumiendo a lo largo de la vida.
Sin embargo, entre todos estos aspectos el papel que juegan los nombres no suele tenerse en cuenta cuando el nombre es un factor que también influye en la formación del carácter y, por ende, en la autoestima, desde que nacemos.

Las características de los nombres pueden revelar muchas cosas de las personas que los portan como, por ejemplo, su origen, cultura, etnia o religión. Además, incluso dentro de una misma cultura, los nombres pueden ser considerados comunes o raros, relacionarse con connotaciones positivas o negativas según su significado o ser contemplados como atractivos o pasados de moda.
Todas estas características van a afectar, inevitablemente, a cómo nos tratan los demás y cómo nos sentimos con nosotros mismos. Así, un estudio estadounidense realizado por el psicólogo Jean Twenge determinó que a aquellos a los no les gustaba su propio nombre solían tener una aceptación psicológica de si mismos más deficiente.
Según apuntan los autores de esta misma investigación, esa falta de confianza y autoestima propició, seguramente, que no les gustara su nombre o la circunstancia de que el nombre no fuese de su agrado contribuyó a su falta de confianza: Así, “el nombre se convierte en un símbolo del yo”, según apuntan estos investigadores.
Existe otro estudio realizado en Alemania por el investigador Jochen Gebauer que, basándose en la experiencia de los usuarios de un portal de citas , analiza los posibles encuentros según los nombres involucrados.
De esta forma, Gebauer y su equipo descubrieron que las personas que tenían nombres más pasados de moda en ese momento (como Kevin) tenían más probabilidades de ser rechazadas que las personas que portaban nombres más modernos como, por ejemplo, Alexander.
Además, el mismo estudio reveló que las personas con nombres pasados de moda y que fueron más rechazadas eran menos educadas y tenían una autoestima más baja.

Otra investigación realizada en el mismo país, reveló que las personas con nombres que se asocian a connotaciones negativas tienen menos posibilidades de ser ayudadas por un extraño que las personas con nombres asociados a connotaciones positivas como Sophie o Marie.
Por lo que, si una persona se enfrenta a un rechazo continuado a lo largo de su vida como consecuencia de su nombre es poco probable que se convierta en una persona cariñosa o amable, según los investigadores.
Por el contrario, hay nombres que parece ser que aportan consecuencias muy beneficiosas para la autoestima de las personas que los tienen: son los nombres comunes y que mejor suenan al oído.
En este sentido, hay un clásico y bonito nombre de niña, que además es el más común del mundo, que por sonar bien al oído y fluir fácilmente hace que las niñas y mujeres que se llaman así tengan mayores posibilidades de ser prejuzgadas positivamente por su entorno. Hablamos del nombre de María.
Por el contrario, los nombres que resultan más agresivos al oído, como por ejemplo, Erik, parece que no tienen tanta aceptación.

Sin embargo, no todo es blanco y negro, en esto de los nombres y su influencia en la autoestima y en el desarrollo de la personalidad de las personas.
Hay otros estudios que indican que, aunque los nombres menos comunes pueden aumentar el riesgo de rechazo hacia las personas que los tienen y que los demás sientan menos simpatía por ellos, parece ser que, a largo plazo, los nombres menos comunes y originales resultan beneficiosos para la autoestima por generar en la persona con este nombre mayor sentido de su singularidad.
Es lo que sostiene el psicólogo Huajian Cai del Instituto de Psicología en Pekín que, en este sentido, afirma que tener un nombre más raro se asocia con mayores probabilidades de desarrollar una carrera profesional menos común que coincida con su identidad como, por ejemplo, director de cine o juez, según demuestran las investigaciones que Cai y sus colaboradores han realizado al respecto.
La teoría de Cai coincide con lo que en términos psicológicos se conoce como “determinismo nominativo” que abunda en la idea de que el significado de nuestros nombres (o apellidos) influye en nuestras decisiones de vida. Esto explicaría por ejemplo la frecuencia de neurólogos llamados Doctor Brain en países de habla inglesa, donde “brain” quiere decir “cerebro”.
Otro estudio realizado por el psicólogo David Zhu apunta que tener un nombre poco común y original puede incluso moldear la personalidad de las personas que los tienen y hacer que sean más creativas y de mente más abierta.
Las investigaciones de Zhu al revisar los nombres de los directores ejecutivos de más de 1000 empresas determinaron que cuanto más raros eran estos nombres más distintivas eran las estrategias comerciales que llevaban a cabo y que además, tenían mayor confianza y autoestima en sí mismos.
Entonces, ¿es mejor optar por un nombre común o por un nombre original para llamar a un recién nacido? “Los nombres comunes y poco comunes están asociados con ventajas y desventajas por lo que es conveniente que los padres conozcan los pros y los contras”, sostiene Zhu al respecto y opina que una buena opción podría ser combinar ambos:
“Si les das a un niños un nombre muy común es probable que le resulte más fácil ser aceptado y querido por los demás a corto plazo. Pero, los padres deben encontrar formas de ayudar al niño a apreciar su singularidad por lo que se le puede dar un apodo especial o recordar con frecuencia las carecterísticas únicas del niño”, según aconseja el psicólogo.
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