La herencia familiar es una cuestión que siempre forma parte de las tertulias informales sobre crianza y maternidad/paternidad, esas que se dan en parques, puertas de coles y reuniones familiares o cumpleaños infantiles. Todos, en cierto modo, sabemos que llevamos en nuestra mochila personal determinados hábitos culturales y sociales heredados de nuestra familia durante la infancia. Hábitos que, en función de si nos gustan o no, tratamos de mantener o luchamos por separarnos de ellos. Pero qué difícil es esto último, qué arraigado está todo lo que heredamos en la infancia de nuestros padres. Menos mal que muchas son características o valores positivos como la empatía. Un estudio recién publicado asegura que esta es una característica de la empatía, que es tan importante saber gestionar bien en la infancia, que se puede heredar de generación en generación.
En línea con otro estudio anterior liderado por la Universidad de Cambridge, publicado en la revista Translational Psychiatry, que aseguraba que la empatía también está en los genes ya que el 10% de las diferencias individuales de la empatía en la población se deben a la genética, otro estudio publicado en la revista Child Development asegura que la empatía puede heredarse de padres y madres a hijos e hijas.
La investigación, titulada ‘Empatía a través de tres generaciones: desde el apoyo materno y de pares en la adolescencia hasta la crianza en la edad adulta y los resultados en la niñez’, lleva la forma de un equipo de científicos de la universidad de Virgina (Estados Unidos), que observaron durante más de 25 años a 184 adolescentes (99 mujeres, 85 hombres; 58% blancos, 29% afroamericanos, 8% mestizos/étnicos, 5% otros), desde los 13 años hasta que cumplieron 32.

la investigación, que concluye que la empatía es contagiosa, dicho de una forma vulgar, se llevó a cabo en dos fases. En la primera, iniciada a finales del siglo pasado, los investigadores invitaron a los 184 adolescentes a resolver problemas y buscar consejos a través de su madre primero y después con un amigo o amiga cercana. Todo este proceso quedó grabado.
La segunda fase consistió en mostrar si los adolescentes mostraban la misma empatía (puedes cultivar la empatía en los niños con este hábito de una psicóloga de Harvard) con sus amigos cercanos en la adolescencia tardía y cuando cumplieron 30 años fueron cuestionados acerca de su crianza y su comportamiento como padres, además del grado de empatía mostrada por sus hijos pequeños. Esto último consistió, por ejemplo, en que los padres participantes en el estudio calificaran la frecuencia con la que su hijo o hija trataba de comprender cómo se sienten los demás y si trataba de consolarles.
El objetivo del trabajo, tal y como han explicado los responsables de la investigación, ha sido “medir la empatía evaluando la presencia y participación de las madres en la conversación, si comprendían con precisión el problema de su hijo adolescente y cuánta ayuda y apoyo emocional ofrecían”.

Del seguimiento durante años y el estudio de la evolución del comportamiento de los casi 200 adolescentes a medida que crecieron, los investigadores llegaron a la conclusión de que el apoyo empático, la empatía, de las madres hacia sus hijos e hijas adolescentes de 13 años tenia un vínculo con la que estos mostraron después con su amigo de confianza a lo largo de la adolescencia. Dicho de otro modo: que al menos en parte, la empatía se hereda.
De hecho, los investigadores han concluido que esta empatía que se puede enseñar a los niños para que la muestren hacia los amigos en la adolescencia tardía también predice un comportamiento más solidario en su vida adulta. Esta, a su vez, repercute en la siguiente generación porque “se asoció con la empatía de sus hijos a la edad de 3 a 8 años”, se lee en las conclusiones del estudio.
Los resultados “sugieren que las personas devuelven el cuidado empático que reciben de los padres, y que las habilidades desarrolladas en las amistades adolescentes pueden informar la crianza posterior”, afirman los responsables de la investigación.

Cabe recordar, y así lo hacen los investigadores en el inicio del estudio, que “la empatía, entendida como la capacidad de identificar las necesidades y emociones de los demás y brindarles cuidados de apoyo que satisfagan esas necesidades, es fundamental para la formación y el mantenimiento de relaciones cercanas”. Además, recuerdan los responsables del estudio citando a varios autores, “la empatía de los padres está asociada con el apego seguro y la autorregulación de los niños”, y “en la adolescencia, la empatía y el comportamiento prosocial hacia los compañeros se asocian con amistades de mayor calidad”.
Ahora sabemos, gracias al estudio, que “cuanto más empática era una madre con su hijo adolescente a los 13 años, más empático era el adolescente con sus amigos cercanos a lo largo de la adolescencia”, y que cuanto más empáticos sean los adolescentes con sus amistades mas probabilidades hay de que la empatía se herede en una tercera generación. “Los que habían mostrado más empatía por los amigos cercanos cuando eran adolescentes se convirtieron en padres más comprensivos cuando eran adultos”, concluye la investigación.
Esta conclusión es importante, según los autores del estudio, porque “que la empatía sea la capacidad de empatizar con otras personas en la adolescencia es una habilidad fundamental para mantener buenas relaciones, resolver conflictos, prevenir delitos violentos y tener buenas habilidades de comunicación y relaciones más satisfactorias como adulto”.