Dormir es mucho más que descansar. Ya sabemos que los niños que duermen mejor se alimentan de forma más saludables. Y en los últimos años, la ciencia ha mostrado que el sueño tiene un papel activo en la consolidación de la memoria, especialmente en niños y adolescentes. De hecho, hace relativamente poco tiempo te contábamos que la ciencia ha demostrado que todos los procesos cerebrales que se ponen en marcha durante el sueño de los bebés son fundamentales para su crecimiento. Ahora, un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista Nature Human Behaviour ha ido un paso más allá al demostrar que dormir no solo ayuda a preservar los recuerdos, sino que transforma activamente la manera en que se organizan en el cerebro, favoreciendo una memoria estructurada por secuencias.
Esta conclusión del estudio realizado por investigadores norteamericanos tiene un impacto notable en la crianza. Recordar no es simplemente guardar información, sino que se trata de comprender la sucesión de hechos en el tiempo, algo que usamos para relatar, aprender, anticipar y desarrollar pensamiento crítico. Para un niño, saber que primero fue el desayuno y luego la escuela, por sencillo que parezca, es la base de su narrativa personal y su aprendizaje cotidiano.
Pues bien, el estudio en cuestión muestra por primera vez que una sola noche de sueño puede mejorar significativamente el recuerdo del orden de los eventos en una experiencia real, y que este beneficio puede durar hasta 15 meses. Esto abre nuevas perspectivas para la crianza: el sueño infantil no es solo un descanso físico, es mucho más: entre otras cosas, una poderosa herramienta vital para ordenar el mundo interior y una “medicina” natural muy efectiva para cuidar la memoria.

Las claves de la investigación: dos tipos de memoria
La investigación fue liderada por un equipo de expertos en psicología de las universidades de Toronto, Pennsylvania y Ottawa, y se basó en una experiencia real, un punto de partida muy original: un recorrido guiado por obras de arte en el centro Baycrest Health Sciences (Canadá). Más de cien participantes realizaron el mismo recorrido artístico.
Durante el recorrido, cada persona escuchaba una audioguía que les indicaba qué obra observar, en qué orden, y algunos detalles sobre cada una (color, material, título, etc.). Posteriormente, se realizaron pruebas de memoria que evaluaban dos tipos de recuerdos:
- Memoria secuencial: qué ocurrió antes o después (por ejemplo, "¿Vistaste primero la escultura 'Rotation' o el mural del jardín?").
- Memoria featural o perceptiva: características puntuales de los objetos (por ejemplo, "La escultura 'Rotation' es de madera").

Los investigadores compararon los resultados de quienes durmieron entre las pruebas y quienes no. También analizaron el impacto del sueño a corto plazo (12-24 h) y a largo plazo (hasta 15 meses después). Además, registraron mediante polisomnografía los patrones cerebrales durante el sueño.
El estudio contó con tres fases (Estudio 1, 2a y 2b). En el Estudio 2a, los participantes fueron divididos en dos grupos: uno durmió tras la experiencia, el otro no. Solo quienes durmieron mostraron una mejora en la memoria secuencial. En la fase 2b, se confirmó mediante registros de actividad cerebral que esa mejora estaba directamente relacionada con patrones específicos de sueño profundo. En particular, el acoplamiento de husos de sueño con ondas lentas.
En base a los datos recopilados durante la investigación, esta concluye con un hallazgo trascendente: el sueño potencia de forma selectiva la memoria del orden de los eventos más que los detalles aislados. Y este efecto no se debe solo a "dormir para no olvidar", sino a una reestructuración activa de los recuerdos durante el sueño profundo. Es así especialmente durante las fases con acoplamiento de ondas lentas y husos de sueño.

Significado para padres y madres: cómo afecta a la crianza
Este estudio tiene aplicaciones muy concretas para la crianza. El sueño no es sólo una necesidad biológica, sino una condición del desarrollo cognitivo. Dicho por los propios autores, "dormir no sólo reduce el olvido, sino que transforma activamente los recuerdos hacia una forma más estructurada y duradera".
Cuando un niño o niña duerme tras haber vivido una experiencia significativa —una excursión, un cuento, una conversación familiar…—, su cerebro selecciona y reordena esos recuerdos, dando prioridad a la secuencia temporal. Esto facilita que el niño o niña pueda reconstruir la experiencia con coherencia al día siguiente e incluso muchos meses después.

Para padres y educadores, esto implica que fomentar una buena higiene del sueño desde la infancia puede tener un impacto directo en la capacidad de los niños y niñas para acciones cotidianas relacionadas directamente con la memoria. Estos son algunos ejemplos:
- Comprender secuencias (rutinas, historias, pasos para resolver un problema)
- Relatar experiencias con lógica temporal
- Establecer relaciones de causa efecto
- Aplicar conocimientos adquiridos a nuevas situaciones
- Recordar con sentido lo que aprenden en la escuela y en casa
Este hallazgo también tiene una implicación emocional: al recordar con mayor claridad y coherencia lo vivido, los niños y niñas pueden procesar mejor lo que sintieron. Esto podría ayudarles a entender mejor sus emociones y reacciones, algo fundamental en la regulación emocional.

Además, por otro lado, el sueño también podría ayudar a mejorar la organización mental en niños y niñas con dificultades de atención o de memoria, aunque esto requeriría estudios específicos en un futuro. Es una ventana que ha abierto este estudio pero que necesita ser explorada en el futuro por otras investigaciones.
Referencias
- Diamond, N. B., Simpson, S., Baena, D., Murray, B., Fogel, S., Levine, B. Sleep selectively and durably enhances memory for the sequence of real-world experiences. Nature Human Behaviour, 2025. DOI: 10.1038/s41562-025-02117-5