Desde que son bebés les encanta jugar al escondite o cucú-tras. Pero es que muchos juegos que parecen solo eso, en realidad son mucho más. ¿Sabías que para tu bebé, sentir que estás preocupado porque no lo encuentras le hace sentirse querido?

Sabemos sobre la importancia de jugar con nuestro bebé desde que llega a casa, de interactuar con él e ir diciéndole, desde la primera vez, todo lo que vamos a hacerle: ‘ahora te voy a cambiar la ropa’; ‘tenemos que ir a darte un baño’; ‘ha llegado la hora de dormir’. Un estudio revela que conecta directamente la buena autoestima de nuestros hijos con el número de horas que jugamos con él o ella.
Esta investigación en concreto avala la importancia del juego en el desarrollo motor, cognitivo, social y emocional de los niños. Por esta y más razones, es muy importante que los padres compartan con su peque tiempo de juego. Así pues, un niño cuyos padres juegan con él, se sentirá querido e interesante, ya que sabrá que es capaz de generar felicidad cuando sus progenitores interactúan con él.
Pues bien, algo parecido pasa con el famoso juego del escondite o el ¡cucú-tras! Un pequeño entretenimiento que utilizamos a menudo para sacar una fuerte sonrisa o carcajada en nuestro bebé y que, sin embargo, aparte de eso, a ellos les sirve para sentirse queridos y halagados. Y lo hace, precisamente, porque escondiéndose detrás de una toalla, tapándose la cara con sus manitas o agachando la cabeza a modo de escondite, los papás dejamos de verlos: se sienten invisibles para nosotros. Cuando formulamos la pregunta mágica de ‘¿dónde se habrá metido este niño?’, ‘¡Ay! Que no lo veo’… a ellos les ilusiona ver cómo mamá o papá lo han echado en falta cuando no está. Por tanto, es una manera de comprobar que sufren la misma inquietud que él cuando faltan sus papás.
Este tipo de juegos puede proporcionar diversos beneficios para el desarrollo de un bebé o niño pequeño. En primer lugar, al cubrirse la cara o desaparecer y luego volver a aparecer, el bebé aprende que los objetos aún existen aunque no los vea: esto favorece en el desarrollo de sus habilidades cognitivas. Además, durante el juego, los bebés experimentan diferentes sensaciones que estimulan el tacto, visión y audición. Pueden sentir las manos de adulto cubriéndose la cara y descubriéndose, ver los cambios en la expresión fácil y escuchar las palabras o risas. Así pues, contribuye con su desarrollo sensorial.
Por otro lado, los beneficios a nivel social y emocional son los más importantes. Este tipo de juegos fomenta la conexión emocional entre el bebé y los padres. A través de las risas, el contacto visual y el tacto, se crea un vínculo afectivo muy positivo. Los bebés disfrutan de esta interacción y generan una sensación satisfactoria cuando el adulto vuelve a aparecer después de ocultarse. Asimismo, el método de estas actividades fomenta el desarrollo de sus habilidades sociales: empiezan a conocer los turnos para jugar, la paciencia, la comprensión de las interacciones sociales básicas, la empatía, entre otros.
En definitiva, no son solo juegos sino que ayudan al desarrollo del bebé o niño pequeño. A continuación te contamos cómo son estos juegos:
¡No estoy!
Marcos acaba de despertarse de la siesta, mamá o papá se acercan a la cuna con intención de sacarlo pero él en vez de lanzarle los brazos empieza un juego curioso: la mira, espera dos o tres segundos y esconde la cabeza esperando nuestras palabras cariñosas.
¡Qué sí! ¡Estoy aquí!
Cuando le reímos la gracia, o le soltamos un piropo amoroso, él vuelve a taparse la cara con la sabanita. Le miramos orgullosos y el niño repite la jugada una y otra vez. Ha descubierto el juego del cucú-tras, ¡y cómo se ríe! ¡Cómo disfruta mirando la cara que ponemos cuando baja la sábana!
Cucu-trás

Este famosisísimo y atemporal juego sucede alrededor de los ocho meses. El bebé oculta su cara detrás de una manta o un pañuelo para que su mamá no le vea y se lo pasa pipa.
No te veo
Todos los bebés, hacia el séptimo u octavo mes de vida, se entretienen haciéndose invisibles para mamá y papá, al menos por breves periodos de tiempo. Los de ayer y los de hoy. ¿Por qué el cucú-tras les gusta tanto? Este juego les ayuda a manejar la angustia que les causa la ausencia de su madre cuando no la ven.
Sí te veo

Ellos todavía no saben que mamá siempre regresa a su lado. «Con el cucú-tras, ya no es la mamá quien se va y vuelve cuando ella quiere, sino que el bebé, al levantar la sabanita para taparse y luego bajarla, es como un director de escena que dice: "Ahora sí estás, ahora no estás"» explica el psicoanalista infantil Guillermo Kozameh.
Ya no me ves

A Lucas, de 18 meses, le gusta desaparecer de la vista de su madre. Se refugia detrás del sofá o de una puerta o debajo de la mesa para que la mamá la busque. «¿Dónde está Lucas?», se pregunta la mamá, al darse cuenta de la estrategia. «¿Dónde está mi niño, que no lo veo?» «¿Lucas?» «¿Lucaaaas?», grita mientras mira en una y otra dirección. En realidad, la madre sabe perfectamente dónde está Lucas, la ve debajo la mesa, pero finge que no la encuentra y que está muy impaciente. Lucas no tarda en aparecer esperando encontrar muestras de alegría en la cara de su mamá. ¡Bingo! La madre al verlo se pone muy contenta y le da un sonoro beso en la mejilla.
¡Que sí estoy!

Al niño lo que le ilusiona ahora es contemplar que la mamá o el papá le ha echado en falta y que cuando él no está, se angustian. Es una manera de comprobar que su madre (o su padre) cuando él no está a su lado sufre la misma inquietud que tiene él cuando faltan sus papás.
Frío, frío
Clara, de cuatro años, juega al escondite con sus amigas cada vez que se juntan. Por turnos, una se apoya en una pared, se tapa los ojos, cuenta hasta diez o hasta veinte y luego busca a las demás. Clara se esfuerza por encontrar un lugar donde pueda ocultarse sin ser descubierta; sabe que si lo logra, tendrá posibilidades de abandonar el escondite sin ser vista y ganar el juego. «Aquí se añade algo más: el niño se da cuenta de que los padres no son omnipresentes, que no le leen el pensamiento y no saben qué está haciendo en todo momento. Ha ganado autonomía», explica Guillermo Kozameh.