Cuando llega la adolescencia, etapa en la que todos los especialistas coinciden en afirmar que los menores con altas capacidades “siguen siendo diferentes”, los padres y madres que hayan trabajado determinadas actitudes desde que sus hijos e hijas eran pequeños tienen mucho terreno ganado. Tanto que pueden partir con ventaja cuando llegue la adolescencia con respecto a padres de menores que no las tienen.
Olga Busto y Alejandro Carmona, psicólogos especializados en altas capacidades coautores del libro Hijos con altas capacidades. El reto de educarlos, tiene claro qué tres actitudes de los adultos son las que mayor impacto positivo tienen en los niños y niñas con altas capacidades cuando llegan a la adolescencia.
Los dos expertos señalan que es el prejuicio que hayamos interiorizado acerca de la adolescencia lo que marca cómo la gestionamos. Eso y el trabajo de campo previa que hayamos realizado desde el inicio del proceso educativo y de acompañamiento de nuestros hijos e hijas.
“Si nos dejamos llevar por esa generalización que dibuja la adolescencia como una enfermedad mental transitoria, vamos a ponernos a la defensiva o al ataque, que son las dos caras de la misma moneda”, exponen Busto y Carmona. “Si no aprendemos a empatizar con los cambios que naturalmente van a vivir nuestros hijos e hijas y cambiamos el registro por otro más positivo que ilumine lo que tienen de magnífico, el pronóstico empeora”, aseguran los dos psicólogos, que inciden en lo mucho que afecta nuestra predisposición. “Elegir cómo vivir un suceso, acontecimiento o etapa cambia completamente el resultado”, afirman.

Las tres actitudes clave
Por todo lo expuesto, y aunque lo es durante todas las etapas tempranas de la vida, es a medida que se acerca la adolescencia cuando más impacto positivo y decisivo puede tener en los niños y niñas con altas capacidades la actitud de sus progenitores.
“Nos toca poner mayor énfasis en aquellas actitudes que hemos venido trabajando desde que eran pequeños, o que, si no lo hiciste, aún estás a tiempo”, subrayan en este sentido Olga Carmona y Alejandro Busto.
Los dos autores ponen el foco en tres puntos que en realidad engloban cuatro actitudes distintas, aunque dos están tan conectadas que forman parte del mismo consejo.
Son las siguientes:
- Flexibilidad: los dos psicólogos, Alejandro Busto y Olga Carmona, dejan claro que “flexibilidad no es ausencia de firmeza, sino capacidad para el cambio y la negociación”. Esta es la primera actitud en los adultos con impacto positivo en los niños y niñas con altas capacidades. “No nos cansaremos de repetirlo, como mantra que nos va a acompañar durante toda la travesía educativa y que ahora se vuelve aún más prescindible”, apuntan.
- Confianza: Busto y Carmona hacen hincapié en que la confianza en nuestros hijos e hijas con altas capacidades sólo puede traerles cosas positivas, sobre todo durante la adolescencia. Confianza, dicen, “en su capacidad de autocuidado y responsabilidad”. Recuerdan los dos psicólogos que “confianza es lo opuesto a la vigilancia y al espionaje del adolescente”.
- Paciencia y empatía: son dos actitudes o habilidades sociales que van de la mano, y son un pilar de la educación de los niños y niñas con altas capacidades. No es algo adquiera trascendencia de golpe en la adolescencia, sino que ya lo es durante la infancia. “Seguramente jugamos con ventaja respecto a los padres con hijos que no tienen altas capacidades porque la hemos venido fortaleciendo y ampliando desde el principio de nuestro particular periplo educativo”, concluyen Alejandro Busto y Olga Carmona.