Es frecuente que los niños de tres a cuatro años pasen a rechazar alimentos que previamente les encantaban y esto es motivo de preocupación para sus padres y madres. Esto es habitual porque los niños crecen y empiezan a saber diferenciar mejor entre lo que les gusta y lo que no, y también sienten rechazo por aquello que no conocen (por ejemplo, muchos rechazan las verduras por el color verde ya que les activa una "alarma" cerebral que les hace sentir asco o rechazo). Los casos más graves de rechazo alimentario se pueden deber a un cuadro de neofobia alimentaria, trastorno alimentario en el que profundizamos a continuación.
¿Qué es la neofobia?
Introducido hace un par de años en el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría) la neofobia alimentaria se define, a grandes rasgos, como el "rechazo a los alimentos nuevos o desconocidos de forma selectiva por cuestiones como su apariencia, sabor, olor, textura o presentación". También puede ser debido a algún trauma previo relacionado con el alimento en cuestión.
No es lo mismo que ser quisquilloso o comer regular, estamos hablando de casos graves que además suelen alargarse en el tiempo. De hecho, este cuadro es común desde los 2 a los 6 años, y afecta sobre todo a las frutas y las verduras.
Es interesante saber que esto no ocurre de forma frecuente con alimentos dulces ya que el cuerpo humano nos predispone a preferir desde el nacimiento los sabores dulces mientras que hace justo lo contrario con los amargos, ácidos y agrios. Además, de manera innata también, el ser humano rechaza aquello que no conoce, cosa que ocurre con alimentos que no hemos probado antes. Este mecanismo cerebral tiene una función protectora ya que se rechaza todo aquello que podría ser nocivo para el cuerpo.
Por este motivo, los expertos, tanto en nutrición como en psicología -la neofobia también puede afectar a los adultos pero no tiene una incidencia tan importante- recomiendan introducir en cuanto sea posible todos los alimentos saludables y nutritivos en la dieta de los niños. Que los conozcan antes de los dos años limitará muchísimo la posibilidad de que aparezca la neofobia alimentaria en ellos porque el aprendizaje de los sabores se consigue mediante la exposición reiterada a los mismos.
Consejos para evitarlo
No solo debemos presentárselo a los peques de forma repetida, sino que debemos hacerlo en clave positiva. Esto es, en diferentes elaboraciones y presentaciones variadas, con muchísima paciencia y comunicación positiva, en pequeñas cantidades dentro de grandes platos hasta que vayan consiguiendo asimilar y tolerar con gusto cada alimento que les provoca rechazo -mejor que repitan que se quede en el plato-, y sobre todo, sin forzarles a comerlos. Forzar a comer no funciona con ningún niño que sea mal comedor, y en el caso de los niños y niñas neofóbicos es muy contraproducente porque lo único que se consigue obligando es que lo sean más.
De igual modo que en otros aspectos del aprendizaje de los niños no es aconsejable utilizar el chantaje o soborno ni los premios para que coman por mucho que sirva en ese momento. También es importante evitar las distracciones durante las comidas -nada de tele, móviles y videojuegos, por ejemplo- y también limitar todo lo posible darles comida entre horas.
Debemos evitar convertir las comidas en un suplicio para los niños. Si después de unos 30 minutos el niño no quiere comer no debemos forzarle ni reñirle ni mucho menos dejarle ese alimento para la siguiente comida. Si hacemos esto el problema se agravará y llegado el momento de comer el niño o niña sólo querrá evitarlo.
Por último, en la medida de lo posible, es muy recomendable comer en familia, todos juntos, porque el niño o niña tendrá muy buenos ejemplos delante dando por descontado que los demás miembros del grupo familiar le dais ejemplo con vuestra dieta.