Criar niños compasivos y empáticos es un proceso que requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, coherencia entre las acciones y las enseñanzas. La compasión y la empatía son cualidades esenciales en el desarrollo de los niños y de los adultos que vivimos en sociedad.
Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Harvard ha puesto el foco en la existencia de una desconexión preocupante entre los valores que los padres creen estar inculcando y lo que los niños realmente perciben. Aunque el 96% de los padres afirma que enseña empatía y respeto, solo el 19% de los niños siente que la amabilidad es un valor fundamental en su hogar.
En un mundo cada vez más competitivo, es esencial que los niños crezcan en un entorno donde se valoren la compasión y la solidaridad. Al adoptar estas prácticas, los padres contribuyen a crear una generación más empática y comprometida con el bienestar común.
Practicar la empatía cotidianamente, gestionar emociones destructivas, desarrollar la perspectiva y ser modelos morales auténticos son estrategias que ayudan a los padres a fortalecer estos valores en sus hijos.
Para Arthur Brooks, profesor de la Universidad de Harvard, “el médico empático alivia el dolor con su empatía, el médico compasivo también puede operar sin perder la calma, al paciente". Para este profesor, la empatía resistente “es la capacidad de sentir dolor y a la vez, ser capaces de actuar con claridad y propósito”.
La brecha entre la intención y la percepción
Según el estudio de Harvard, una de las principales razones de esta desconexión es la contradicción en los mensajes que los niños reciben. Aunque los padres valoran el éxito personal, en el fondo lo que hacen es relegar la importancia de la empatía y la solidaridad, potenciando realmente un ambiente competitivo que afecta al desarrollo de valores éticos y a la capacidad de los niños para ser compasivos.
“La compasión nos permite ayudar a los demás a navegar sus emociones, mientras mantenemos nuestra propia fuerza y equilibrio”, señala el profesor Brooks para defender lo importante que es educar a nuestros hijos en la compasión, no solo para que tengan una infancia feliz sino para que sean también adultos compasivos.
La Universidad de Harvard propone unas sencillas estrategias prácticas para ayudar a los padres a reforzar estos valores y a construir una base ética sólida en sus hijos.

Practicar la empatía de forma cotidiana
La empatía no surge de forma espontánea; requiere de la guía y el ejemplo constante de los adultos. Involucrar a los niños en actividades cotidianas de colaboración y ayuda mutua es fundamental para que internalicen estos valores.
- Involucrar a los niños en tareas domésticas: Participar en labores del hogar les enseña la importancia de contribuir al bienestar común.
- Fomentar la participación o incluso la creación de proyectos colaborativos: Actividades en equipo, como organizar una comida comunitaria o ayudar a un vecino, promueven la solidaridad.
- Reflexionar sobre sus acciones: Al finalizar cada actividad, los padres pueden hablar con sus hijos sobre cómo se sintieron ayudando a otros.
Gestionar las emociones destructivas
La ira, los celos y la frustración son emociones naturales, pero pueden obstaculizar el desarrollo de la empatía y el respeto. Enseñar a los niños a identificar y gestionar estas emociones es clave para una convivencia armoniosa y para que aprendan a actuar con consideración hacia los demás.
¿Cómo hacerlo para que funcione?
- Ayudar a los niños a reconocer e identificar sus emociones es el primer paso. Una técnica sencilla es enseñarles a decir en voz alta cómo se sienten.
- Ofrecer alternativas constructivas: Enseñarles a respirar profundo o a contar hasta diez cuando sientan enojo puede ayudarles a calmarse antes de reaccionar.
- Fomentar el diálogo es fundamental: Hablar sobre sus sentimientos les permite comprender mejor sus emociones y les ayuda a expresarlas de forma no violenta.

Desarrollar la perspectiva
Entender y respetar los sentimientos ajenos es una habilidad esencial para la empatía. Enseñar a los niños a ver situaciones desde diferentes puntos de vista les ayuda a desarrollar la comprensión y el respeto hacia los demás.
Es importante animar a los más pequeños a imaginar cómo se sienten otras personas en una situación determinada, así aprenden a ponerse en el lugar del otro y a empatizar con los demás.
Compartir historias y experiencias es un ejercicio fantástico para desarrollar la compasión. Leer cuentos o hablar sobre diferentes situaciones de la vida puede ayudar a los niños a entender el mundo desde una perspectiva más amplia. Pedirles que piensen en las posibles consecuencias de sus acciones, les ayuda a tomar decisiones con una visión equilibrada.
Ser modelos morales auténticos
Los niños aprenden observando. La integridad, la coherencia y la honestidad de los padres sirven como el ejemplo más poderoso de valores éticos. Mostrar compasión en nuestras propias acciones les enseña a los niños a actuar de la misma manera por eso es importante que vean en nosotros que:
- Ser coherentes con los valores de los que les hablamos: Actuar de manera que los valores de empatía y compasión se reflejen en nuestro comportamiento diario.
- Aceptar los errores: Reconocer y disculparse por los propios errores enseña a los niños que nadie es perfecto y que ser compasivo también implica ser comprensivo consigo mismo.
- Actuar con integridad: Tomar decisiones éticas, incluso en situaciones difíciles, refuerza la importancia de la honestidad y la responsabilidad.
