Es uno de los puntos fundamentales del decálogo 1,2,3 Actúa Ya contra la obesidad infantil de Ser Padres: «El derecho de los niños a moverse y jugar al aire libre con frecuencia desde bebés, y a que los padres, los colegios y las escuelas infantiles garanticen ese derecho».
¿Por qué le damos tanta importancia? Porque en los primeros años de vida, el juego es su manera de hacer ejercicio, mucho antes de que el deporte llegue a sus vidas. Cuando llevamos a nuestro bebé de paseo en brazos, le animamos a chapotear en la bañera o le dejamos que repte y gatee en el suelo estamos sembrando la primera semilla de un niño, un adolescente y un adulto con costumbre y facilidad para la actividad física. La riqueza motriz del niño depende de la oportunidad que le demos de moverse. Y estas experiencias mejoran su capacidad intelectual, su concentración, su sentido del equilibrio y su capacidad de comunicarse.
En la Educación Infantil cada vez está más incorporado el aprendizaje por manipulación y experiencias, pero la Educación Física recibe muy poca atención en la etapa escolar. España imparte de media 53 horas anuales de esa asignatura en Primaria y 35 en Secundaria, según la Comisión Europea, mientras países como Francia o Austria superan las 100.
Es necesario ir paso a paso: no tiene sentido pasar de decir a un niño todo el día «estate quieto» a apuntarle a fútbol con seis años y esperar que se coma el balón (y al llegar a casa se quede tranquilito en el sofá).
Seamos responsables
Si compartimos juegos con nuestros hijos desde el principio, verán que nosotros, su modelo de referencia, también somos activos, y el ejercicio se convertirá en un espacio de comunicación y disfrute compartido.
Se trata de ir introduciendo y planificando pequeñas rutinas. Una escena típica: los padres llegamos cansados del trabajo. Lo más cómodo es poner unos dibujos al niño, mientras hacemos la cena y ponemos lavadoras. Pero si elaboramos una lista de planes alternativos de cinco o diez minutos, es más fácil terminar haciendo otras cosas con el peque. ¿Que no podemos todos los días? Pues el fin de semana organizamos planes más saludables: quedar con los amigos, ir al campo, al parque o a la piscina.
Juegos de movimiento para diez minutos (o más):
Lo que mejor funciona es lo más sencillo: gatear, arrastrarse, hacer la croqueta, agacharse y levantarse o saltar. Se trata de conectar con el niño y divertirse juntos.
- Circuito de psicomotricidad. Ponemos en el suelo almohadas, cojines, una manta, etc. Podemos pasar por encima o por debajo, sortear obstáculos, rodar, arrastrarnos, gatear o caminar hacia atrás.
- Simón dice. Un juego de agilidad sencillo y fácil de compartir entre padres e hijos. El que dirige el juego dice: «Simón dice...» y propone un movimiento o un gesto que los demás tienen que imitar: ir a cuatro patas, corriendo, de puntillas, etc. Otra versión es «Me pica (la rodilla, el pie, la nuca, etc.), me rasco».
- Carreras y bailes de animales: Tú eres un perro o un león, y yo una tortuga, un elefante o un cangrejo. ¿Cómo bailamos? ¡A ver quién llega antes a la meta!
- Bolas en el pasillo. Cerramos las puertas y soltamos todas las pelotas. Cuando se pare la música, hay que cogerlas. También podemos hacer un tragabolas con una caja de cartón: intentamos acertar con las pelotas haciéndolas rodar, golpeando con la mano, con el pie, con el codo, etc.
- Tenis con globos. Sustituimos las raquetas por platos de cartón. ¡Que los globos no toquen el suelo!
- Aros. ¿Quién conseguirá capturar al otro utilizando un aro? Si lo colocamos en el suelo, se convierte en una isla. Mamá o papá es un náufrago, y el niño, un tiburón. En cuanto uno salga de la isla el otro tendrá que intentar atraparlo, pero si consigue llegar a tierra firme está salvado.
- ¿Bailamos? Poned vuestra música favorita y dejaos llevar.
- Ensartar la anilla, bolos, y cualquier otro juego de puntería.
Asesora: Alicia de la Fuente, fisioterapeuta experta en maternidad y bebés y fundadora de Fisiobelly (fisiobelly.com), con métodos pedagógicos a través del movimiento y los sentidos.