¿Cómo enseñar a los niños a no hacer trampas?

Según la edad del niño, es posible que al jugar quiera hacer trampas por un motivo u otro. Lo que debemos hacer es enseñarles que eso no es lo correcto. ¿Quieres saber por qué ocurre y cómo puedes enseñar a tu hijo a no hacerlas?
niños

Ya sabemos que el juego es la mejor actividad para el desarrollo de un niño por todos los beneficios que aporta. No obstante, también puede desencadenar algunas actitudes como el hacer trampas. Veamos por qué sucede y algunos consejos para evitarlo.

¿Por qué ocurre esto?

Algo que debemos tener en cuenta es que nadie nace sabiendo hacer trampas, sino que es un comportamiento que se adquiere por diferentes razones. Si un niño es muy pequeño es probable que las haga para evitar la posible reprimenda que cree que va a recibir; y si es más mayor, empieza a ser algo más consciente y las hace cuando quiere obtener lo que quiere. Algunos de los motivos que podrían explicar esta forma de actuar son los siguientes:

Por la competitividad diaria

A veces se somete a los más pequeños a altos grados de competitividad. En el sentido de que “no se les permite” fallar o equivocarse. Por eso, al tratar de lograr un objetivo, la victoria, descubren las trampas y por ello las ven como una salida para alcanzar su meta.

Porque solo obtienen una recompensa si cumplen un objetivo

Si solo se valora el objetivo que ha conseguido un niño (ganar o perder) y no otras cosas importantes, como el proceso que ha llevado a cabo, el esfuerzo que ha puesto, la honradez que ha tenido al respetar las normas y la colaboración que ha podido mostrar con otros compañeros, entre otras, puede ser que el pequeño entienda que lo mejor es recurrir a la mentira. Porque de esa forma es posible obtener la recompensa que busca ya que entiende que el resto no son opciones válidas.

¿Cómo enseñarles a no hacer trampas?

Que los niños sientan algo de competitividad no tiene por qué ser perjudicial, de hecho, puede ser beneficioso. ¿Por qué? Porque empiezan a descubrir qué es la frustración y el fracaso, porque comienzan a respetar a los demás y a tener empatía y también porque mejoran distintas competencias.

Por eso, lo que los padres deben hacer es ayudar a sus hijos a comprender que perder no es nada malo, que es parte de la vida y que de ello pueden aprender. Es esencial que les transmitan valores como estos para que no vean las trampas como una solución.

Hay que hacer entender a los más pequeños que no solo cuenta el final (el éxito o el fracaso), y es que, castigar sus fallos puede ser un factor desencadenante que los lleve a querer hacer alguna trampa. En este sentido, deben adquirir más importancia los pasos que ha seguido un niño, que el resultado que haya obtenido.

Cuando hablamos de castigar sus errores, no nos referimos a un castigo como tal, sino también a ciertos comentarios que para los niños pueden ser negativos. Por ejemplo, decir “podrías haber jugado mejor”, quizá puede dejar una mala huella, mientras que si decimos “irás mejorando” o “al menos te has divertido”, será más positivo para ellos.

Por otro lado, también es importante valorar no solo el triunfo, sino los valores éticos que ha conseguido y utilizado el niño, tales como la empatía, la disciplina, la honradez, la amabilidad o la perseverancia, entre otros.

Asimismo, y como en tantos otros aspectos de la vida, es importante ser un buen ejemplo. Por ello no podemos pedir que los peques no hagan trampas si los mayores juegan con ellos haciéndolas. Debemos recordar que somos sus modelos de conducta.

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