Quien más y quien menos nos hemos visto en una situación más o menos incómoda con nuestros hijos o con los de la mesa de al lado, pero no siempre es tan fiero el león como lo pintan. Hay momentos complicados y otros que cuando ha pasado el tiempo, cuando tus hijos han crecido, los miras desde una perspectiva distinta. Lo de ir a comer a un restaurante con niños pequeños es uno de esos momentos. Cuando lo estás viviendo puede ser angustioso y después, cuando lo miras desde la perspectiva del tiempo, es probable que incluso te rías. Al menos esa es mi experiencia.
La maternidad es una carrera de fondo, eso lo sabemos quienes tenemos hijos. A veces es más sencillo y parece un paseo y otras veces es como una carrera de obstáculos, en la que los obstáculos no paran de crecer.
Ir a un restaurante con niños ¿qué se comportan como niños?
Hay personas que se sorprenden de que los niños no tengan un botón de “on/off” en algún sitio. Hay personas que tienen un comportamiento que demuestra que o bien no han estado a menos de cien metros de un niño en su vida o bien han olvidado que esos pequeños individuos, se comportan como lo que son: niños y niñas.
¿No os habéis encontrado nunca con esa persona que os mira con cara de reprobación cuando estáis en un restaurante, porque a vuestra hija o a vuestro hijo, se le ha caído la servilleta, ha golpeado sin querer el plato con el tenedor demasiado fuerte o no quiere terminarse la sopa por la razón que sea?
No es por ponerme estupenda pero recuerdo que alguna vez leí que Charles Baudelaire dijo aquello tan bonito de “mi patria es mi infancia” a lo que el poeta austriaco, Rainer Maria Rilke vino a añadir que “la verdadera patria del hombre es la infancia”. ¿Y qué quiero decir con esto? Que demasiadas veces parece que los adultos nos empeñamos en que los niños y las niñas no lo sean, no se comporten de una manera infantil, sean adultos en miniatura y no se me ocurre nada más triste que no haber tenido infancia.

La infancia es alegría
O debería serlo siempre y no confundamos alegría con mala educación porque no es lo mismo, es que ni se parecen siquiera. La infancia es alegría y es aprendizaje, es experiencia, es descubrir el mundo que les rodea al lado de sus padres. Y en ese mundo, a veces hay restaurantes también y en los restaurantes pasan cosas cuando aparece un niño.
A veces, el niño es tranquilo, interactúa con sus padres, charla animadamente, come fenomenal, le gusta probar lo que llega en los platos y todo es ideal. Esas cosas pasan, una vez recuerdo que nos felicitaron por cómo se portaban mis hijos en un restaurante. Una vez, sí.
A veces el niño se aburre sobremanera por lo que sea y no le gusta la comida, ni el sitio, se quiere levantar continuamente, le acompañas al baño tres o cuatro veces y al final no te queda otra que después de haber jugado, haber pintado y haber comido cuatro cosas, decides que o se acabó la comida para todos o le dejas el móvil un momento para por lo menos tomar el postre y el café con un mínimo de tranquilidad.
Y ahí aparecen esas miradas que consideran que lo estás haciendo fatal, que cómo se te ocurre. Porque la sensación de hacerlo siempre mal y todo mal cuando estás criando a un niño es muy frecuente y no hace falta que te lo hagan ver. No hace falta que nadie te juzgue desde fuera, nosotras mismas como madres podemos ser las más crueles a la hora de auto juzgarnos. Eso es algo que aprendí también con el tiempo, lo que hagas hazlo porque quieres hacerlo, porque estás convencida de que con lo que sabes y en ese momento, eso es lo mejor para tu hijo y para ti. Nada ni nadie más tiene que venir a decirte nada, sobre todo si no se lo has preguntado.
A mí me ha pasado también justo todo lo contrario, sonreír a la madre desbordada que se ha animado a ir a un restaurante con niños y que resulta que el niño o la niña no tienen el mejor día y hacerle un gesto de que no pasa nada porque en la mayoría de los casos, porque al niño se le caiga la servilleta, dé un golpe sin querer con el tenedor en el plato o diga en voz alta que no le gusta la comida, no pasa nada. Nada de nada, en serio.
Claro que también he tenido el momento caos en medio de un salón de un restaurante en el que no sabemos cómo mi hijo mayor terminó empapado en vino y gritando lleno de desesperación que se había quedado ciego, mientras mi hijo pequeño, el artífice del caos, nos miraba a todos sorprendido como si no fuera con él.
Bueno, y de los niños que corren entre las mesas o deciden cambiar la decoración del local porque sus padres y madres confunden libertad con mala educación pues poco se puede decir. Los niños aprenden en todo momento y ahí también están aprendiendo una lección que quizás sus padres y sus madres no están midiendo bien todo lo que significará a lo largo de sus vidas.

Niños, no gracias
Hay otros adultos, los que gestionan los restaurantes en los que directamente te hacen ver que no se admiten niños. El periodista de la Cadena Ser, Pedro Blanco, lo comenta en su perfil de TikTok y merece mucho la pena escuchar su reflexión al respecto porque comer es aprender y no solo a comportarse de forma impecable en la mesa o en público.
Comer es aprender que hay vida más allá de los espaguetis con tomate, las hamburguesas, las pizzas o los perritos calientes. Hay sabores que descubrir y mezclas que probar, hay culturas a las que conocemos primero a través de su comida y nuestra propia historia, también podemos entenderla mejor si pasamos por la cocina o por la mesa a la hora de comer.
Si todo eso se lo quitamos a los niños justo en el momento en el que más y mejor aprenden de toda su vida, les estamos eliminando una cantidad de posibilidades de despertar su curiosidad, sus ganas de aprender de las que quizás como adultos no somos conscientes. Por cierto, esos adultos que no quieren niños en sus establecimientos, que ni se plantean la posibilidad de ir a un restaurante con niños si es su restaurante, quizás dentro de diez años o menos, no haya adultos que quieran entrar. Porque nadie les pudo enseñar, cuando eran niños lo bien que se come en sus restaurantes. Lo mismo tendrían que darle una vuelta.

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