Las torrijas siempre han sido un postre de aprovechamiento que se elaboraba sobre todo en las casas, con el pan del día anterior. Se trata de un dulce típico de la cuaresma, cuando la tradición católica señala la prohibición de comer carne y por eso es muy contundente.
No es el único postre o dulce típico de estas fechas, también es tiempo de las monas de pascua catalanas, de los pestiños típicos de Madrid, los rosquetes de Cádiz o los crespells mallorquines.
El caso es que la preparación de las torrijas es una excusa perfecta para involucrar a los niños en una actividad en familia, la preparación no es complicada aunque sí laboriosa. Los niños pueden realizar muchos de los pasos de las recetas más populares, siempre con la supervisión de un adulto.
Natalia Lopera es la jefa de pastelería de la empresa Viena Capellanes desde hace 23 años y en estos días prepara junto con su equipo en torno a las 3.000 torrijas diarias. Si alguien nos podía contar trucos y experiencias para poder prepararlas en casa con los niños, sin duda es ella.

Una actividad en familia: preparar torrijas
Algunos de los trucos que nos ha contado Natalia coinciden con la manera más tradicional de preparar las torrijas, otros son fruto de su propia experiencia en el obrador en el que durante 40 días cada año, las torrijas son las reinas de la fiesta y de la pastelería madrileña.
La receta que ella sigue es tradicional y sencilla aunque merece la pena ser tan meticulosos como ella con el paso a paso para conseguir que nos salgan por lo menos igual de ricas.
El pan del día anterior
Uno de los trucos que tiene Natalia a la hora de preparar las torrijas es utilizar el pan del día anterior para que no absorba demasiado líquido. En Viena Capellanes preparan su propio pan para las torrijas, se decantan por un pan tipo brioche, con una miga más densa que el pan tradicional.
Una vez que tenemos el pan partido en unas rebanadas no muy finas pero tampoco demasiado anchas, preparamos la mezcla en la que vamos a empapar nuestras torrijas.
Cuidado con la piel del limón
Natalia pone primero la leche a infusionar con un par de palos de canela y la piel de un limón. Otro truco al que ella le da mucha importancia es a la piel del limón, para asegurarse que no queda nada de la parte interior de color blanco, lo pela con un pelador.
La piel interior de la cáscara de limón aporta un sabor amargo a cualquier elaboración por lo que conviene evitarla al máximo cuando preparamos torrijas.
Para los niños siempre es más seguro utilizar un pelador que un cuchillo por lo que con este instrumento podemos dejarles que sean ellos los responsables de conseguir la piel del limón lo más fina y limpia posible.
Nata y yema de huevo
A la leche puesta en el fuego, le añade un poco de nata y este año por primera vez, han mejorado la receta de sus torrijas tradicionales, agregando a la mezcla unas yemas de huevo, que le van a dar la consistencia de unas natillas ligeras, muy finas.
Una vez que ha infusionado unos minutos, se cuela la mezcla para quitar los palos de canela y la cáscara del limón y se le añade un poco de leche a temperatura ambiente para enfriarla, así lo que consigue es que el pan no se impregne en exceso ni se quede demasiado blando por el calor del líquido.
“Tiene que quedar jugosa por dentro pero no excesivamente blanda, la consistencia de la miga es evidente pero no se debe empapar con la leche demasiado caliente porque sino se queda demasiado blanda”, nos explica Natalia Lopera.
Unas torrijas jugosas
Las rebanadas de pan nos están esperando en una bandeja que tenga un poco de fondo y allí, se va vertiendo la leche con cuidado sobre cada una de las torrijas dejando unos minutos para que empape bien la miga y dándoles la vuelta para que queden uniformes.
Cuando están empapadas pero sin excesos se llevan a la sartén donde hemos calentado previamente bastante aceite de girasol. Este quizás sea el momento algo más complicado y que puede tener algo más de peligro para que lo lleven a cabo los niños.
Y una vez que están fritas, el último secreto es que en el obrador de Natalia le añaden a cada torrija un almíbar ligero que consigue que la textura final sea mucho más cremosa, que estén más jugosas.

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