Por qué las consecuencias no afectan igual al cerebro de los niños que los castigos y cómo aprender a aplicarlas en situaciones cotidianas
El psicólogo infantil y docente Rafa Guerrero ayuda a papás y mamás a diferenciar entre castigo y consecuencia con un ejemplo práctico cotidiano y explica por qué afectan de un modo distinto al cerebro del menor.
Uno de los grandes retos a los que se enfrenta cualquier persona que sea papá o mamá que abogue por una crianza respetuosa y en positivo es el de saber llevar a la práctica la diferencia entre castigo y consecuencia, a poder ser reparadora.
Los expertos en este tipo de educación, y también los neuropsicólogos especializados en el cerebro infantil, como es el caso de Álvaro Bilbao, y también de pedagogos y psicólogos infantiles de referencia en nuestro país como Rafa Guerrero, insisten en ello siempre que tienen ocasión. No al castigo y sí a la consecuencia es su mantra.
En una de sus últimas publicaciones en Instagram, el propio Rafa Guerrero incide en ello de nuevo. Lo hace desde un punto de vista científico, explicando de un modo muy didáctico a sus seguidores, por qué no es lo mismo la consecuencia que el castigo y cómo afecta lo uno y lo otro al cerebro del niño o niña.
“El castigo es artificial, improvisado y busca hacer mucho daño al menor. En cambio, las consecuencias pueden ser naturales o lógicas y siempre son meditadas y siempre son consensuadas en la familia”, explica Rafa Guerrero.

Niña castigada
El experto en psicología infantil señala que cuando ponemos consecuencias “el objetivo que perseguimos es que el menor aprenda”. Para ello, añade, lo que hace falta es activar todo su cerebro, no solo la parte baja, que es la que se activa cuando aplicamos un castigo. “Cuando castigamos, recordad que lo que tratamos de hacer es dañar o herir a nuestros hijos”. En cambio, continúa, “las consecuencias buscan siempre la comunicación, el vínculo y la reparación con nuestros hijos”.
Un ejemplo concreto
No es difícil, explicado tan bien como lo hace Rafa Guerrero, entender la diferencia entre castigo y consecuencia, una delgada línea roja que se diferencia por matices muy importantes, cuyo impacto es muy grande en los peques. Lo más complicado, en cambio, es llevarlo a la práctica, especialmente con las circunstancias añadidas del momento real, que suelen ser tensión, un niño o niña poco receptivo, cansancio mental, etcétera.
Para intentar que resulte más sencillo aprender el hábito de la consecuencia, Rafa Guerrero pone un ejemplo concreto en la interesante publicación de Instagram protagonista de esta pieza. El propio Guerrero reconoce sustituir castigo por consecuencia “es la parte difícil de todo esto”.
Con su habitual capacidad comunicativa y divulgativa, adaptada en este caso al lenguaje de Instagram, el psicólogo infantil y pedagogo pone el siguiente práctico, recreando una conversación con un menor: “Ricardito, fatal, no se pega a los amigos. Estás castigado sin tus 15 minutos de iPad”, dice. Esta manera de dirigirnos a los peques, Rafa Guerrero la describe como una “manera artificial y sin pensar, reactiva, de castigar”, y propone resolver una situación así, muy cotidiana y habitual en familias con niños y niñas pequeñas, mediante una consecuencia natural.
Rafa Guerrero pone el siguiente ejemplo práctico. Así podríamos dirigirnos a nuestro hijo o hija si queremos aplicar una consecuencia natural y no un castigo si ha pegado a sus amigos: “Ricardito, cariño, yo entiendo perfectamente que estás enfadado. Ya sé que la merienda que te ha llevado papá al salir del cole no era la que más te gustaba, pero de ahí a que tu rabia la pagues con tu mejor amigo, pegándole, no me parece nada bien. Fíjate que al final Julián ha recogido todos sus juguetes y se ha marchado, no quiere jugar contigo. Si no tratas bien a tus amigos, lo que vas a conseguir es que te vas a quedar solo. Ahora, vamos a tratar de pensar qué cosas podemos hacer para gestionar correctamente la rabia”.
De esta forma, estaríamos legitimando a nuestros hijos e hijas en primer lugar, y después estaríamos aportándoles un contexto sobre lo ocurrido para ayudarles a entenderlo y a que reflexionen y recapaciten sobre ello de manera natural. Además, les estamos haciendo ver que habrá consecuencias en ese tipo de comportamiento que no son deseadas por ellos. “De esta manera fomentamos la comunicación, la conexión con nuestros hijos y la empatía hacia los demás”, concluye Rafa Guerrero.